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…cuando los sospechosos gobiernos españoles acaben con nuestra paciencia…
Es frecuente entre los políticos y periodistas afines a los dos partidos de este país que configuran el bipartidismo casi institucional, leerles y oírles hablar de populistas y de neopopulistas cuando quieren denigrar a los dirigentes del mundo que, según ellos, se hacen notar más de la cuenta.
Es frecuente entre los políticos y periodistas afines a los dos partidos de este país que configuran el bipartidismo casi institucional, leerles y oírles hablar de populistas y de neopopulistas cuando quieren denigrar a los dirigentes del mundo que, según ellos, se hacen notar más de la cuenta.
Dirigentes que, localizados en los últimos tiempos principalmente en América Latina, intentan superar las barreras y hacer saltar los resortes que someten a la ciudadanía a la tiranía de los mercados y en especial de los mercados financieros; mercados tenidos por libres pero que están controlados férreamente por clanes y familias enteras del mundo apoyados por otros clanes y familias políticos siempre del mismo signo y la misma falta de sensibilidad social. Y cuando los dirigentes no se hacen notar, entonces políticos y periodistas de tal ralea les acusan de siniestros, de amenazantes y de totalitarios.
Por cierto, hay un gran paralelismo entre esos llamados “populistas” y su filosofía y praxis política a favor de los más desfavorecidos, y los creyentes en la teología de la liberación que trabajan cada uno en su sitio para la causa de los pobres. Populistas y profesos de la “liberación” que llevan a la práctica los argumentos evangélicos, mientras que la jerarquía católica se limita, por un lado, a hacer llamamientos inútiles a la rectitud de conciencia de los gobernantes, y a reforzar, por otro, el poder de quienes carecen de conciencia.
En efecto, en España no hay oficialmente populismo. Lo que hay son títeres locales manejados indefectiblemente por el dios mercado y por los titiriteros mundiales al servicio de éste: mucho peor que el populismo aun mal entendido. Títeres que en los asuntos domésticos más allá del mercado (aunque todo hoy es mercancía) ejercen un gobierno autoritario con acentuados ribetes de fascismo. Por eso, es reseñable que al descargar su poder absoluto su técnica no sea sofisticada. Es burda, agresiva, mendaz y cínica, como burdos, agresivos, mentirosos y cínicos lo son sus miembros por separado; como lo es todo fascista en las condiciones favorables para ellos de los ríos revueltos: obsecuente con quien considera superior (gobiernos europeos) e implacable con quien considera inferior (ciudadanía).
Deben saber esto todos los países del mundo. Debe saberlo asimismo Bergoglio. Le interesa. Pues, sí desea recuperar la autoridad moral del papado y de su Iglesia, perdida a manos llenas en este país o no alcanzada nunca, debe ayudarnos. Y la única manera de ayudarnos es, disuadiendo a la jerarquía arzobispal española de su proverbial tendencia a manejar, desde la sombra o desde las tinieblas, es decir, sin responsabilidad, buena parte del poder político sea cual fuere el momento histórico. Las ciudadanas y los ciudadanos españoles rogamos a Bergoglio, aprovechando que ahora va por el mundo dicharachero, comprensivo y rastreador de lacras, que ya que el bipartidismo institucional se viene negando tozudamente a cumplir lo establecido en la Constitución, exija a la Conferencia Episcopal española que se ciña al ministerio espiritual en los templos y deje para siempre de entrometerse en la gobernación. En definitiva le rogamos que, conforme al mandato evangélico no por manoseado menos recomendable: dar al César lo que es del César y a Dios los que es de Dios, sea él, Bergoglio, quien separe de una vez a su Iglesia del Estado
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