Opinión Necia: Nueva Doctrina de Seguridad Nacional

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Arturo Corrales Álvarez, actual Ministro de Seguridad y ex Canciller de la República del gobierno de Facto de Porfirio Lobo, es el empleado favorito de la oligarquía para ejecutar reacomodos en el poder, es la cara visible de uno de los sectores más agresivos en el saqueo del Estado de Honduras y también un próspero delincuente.

Fue uno de los ejecutores del golpe de estado Militar de 2009 que produjo un reposicionamiento de la ultraderecha en el control del estado y la puesta en vigencia de medidas neoliberales, mismas que hicieron retroceder al país a los niveles de pobreza y miseria ya superados por el Gobierno Constitucional del Presidente Manuel Zelaya Rosales.

El proyecto de la oligarquía era claro, necesitaban seguir vendiendo el país y empeñar el futuro de la población en función de lograr la mayor acumulación de capitales posibles, aunque para esto tuvieran que vender también una y mil veces la soberanía, los recursos estratégicos y la paz social.

Honduras es hoy el país más violento del mundo, 23 cadáveres aparecen diariamente asesinados a lo largo y ancho del territorio nacional. Según declaraciones del ex Fiscal General Luis Alberto Rubí solamente 2 de cada 10 asesinatos son investigados, la cantidad de casos resueltos se pierde en una cifra infinitesimal muy lejana a la justicia.

La raíz del conflicto es la misma, la concentración de la riqueza socialmente producida en las mismas manos de la oligarquía. Los niveles de explotación de los trabajadores y las trabajadoras en nuestro país representan el paraíso del capital nacional y extranjero, un obrero u obrera perciben un salario mínimo que representa menos del 30% del costo de la canasta básica que publica el Banco Central de Honduras.

En la década de los ochenta –momento cúspide de la persecución política en Honduras- la famosa Dirección Nacional de Inteligencia DNI, (conocida también como “DIN”), aplicó la Doctrina de Seguridad Nacional y condujo el desaparecimiento físico, el asesinato, la tortura, el exilio y el encarcelamiento de miles de hondureños y hondureñas organizadas en el movimiento popular y en los partidos de izquierda.

En la década del noventa, bajo la cosmetología neoliberal, la DNI mutó su fachada a la de Dirección General de Investigación Criminal DGIC y, salvo la exclusión de algunos depravados torturadores, los cambios de la institución no fueron sustanciales.

Esta semana la llamada “depuración policial” proceso que representa el alineamiento de voluntades de la Policía Nacional hacia el sector oligarca más comprometido con el golpe, encendió las alarmas del pueblo cuando se suspendió a todo el personal de la DGIC, mancando una nueva etapa de segregación cada vez más fina de los leales al golpe y a acciones violentas futuras (digamos por ejemplo las elecciones del 24 de noviembre).

A su vez, esta misma semana fue creada la unidad elite “Tigres” bajo mando de la Policía Nacional y que lleva su nombre en honor al sicópata que coordina esa institución. La unidad, como todos los organismos de represión del Estado, está creada especialmente para perseguir, controlar y asesinar a la oposición política de la oligarquía y no para prevenir el crimen común del que está harto demostrado y reconocido por ellos mismos, que la institución policial está vinculada.

Todas las encuestas colocan a Xiomara Castro de Zelaya en los primerísimos lugares de aceptación popular y voluntad del voto. Los pésimos candidatos del bipartidismo son un franco hazmerreír que refleja la decadencia y el anacronismo del discurso de la derecha en Honduras.

La oligarquía sin cartas se enfrenta al dilema de patear nuevamente el tablero del juego democrático o enfrentar otra vez la deslegitimación total mediante el voto popular en las elecciones del penúltimo mes del 2013.

Mientras tanto el pueblo multiplica aceleradamente la organización Partidaria de Libre y acrescenta el debate que eleva la conciencia y acerca cada vez más un proyecto político Socialista como única alternativa a la barbarie del capital.

¡Venceremos!
¡Necedad!