Más allá de las expresiones, mucho más rotundas de lo esperado y de otras actitudes anteriores, sorprende que Rouco -que ya está en tiempo de descuento- utilice este momento para tratar de marcar las líneas del debate entre Francisco y Rajoy. Una lástima, una vez más, y un hecho significativo: el cardenal de Madrid ya no cuenta para el nuevo Papa. Y tampoco para el presidente del Gobierno, con quien mantiene una relación inexistente desde hace años, como prueba el hecho de que todavía no se hayan encontrado. Ni vayan a hacerlo en breve.
Soplan nuevos vientos para la Iglesia en España. Mientras tanto, Rouco sigue en su mundo. Que, por fortuna, cada vez va siendo menos el de la Iglesia en España.
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