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martes, 16 de abril de 2013

El Papa Francisco, ¿promotor de la conciencia ecológica? Leonardo Boff, teólogo

Enviado a la página web de Redes Cristianas
Crece cada vez más la consciencia de que estamos en una fase peligrosa de la vida en la Tierra. Nubes oscuras nos ocultan las estrellas-guía y nos advierten de eventuales tsunamis social-ecológicos de gran magnitud. Nos faltan líderes con autoridad y palabras persuasivas y gestos convincentes que despiertan a la humanidad, especialmente a las élites dirigentes, al destino común de la Tierra y la humanidad, y a la responsabilidad colectiva y diferenciada de garantizarlo para todos.
Es este contexto, la figura del obispo de Roma, Francisco, podría desempeñar un papel de gran importancia. Él se vincula explícitamente a la figura de San Francisco de Asís. En primer lugar mediante la opción clara por los pobres, contra la pobreza y por la justicia social, nacida inicialmente en la Iglesia de la liberación latinoamericana de Medellín (1968) y Puebla (1979), y convertida después, según palabras de Juan Pablo II, en patrimonio de la Iglesia universal. Esta opción, bien lo vieron los teólogos de la liberación, incluye dentro de sí al Gran Pobre, que es nuestro planeta, súper estresado porque la huella ecológica de la Tierra ya ha sido superada en más del 30%. Esto nos lleva a un segundo punto: la cuestión ecológica, es decir, cómo debemos relacionarnos con la naturaleza y con la Madre Tierra. En este particular Francisco de Asís puede inspirar a Francisco de Roma. Hay elementos en su vida y práctica que son actitudes generadoras. Veamos algunas.
Todo los biógrafos de su tiempo (Celano, San Buenaventura, Leyenda Perusina y otras) certifican «el tiernísimo afecto que albergaba hacia todas las criaturas», «a quienes les daba el dulce nombre de hermanos y hermanas, de quien adivinaba los secretos, como quien ya goza de la libertad y de la gloria de los hijos de Dios». Recogía las babosas del camino para que no fueran pisoteadas, daba miel a las abejas durante el invierno para que no murieran de frío o de escasez, pedía a los jardineros que dejasen un rincón sin cultivar para que creciesen en él todas las hierbas, inclusive la maleza, porque «también anuncian al Padre hermosísimo de todos los seres».
Aquí vemos otra forma-de-estar en el mundo, diferente a la de la modernidad. En ésta el ser humano está sobre las cosas como quien las posee y domina. La forma-de-estar de Francisco es ponerse a su lado para vivir como hermanos y hermanas en casa. Él intuyó místicamente que hoy es un hecho científico: Todos somos portadores del mismo código genético de base, por lo que nos une un lazo de consanguinidad, haciendo que nos respetemos y amemos unos a otros y que jamás usemos la violencia entre nosotros. San Francisco está más cerca de los pueblos originarios, como los yanomami o los andinos, que se sienten parte de la naturaleza, que de los hijos e hijas de la modernidad técnica y científica, para los que la naturaleza, considerada salvaje, está a nuestra disposición para ser domesticada y explotada.
Toda la modernidad se ha construido casi exclusivamente sobre la inteligencia intelectual. Ella nos ha traído innumerables comodidades. Pero no nos ha hecho más integrados y felices porque ha puesto en segundo plano y hasta ha reprimido la inteligencia emocional y cordial, y ha negado la ciudadanía a la inteligencia espiritual. Hoy es urgente amalgamar estas tres expresiones de la inteligencia si queremos desentrañar esos valores y sentimientos en los que tiene su nicho: el respeto, la reverencia y la coexistencia pacífica con la naturaleza y la Tierra. Este enfoque nos alinea con la lógica de la naturaleza que se consorcia, inter-retro-conecta a todos con todos y sostiene la sutil red de la vida.
Francisco vivió esta síntesis entre ecología interior y ecología exterior hasta tal punto que san Buenaventura le llama «homo alterius saeculi», «un hombre de otro tipo de mundo», de otro paradigma, diríamos hoy.
Esta postura será fundamental para el futuro de nuestra civilización, de la naturaleza y de la vida en la Tierra. Francisco de Roma debe hacerse portador de esta sagrada herencia, heredada de San Francisco de Asís. Él puede ayudar a toda la humanidad a hacer el paso de este tipo de mundo que puede destruir, a ese otro mundo, que vivió en anticipación san Francisco, hecho de fraternidad cósmica, de ternura y de amor incondicional.

Leonardo Boff es autor de La oración de san Francisco: un mensaje de paz, Sal Terrae 2000.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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