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jueves, 31 de octubre de 2013

Curas, religiosos y laicos de Murcia: “En el nombre de Dios, ¡basta ya de desahuciar!”



Reclaman el apoyo del obispo y de la diócesis
“Pedimos a los banqueros que no empobrezcan más a las personas, que son lo primero”
La Diócesis “mantiene su posicionamiento de retaguardia y entendemos que se debe estar en primera línea defendiendo a los empobrecidos”
Alrededor de unos 15 sacerdotes han expresado su apoyo al manifiesto ‘En el nombre de Dios, ¡basta ya de desahuciar y empobrecer a las familias! la persona es lo primero’, al que se han sumado también religiosos y laicos cristianos de la Diócesis de Cartagena, aunque han reclamado que la Diócesis y su obispo, José Manuel Lorca Planes, apoyen dicho documento.

En opinión del sacerdote Joaquín Sánchez, la Diócesis “mantiene su posicionamiento de retaguardia y entendemos que se debe estar en primera línea defendiendo a los empobrecidos”. Según ha comentado, la Diócesis está al corriente de dicho acto, aunque “mantiene su silencio y cada uno que lo interprete”.
“El Papa Francisco dice que el capitalismo es malo por sí mismo, porque se basa en la codicia y quiere un reparto justo de la riqueza”, ha enfatizo Sánchez, quien ha encabezado este acto-homenaje en la Plaza Belluga de Murcia, arropado por los ‘yayoflautas’.
Distintas voces presentes en este acto han leído el documento, una continuidad del que ya se presentó hace más de un año, en el que se pide que cesen los desahucios y se denuncia el sistema capitalista “que hace sufrir a miles de familias”.
“La situación está peor”, advierte Sánchez, quien ha pedido “un mundo más justo y en el nombre de Dios, pedimos a los banqueros que no empobrezcan más a las personas, que son lo primero”.
Al término del acto, este grupo de sacerdotes y laicos se han dirigido a las distintas oficinas bancarias de Trapería de Murcia para hacer entrega de este manifiesto.
En la carta entregada a los bancos los manifestantes exponen el sufrimiento de miles de familias que “no tienen para comer porque se han quedado sin trabajo” debido a “la estafa financiera que ha tenido un carácter global y ha supuesto el enriquecimiento de unos cuantos y el empobrecimiento de la mayoría”.
La protesta había sido convocada por el sacerdote Pepe Tornel, quien falleció ayer lunes por lo que los congregados le han rendido tributo con la colocación de una rosa amarilla delante de la pancarta mientras se leía el manifiesto.(RD/Ep)
Texto del Manifiesto
En el nombre de Dios
¡Basta ya de desahuciar a las familias!
“No negarás justicia al pobre” (Ex 23,6)
A los políticos, banqueros y a todos aquellos que participan directa o indirectamente en el desahucio de viviendas:
La crisis financiera está llevando a miles de familias a tener grandes dificultades para pagar la hipoteca de su vivienda. La vivienda no es sólo ladrillo y cemento, es un hogar donde se ha materializado un proyecto familiar, es un espacio en el que todo adquiere un significado afectivo y existencial: el amor de la pareja, los momentos felices y duros, el nacimiento de un hijo… Es el lugar vital donde la familia encuentra el cariño, el descanso y la tranquilidad.
Las familias han ido pagando sus hipotecas mientras alguno de sus miembros ha tenido un trabajo. La pérdida de éste les ha supuesto no poder cumplir con la cantidad mensual establecida. Esto ha provocado que los bancos y cajas de ahorros, a través de demandas judiciales para desahuciar, estén provocando un sufrimiento a la sociedad en aras de sus beneficios. En estas actuaciones muestran que el sistema financiero no tiene corazón, máxime cuando ha sido uno de los causantes fundamentales de esta crisis. Los bancos y las cajas han recibido muchísimo dinero público para tapar sus agujeros, que ellos mismos han provocado buscando el máximo y rápido beneficio. Estas demandas judiciales tienen amparo legal en una Ley Hipotecaria que no defiende ni ampara a la persona ni a la familia. Muchas familias han sido echadas a la calle, con el agravante de no concederles la dación en pago (cancelación de la hipoteca con la entrega de la vivienda), lo cual las deja sin futuro. No pueden volver a reiniciar sus vidas. ¿Qué futuro pueden darles a sus hijos si están en paro, o con un trabajo precario, y además con una deuda de miles de euros?
Pedimos a los bancos y cajas que no ejerzan la demanda de desahucio, sino que busquen soluciones con las familias y las administraciones, que permitan a las familias poder seguir disfrutando de su hogar. En este sentido, valoramos el trabajo y el compromiso de las plataformas de afectados por la hipoteca.
También, pedimos a los jueces, secretarios/as judiciales, comisiones judiciales y fuerzas de orden público una gran sensibilidad y respeto ante estas situaciones. Que sus actuaciones no supongan un mayor sufrimiento a las familias. Que no olviden que echar a una familia a la calle sepulta la dignidad humana, por muy legal que sea.
Exigimos a los gobernantes que estén al servicio de los ciudadanos y del bien común (cf. Caritas in Veritate, 36). Es escandalosa la sumisión de la política a la economía. Que cambien ya la ley, que paralicen los desahucios ante esta situación social, concedan por ley la dación en pago y se establezca el alquiler social. Miles de familias viven hacinadas, con todo lo que eso supone, en casas de sus padres y otros familiares. El derecho a la vivienda, además de ser un derecho constitucional y un derecho humano, está recogido ampliamente por la Doctrina Social de la Iglesia. Así por ejemplo en la Carta de los derechos de la familia de 1983, en el art. 11 se recoge: “La familia tiene derecho a una vivienda decente, apta para la vida familiar y proporcionada al número de sus miembros, en un ambiente físicamente sano que ofrezca los servicios básicos para la vida de la familia y de la comunidad” (cf. también Familiaris Consortio, 46; Pacem in Terris, 11). Les exigimos, por tanto, a los políticos, que protejan a las familias.
Y por último, pedimos que todos pongamos en el centro de nuestras actuaciones y decisiones a la persona y su dignidad, porque el ser humano no es mercancía, sino que “es el centro y fin de toda la vida económica y social” (Caritas in Veritate, 25). Desde la fe cristiana consideramos a cualquier persona imagen de Dios y por tanto, merecedora de respeto, justicia y fraternidad.

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