He tenido la oportunidad-y el gusto- de estar con el cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, en cuatro ocasiones: en un par de eucaristías, en una cena comunitaria a la que se le invitó en una de nuestras jornadas y en un asado en el patio interior de la casa central de los claretianos en la capital argentina. En las misas le escuché pedirnos que fuéramos curas que nos involucráramos en los temas de la gente, en sus necesidades de calidad de vida.
En el asado llegó simplemente para acompañar a uno de sus buenos amigos, Gustavo Larrazabal, que celebraba su cumpleaños. En esa ocasión hablamos- entre otras cosas- de lo mal que entonces estaba el Club San Lorenzo, del cual es hincha y seguidor. El cardenal es así: sin etiquetas, sin protocolos. Habitualmente se iba a las parroquias a saludar a sus curas, llegaba solo viajando en la locomoción ordinaria de la ciudad y si el cura estaba ocupado, se sentaba a esperar en la salita de recibos de la oficina parroquial.
Conocí a un hombre de bajo perfil, austero, sencillo, amigable. Poco amante de los primeros planos, con un sentido de rectitud muy definido y sin componendas con lo que cree injusto o lucran del poder. Tiene palabra fácil, un orador interesante y especialmente agudo en las ideas y los análisis. En estos momentos el gobierno de Cristina Fernández debe estar izando todas las banderas pero sabe que Bergoglio ha sido una piedra en el zapato elegante de la primera dama de la nación.
Se dice que en la elección de Benedicto ya el cardenal de Buenos Aires había acumulado muchos votos. Ahora fue elegido con bastante rapidez, lo cual es señal de que hay deseos profundos de reforma. Veamos por qué.
1)Se trata de un latinoamericano. Esa realidad ya es un puntapié al armario y por lo tanto desordena la muy estructurada organización de poder en el Vaticano. Su mentalidad, su experiencia, su estilo, debe llevar aires renovadores a Roma ¡y vaya que se necesitan!
2)Es un obispo “extranjero” para la curia romana. No está comprometido con los grupos de poder, ni el clima de insidias que el mismo Benedicto XVI denunció en la hora de su despedida. Es la persona indicada para hacer la limpieza que el pueblo de Dios espera en todas la organización eclesial.
1)Se trata de un latinoamericano. Esa realidad ya es un puntapié al armario y por lo tanto desordena la muy estructurada organización de poder en el Vaticano. Su mentalidad, su experiencia, su estilo, debe llevar aires renovadores a Roma ¡y vaya que se necesitan!
2)Es un obispo “extranjero” para la curia romana. No está comprometido con los grupos de poder, ni el clima de insidias que el mismo Benedicto XVI denunció en la hora de su despedida. Es la persona indicada para hacer la limpieza que el pueblo de Dios espera en todas la organización eclesial.
3)Es un jesuita. Si hasta ahora se hablaba del “Papa negro” aludiendo al poder que tenía el superior o prepósito general de la Compañía de Jesús, ahora aparece un jesuita también como “Papa blanco”. La benemérita Orden que ha dado tantos santos, tanta teología, tanto espíritu misionero y también tantos dolores de cabeza en la iglesia adquiere una categoría especial: una plataforma espectacular para entregar lo mejor de sí porque otra iglesia es posible. Un Papa perteneciente a una orden o congregación religiosa no ha sido lo habitual en estos tiempos. Desde hace 190 años, no se daba esta situación, cuando murió el benedictino Barnaba Niccolò Maria Luigi Chiaramonti, conocido como Pío VI.
4)El nuevo Papa es hombre de estilo familiar. Al salir al balcón en su primer saludo al pueblo romano y al mundo, habló como obispo de Roma. No usó la palabra Pontífice, ni Papa, ni Vicario de Cristo. Simplemente pidió al pueblo de Roma que hiciera oración por su nuevo obispo, como queriendo decir al mundo que en Roma no habrá un sumo sacerdote sino un hermano que tiene responsabilidades especiales en la familia y que tiene necesidad de ser acompañado por el pueblo y su oración.
5)Bergoglio dio señales muy fuertes de cambio en el estreno de su cargo. No se vistió con toda la ornamentación esplendorosa de capisayos, roquetes, estolas y mucetas sino que usó la sotana blanca sin más adornos que la cruz pectoral que es la misma que usaba en sintonía con todos los obispos argentinos. Se autoimpuso el nombre de Francisco. Esto es sintomático: Francisco fue aquel rebelde que dejó los lujos de su casa y se internó desnudo en el bosque con unos cuantos amigos y amigas deseosos de vivir sin oropeles, sin poderes, sin estruendos ni trompetería, para hacerse amigo hasta de los lobos. Francisco fue aquel iluminado que escuchó un día como una inspiración divina las palabras que lo animaron a trabajar por la iglesia como meta de su vida: “Reconstruye mi iglesia”. Otra señal muy fuerte ha sido su petición de oración y su gesto de inclinarse para hacerla,invitando a cien mil personas a orar desde la raíces de alma, logrando un silencio sobrecogedor en la enorme plaza llena de banderas y ensordecida por los gritos.
El nuevo Papa ha dado señales de salirse del esquema de los “santos padres”. Bienvenido sea. Con su llegada al Vaticano por la ancha puerta de la confianza de la iglesia entera, sin duda se producirá el alejamiento, por puertas, ventanas y escondrijos, de toda una manada de cardenales curiales, con sus respectivos equipos, encabezados por Angelo Sodano.
Son muchas las esperanzas para un cambio contundente en la organización eclesial.
Y como el Papa es jesuíta, no dudará en que todo sea “Ad majorem Dei gloriam”.
Son muchas las esperanzas para un cambio contundente en la organización eclesial.
Y como el Papa es jesuíta, no dudará en que todo sea “Ad majorem Dei gloriam”.
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