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jueves, 6 de diciembre de 2012

Mayoría absoluta, ¿poder absoluto? José M. Castillo, teólogo

La decisión sobre la pensiones de los jubilados, que acaba de tomar el gobierno de Rajoy, nos empuja a tener que afrontar una pregunta, que – sinceramente lo digo – me da miedo pensarla.
Se trata de algo, que mucha gente sospecha, pero que quizás no se atreve a decir. Y es esto: estamos sometidos a una “mayoría absoluta”. ¿No lleva eso consigo que nos están conduciendo (sin que muchos se den cuenta) hacia formas de gobierno y de sumisión que se parecen, en muchas cosas, a un “poder absoluto”?
Tal como funciona la vigente democracia, el que en ella tiene la mayoría absoluta, por eso mismo sabe con seguridad que sus decisiones van a salir siempre adelante en el congreso. Porque no tiene oposición que se le pueda resistir. Piense lo que piense la oposición, el que tiene la mayoría absoluta, siempre gana.
Entonces, ¿para qué llevar sus reformas, sus leyes, los privilegios que les concede a unos y los recortes que les impone a otros, a que todo eso se discuta en un congreso que nunca podrá decidir lo contrario de lo que el gobernante de la mayoría absoluta sabe que siempre va a ganar? Si el paso por el congreso es un mero trámite sin consecuencias, se suprime ese trámite. Y se hace lo que estamos viendo: cada viernes, el consejo de ministros impone sus decisiones por “decreto-ley”, que inmediatamente pasa el BOE. Y asunto resuelto.
Como es lógico, en estas condiciones, el gobernante tiene las manos libres y la boca suelta para mentir y desmentir, cortar y recortar, disimular y engañar, asegurar cosas que luego no hace. Y “donde digo digo no digo digo, sino que digo Diego”. ¿Que eso desgasta al gobernante? No. Ahí tenemos el caso reciente de Galicia, donde el partido de la mayoría absoluta acaba de arrasar. Y, si me aprietan, ahí está también Cataluña, donde el PP ha subido de forma notable. Y seguirán los recortes, y los engaños, y las verdades a medias.
Cada día nos contralarán más y más los medios de comunicación, la policía será más “eficaz” para meter en cintura a los “anti-sistema”, los ministros nos seguirán asombrando con sus inesperadas decisiones, los banqueros ganarán más cada año, nuestro futbol continuará siendo el mejor del mundo. Habrá manifestaciones y protestas. Pero los que mandan saben que eso no les hace pupa. Y se nos dirá siempre que se hace lo que se tiene que hacer “por el bien de España”, etc, etc.
¿Dónde está el fondo del asunto? Seamos realistas. La derecha da la impresión, a mucha gente, de que garantiza mejor la propiedad privada que cualquier otro partido. Esto es muy antiguo. “Ya los romanos no prestaron mucha atención a la Teoría del Derecho. Lo que les interesaba eran las reglas que gobernaban la propiedad individual” (P. C. Stein). Las XII Tablas disponían tranquilamente que cuando el propietario de una casa capturase a un ladrón en el mismo acto del robo…., si el ladrón se resistía al arresto podía matarlo sin mayor consecuencia. Es decir, la propiedad privada por encima de la vida. Es le mentalidad que ha impregnado la cultura de Occidente, durante miles de años, hasta el día de hoy.
Y así, le hemos dado la vuelta al concepto mismo de “justicia”. En las culturas del Oriente antiguo, hacer justicia era defender al que por sí mismo no podía defenderse (el huérfano, la viuda, el débil…). En la cultura de Occidente, hacer justicia es “dar a cada uno lo suyo”, o sea defender la propiedad privada. El programa de los que tienen poder para legislar eso. Y para ponerlo en práctica. Por eso, lo más grave, que estamos viviendo en este momento, no es que nos están recortando nuestros dineros.
Lo peor de todo es que cada día tenemos menos derechos. Ya somos una sociedad desigual. Y mucho me temo que esto, por ahora, no tiene vuelta atrás. La pregunta, entonces, es: ¿hay que obedecer a unos gobernantes que nos gobiernan así? (Hans Kelsen). ¿La cuestión del momento no sería el problema de la “desobediencia civil”?

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