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lunes, 15 de abril de 2013

Abd Al-Rahman Ibn Jaldun (1332-1406): economía, sociología e historia Juan José Tamayo, teólogo

Enviado a la página web de Redes Cristianas
A propósito del Foro Social Mundial de Túnez
Ibn Jaldun ha sido durante mucho tiempo un gran desconocido en Occidente. Su redescubrimiento se ha producido preferentemente en el contexto del desarrollo de las ciencias sociales e históricas. Bueno es recordar su figura y sus aportaciones en los campos de la economía, la sociología, la historia y la filosofía de la historia, coincidiendo con la celebración del Foro Social Mundial (FSM) del 26 al 30 en Túnez, país donde nació. Durante mi participación en dicho Foro he echado en falta un mayor protagonismo de tan relevante figura y una rigurosa exposición de su pensamiento, que hubieran contribuido a un mejor análisis, comprensión e interpretación de nuestra realidad. Intentaré hacerlo en las siguientes reflexiones.
Uno de los primeros intelectuales que en nuestro país descubrió su talla intelectual y su importancia en la comprensión de la historia fue Ortega y Gasset, tras la lectura del libro de Ghautier Les siècles obscurs du Magreb. Éste es su testimonio, que data de 1928: “Hay una excepción; es Abenjaldún, el filósofo de la historia africana. Los Prolegómenos históricos de Abenjaldún son un libro clásico que desde hace un siglo ha entrado en el haber común… Abenjaldún, no contento con narrar los hechos del pasado africano –él escribe hacia 1373- quiere comprenderlos”#.
La vida de Ibn Jaldun se desarrolló entre el Magreb, Al-Andalus y Egipto. Nacido en Túnez, era descendiente de una familia andalusí que se vio obligada a abandonar Sevilla debido al avance de los reinos cristianos. Vivió diez años en Fez, donde tomó contacto con la corte al tiempo que seguía su formación. Con veintiocho años fue a Granada. Allí el monarca musulmán le envió ante el rey cristiano Pedro I de Castilla para firmar un tratado de paz. El rey castellano le pidió que se quedara en su corte a cambio de devolverle las posesiones de su familia. Ibn Jaldun rechazó la oferta. Por causa de las intrigas palaciegas, volvió al Magreb, donde empezó a escribir Muqaddimah (Prolegómenos), obra de filosofía de la historia de referencia mundial#.
Viajó a El Cairo, donde vivió dedicado a la investigación y al estudio de los hechos sociales, económicos e históricos, y a la docencia como profesor de derecho de la escuela malikita en la prestigiosa universidad de al-Azhar. Dado su prestigio intelectual, durante los últimos años de su vida tuvo que asumir una última y arriesgada misión política, que no dio resultado. El sultán mameluco de Egipto le pidió que le acompañara para encontrarse con Tamerlán, que había invadido Siria. Ibn Jaldun se entrevistó con Tamerlán para solicitarle que no saqueara Damasco, pero fracasó en la mediación. Ibn Jaldun volvió a El Cairo, donde murió el año 1406.
Ibn Jaldun es considerado el precursor de la concepción moderna de la economía, la sociología y la historiografía. En el campo de la economía destacó por el descubrimiento del funcionamiento de los mercados y por el análisis de los conceptos de población, precio, beneficio, formación del capital, y de la relación entre ellos. En el terreno sociológico, desarrolló la idea de conflicto central entre la ciudad y el desierto, es decir, entre la vida urbana y la nómada. En el campo de la historiografía, entiende la historia como análisis interno y externo de las civilizaciones, y de las interrelaciones de los acontecimientos históricos, con sus consecuencias en el presente y en las tendencias de futuro.
Jaldún elabora una historia social de los pueblos, cuyo protagonista es la colectividad, no el ser humano como individuo, en afinidad con autores contemporáneos como Fernand Braudel, Lucien Febvre y Marcel Bloch. Resulta emblemática a este respecto su definición de historia: “En su verdad, la historia nos informa sobre la sociedad humana, es decir, la civilización (‘umran’) y todos los estados que le afectan: la vida en grupos aislados y la vida en comunidad, las formas de solidaridad (‘asabiyya), los tipos de dominación de unos hombres sobe otros, el poder y los Estados engendrados por esta dominación, las categorías de estos Estados, los modos de adquisición y los medios de existencia, las ciencias y las artes a las cuales consagran los hombres sus trabajos y esfuerzos”#.
Dos obras destacan dentro de su extensa producción bibliográfica: Kitab al-Ibar (Libro de las experiencias, registro y eventos de los días de los árabes, persas y beréveres), que hace un extenso recorrido por la historia de la humanidad hasta la época en que el vive, y por la historia de los beréveres y del Magreb, y la citada Muqaddimah (Prolegómenos). En la primera demuestra ser un excelente historiador que maneja una amplía bibliográfica histórica y da a conocer fenómenos y elementos desconocidos u oscuros hasta entonces de la vida norteafricana. Pero su conocimiento se extendía a otras áreas geoculturales como Egipto y la Península Ibérica. Kitab al-Ibar es un intento –en buena medida logrado, para su tiempo- de elaborar una historia universal.
Muqaddimah es el prólogo, ¡extenso prólogo!, a la obra anterior, que tiene entidad propia y se la considera independiente. Se trata de un verdadero tratado de filosofía de la historia. En ella expone la teoría cíclica de las interacciones entre las culturas nómadas y las urbanas. Ibn Jaldún se muestra profundamente pesimista con respecto a las civilizaciones urbanas. Si Averroes había afirmado dos siglos atrás que Al-Andalus había civilizado a beréveres y árabes haciéndoles mejores personas, él defiende la tesis contraria: que les había privado de la cohesión social (asabiya). Miguel Cruz Hernández cree que este planteamiento “está lleno de resentimiento” y que “es una actitud previa y no una deducción sociológica”#. Yo disiento del punto de vista de Cruz Hernández, a quien se le escapa las categorías centrales de la filosofía de la historia de Jaldun: la solidaridad y la cohesión social.
Ibn Jaldun cuestiona la concepción de aristocracia y de nobleza que tenían los musulmanes andalusíes y el propio Averroes. La aristocracia, en el mundo árabe, se asociaba con una clase superior que gozaba de privilegios. El filósofo cordobés vinculaba la nobleza de una familia con su establecimiento durante mucho tiempo en una ciudad. Ibn Jaldun, por el contrario, defiende que una familia no es noble por residir largo tiempo en un lugar, sino por la fuerza de la cohesión social; es ésta es la que asegura el respeto y la obediencia. La nobleza y la ilustración, afirma, son un accidente de la vida humana que termina pasadas cuatro generaciones. La solidaridad grupal es, para él, el principio de coherencia y cohesión de un Estado o de un Imperio. Cuando ese principio se quiebra, el Estado inicia su decadencia y termina por destruirse dando paso a otro que consigue un mayor grado de cohesión. La causa de la caída del Imperio árabe en la Península Ibérica fue precisamente la pérdida de la cohesión social entre los musulmanes andalusíes.
Ibn Jaldun cree que entre los nómadas se vive de manera más auténtica la solidaridad grupal a través del compañerismo y de la ayuda mutua. Esa cohesión era la que los llevaba a derrotar fácilmente a ejércitos enemigos más numerosos y mejor equipados.
El testimonio de Arnold Toynbee no deja lugar a dudas sobre la singular aportación de Ibn Jaldun a la filosofía de la historia: “Ibn Jaldun concibió y formuló una filosofía de la historia que es sin duda el trabajo más grande que jamás haya sido creado por una inteligencia en ningún tiempo y en ningún país”.

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