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jueves, 6 de junio de 2013

¿Cuál es la tarea de la Iglesia cristiana en este mundo? José Aldunate, SJ

La teología de la liberación latinoamericana abrió el campo de la reflexión para captar y aceptar la noción del pecado social como un pecado…(José Aldunate, SJ).
¿Cuál es la misión que Cristo encomendó a su Iglesia?
Es una pregunta central que el nuevo Papa Francisco sin duda se ha planteado al asumir su función y que nosotros nos planteamos también para reflexionar sobre el desempeño que asume el nuevo Papa.
Un respuesta autorizada a esta pregunta esperaríamos sin duda encontrarla en el documento principal del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes. Pero la formulación del concilio se presta a confusión y necesita una interpretación. La Constitución Gaudium et Spes o “la Iglesia en el mundo moderno” en su número 42 declara lo siguiente;
“La misión que Cristo entregó a su Iglesia no es de orden político, social, o económico sino de orden religioso”. Pero, prosigue el Concilio Vaticano II, “…de esta misma visión religiosa derivan múltiples bienes para la comunidad humana”.
Algunos interpretando este párrafo se imaginan sectores estancos; “lo político”, “lo social”, “lo religioso”, que se reparten las tareas de la humanidad. A la Iglesia le tocaría solamente lo religioso. La realidad no es así ni la Iglesia lo interpreta así. El sentido de la frase pide una interpretación y la da el gran especialista del Concilio, el dominico Yves Congar. La misión de la Iglesia abarca toda la realidad humana, pero la mira desde su punto de vista que es el punto de vista religioso; ¿Qué es lo que Dios pide y desea en la actividad de su Iglesia? Es todo el mensaje del Concilio; “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo…”. El Papa Pablo VI abundó en esta interpretación en sus encíclicas Octogessima Adveniens y El Desarrollo de los Pueblos y también lo hizo el Sínodo sobre la Justicia en el Mundo.
En otras palabras, la misión de la Iglesia no se reduce a la propagación de la fe ni queda confinada a la predicación y a los templos sino quiere enfrentar los problemas del mundo actual, la justicia, la igualdad, la paz, la prosperidad de los pueblos y de cada uno de los seres humanos. Allí están los derechos humanos, el orden político de los pueblos y el orden mundial.
El Papa ha dicho que no quiere una Iglesia que fuera una ONG piadosa. Está bien, pero bien puede coincidir su tarea con la de una ONG con tal que se inspire en el sueño de Dios que desea el bien de la humanidad y que nos motivemos en ello ante todo.
Hay mentalidades atrasadas ‑aún entre nosotros que tendríamos que haber aprendido de nuestra historia‑ que dicen que la Iglesia no debe ocuparse de la política. Parecen querer una Iglesia fuera del mundo. Ya es conocida la distinción entre gran política y pequeña política partidista, no queremos una Iglesia en la pequeñez del partidismo pero sí una Iglesia consciente y comprometida en la gran política. Mencionemos de paso un estudio sabio de Don Enrique Alvear, “Iglesia y Política”, aparecido en la Revista Reflexión y Liberación Nº 93 de fecha Junio del 2012.
El P. Alberto Hurtado, después de fundar el Hogar de Cristo, se convenció de que en Chile no podría hacerse un cambio sustancial hacia una nación cristiana si no se tocaba, además de la caridad, la justicia. Fundó entonces la ASICH (Acción Sindical Chilena) una organización para-sindical para luchar por el triunfo de la justicia en el campo obrero. Fue la última obra y la más querida que nos dejó Alberto Hurtado. En el lecho de muerte su preocupación principal iba al mundo obrero, a la justicia social. Con la Revista Tribuna Sindical sostenía a la CTCH, (la Central de Trabajadores de Chile), en su lucha a veces enérgica y combativa para cambiar la situación desmedrada del mundo laboral.
La teología de la liberación latinoamericana abrió el campo de la reflexión para captar y aceptar la noción del pecado social como un pecado no individual, no es el individuo que rechaza su deber social sino un pecado esencialmente social, una estructura de pecado que subyace bajo el organismo social y alimenta los abusos personales. La teología oficial de Roma se resistió mucho tiempo a aceptar la idea de un pecado social que no fuera un pecado del individuo sujeto a la libertad humana sino que afectara la estructura misma de la sociedad, pero en su encíclica Sollicitudo Rei Socialis de 1991 Juan Pablo II aceptó finalmente el concepto de pecado social, estrictamente, el pecado de la estructura. Con esto aceptaba el compromiso que debía tomar la Iglesia por cambiar las estructuras sociales y por tanto su compromiso con el mundo de la política.
Qué importante es comprender esta dimensión estructural de la justicia cuando queremos tanto en Chile como en el mundo crear una sociedad justa y terminar con los abusos del poder y de la ambición. La tarea de la Iglesia no es pues solamente combatir el pecado individual sino también, y hoy muy especialmente, combatir el pecado social dondequiera que esté tanto en cada país como en el mundo globalizado.
Con lo dicho retomamos la pregunta inicial que inspiró este artículo ¿Cuál es la tarea de la Iglesia hoy en día? Es por de pronto ponernos en la perspectiva de la fe comunicada por Jesucristo en comunión con las perspectivas que nos pueden aportar otras religiones para realizar el Proyecto de Dios sobre la Humanidad. Nosotros lo concebimos como una convivencia en justicia y amor.
www.reflexionyliberacion.cl

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