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viernes, 7 de diciembre de 2012

Los obispos extremeños piden “el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones” José M. Vidal

Ven la causa de la crisis en que se “ha dejado de lado toda referencia a Dios”
“Es imprescindible emprender y reforzar políticas de ayuda económica y social”
Queremos animarles a la esperanza, que se hace más necesaria en los momentos difíciles, como los que ahora vivimos con la crisis económica y social
Los tres obispos extremeños no suelen pronunciarse demasiado públicamente. Y menos, los tres juntos. Pero, ante la progunda crisis que atraviesa el país, decidieron lanzar un comunicado, en el que, entre otras cosas, piden que se mantenga el poder adquisitivo de las pensiones, “soporte para las maltrechas economías de bastantes familias”, al tiempo que denuncian el aumento de la pobreza y las luchas intestinas entre los políticos.
El manifiesto está firmado por el arzobispo de Mérida-Badajoz, Santiago García Aracil; el obispo de Plasencia, Amadeo Rodríguez Magro; y el de Coria-Cáceres, Francisco Cerro Chávez.
Se trata de un documento de reflexión desde la fe sobre la actualidad nacional y regional que no se daba desde octubre de 2008, cuando los tres prelados de la Iglesia extremeña acordaron dar su propia visión sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
Texto íntegro del comunicado de los obispos extremeños
1.- En este Adviento del Año de la Fe en que la Iglesia, bajo la guía del Papa Benedicto XVI, está empeñada en la Nueva Evangelización, nos dirigimos a los hombres y mujeres de Extremadura, donde el Evangelio ha arraigado con frutos fecundos a lo largo de los siglos y ha conformado nuestra propia historia y cultura. Queremos animarles a la esperanza, que se hace más necesaria en los momentos difíciles, como los que ahora vivimos con la crisis económica y social.
2.- Los Obispos de la Provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz mostramos, ante todo, nuestra especial cercanía a las personas afectadas por esta crisis: a los parados, sobre todo a los jóvenes y a los desempleados de larga duración, así como a los necesitados que han visto acabar sus prestaciones sociales. A ellos se unen ahora personas y familias que, hasta hace muy poco, podían hacer frente a sus compromisos económicos más comunes: el pago de su vivienda, de su hipoteca, de su alimentación y de los suministros básicos, agua, luz y combustibles, así como a la enseñanza y educación de los hijos; personas que cada día van engrosando dolorosamente las cifras de la pobreza en nuestra región, y a las que es preciso acompañar en su angustia, darles esperanza y de, alguna forma, hacerles ver que no están solas.
3.- La solución a estos graves problemas económicos y sociales corresponde ciertamente a la entera sociedad civil y, en primer lugar, a quienes en ella tienen funciones de gobierno a todos los niveles: los responsables de las administraciones públicas y de los mercados, los políticos, economistas, empresarios y dirigentes sindicales, y, en no menor medida, las entidades financieras y los organismos comunitarios europeos y mundiales, desgraciadamente muchas veces lejanos de los problemas y aspiraciones de los ciudadanos.
4.- Ciertamente, “la Iglesia -como señala el Papa Benedicto XVI- no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende ‘de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados’. No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación” (Caritas in veritate, 9); por esto mismo, los Obispos invitamos a todos, muy especialmente a los propios católicos y a las comunidades eclesiales de nuestra Región, a empeñarse de una manera más activa en ayudar a buscar vías de solución a esta crisis, y a realizar por ello una seria reflexión, a la luz del Evangelio. No se trata de señalar culpables de ella. En cierto modo lo somos todos por haber minusvalorado, en mayor o menor medida, algunos de los valores esenciales que engrandecen la dignidad de la persona. Con frecuencia se han ido sustituyendo por un sistema o estilo de vida en el que, dejando a un lado toda referencia a Dios, se relativiza todo comportamiento y se sitúa al ser humano en un individualismo cada vez más cerrado y volcado en lo terreno. Sin visión alguna de trascendencia no es posible la esperanza.
5.- En este ambiente, en el que impera de primacía de lo material, el éxito fácil y el olvido del esfuerzo, con las consiguientes carencias éticas y morales, con frecuencia nuestros semejantes no son considerados hermanos, sino simples competidores. Por ello se termina relegándolos socialmente a la hora de participar de manera justa de los bienes del mundo. En este ambiente, lo “políticamente correcto”, prima muchas veces sobre la Verdad y el Bien, y los deberes y exigencias personales son ignorados. En consecuencia se aprecian poco, cuando no se silencian, los comportamientos éticos ejemplares, donde la primacía de la persona y del bien común siempre se han tenido en alta estima.
6.- El Papa Benedicto XVI afirma que la “mentalidad que se ha ido difundiendo en nuestro tiempo, renunciando a cualquier referencia a lo trascendente, se ha mostrado incapaz de comprender y preservar lo humano. La difusión de esta mentalidad ha generado la crisis que vivimos hoy, que es crisis de significado y de valores, antes que crisis económica y social. El hombre que busca vivir sólo de forma positivista, en lo calculable y en lo mensurable, al final queda sofocado. En este marco, la cuestión de Dios es, en cierto sentido, ‘la cuestión de las cuestiones’. Nos remite a las preguntas fundamentales del hombre, a las aspiraciones a la verdad, la felicidad y a la libertad inscritas en su corazón, que tienden a realizarse” (Discurso al Pontificio Consejo para los Laicos, 25.11.2011).
7.- Por todo esto, creemos que la necesaria y urgente salida de la crisis económica precisa también un rearme ético y moral de valores que nuestro pueblo extremeño ha vivido a lo largo de los siglos como consustancial a su más genuina manera de ser, y que tiene, entre sus ingredientes principales, nuestras raíces y concepción cristiana de la vida.
8.- En ella ocupa un lugar primordial la verdadera familia, nacida de la unión de un hombre y una mujer, tan defendida por la Iglesia y tan atacada desde ciertos sectores ideológicos y políticos. Por ello, la familia ha resultado ser, como siempre ocurre, el único dique, el sólido sostén que ha funcionado razonablemente bien, a la hora de frenar la riada de calamidades económicas que nos han sorprendido a todos por su rapidez, su agresividad y su alcance en la presente crisis.
9.- Para ayudar a superar la actual coyuntura económica y social, considerando la desprotección legal en la que hoy se ve sometida la institución matrimonial y familiar, es imprescindible emprender y reforzar políticas de ayuda económica y social. Urge la protección a las familias más necesitadas ante el desempleo de muchos de sus miembros, mediante ayudas a la natalidad, a la compatibilidad de la adecuada atención al hogar y el derecho a un trabajo digno, en especial para la mujer; así como la prosecución de una mejor calidad del sistema educativo que abarque a todos.
10.- A ello ayudará también, por su significativo peso en nuestra Región, el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones de nuestros mayores, ya que están constituyendo, de hecho, un gran soporte para las maltrechas economías de bastantes familias que acuden a ellos buscando amparo en la crisis económica.
11.- Como hemos afirmado los Obispos españoles en nuestra pasada Asamblea Plenaria, “sin la familia, sin la protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone de manifiesto el ejemplo admirable de la solidaridad de tantas familias en la que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante como solo es posible hacerlo en el seno de una familia estable y sana” (C Asamblea Plenaria de la CEE. Nov. 2012).
12.- Ante el clima de desánimo en muchos sectores de la sociedad civil, así como ante los descontentos e inestabilidad social que percibimos en no pocos colectivos, es necesario propiciar mayores cauces de entendimiento de todos los grupos y sectores desde el ámbito político, económico, laboral y empresarial. Debe preocuparnos aunar fuerzas con las que ofrecer soluciones eficaces para remontar la crisis económica, pues esto es condición para un adecuado clima de cohesión social, imprescindibles para la convivencia pacífica en libertad.
13.- No queremos dejar de agradecer y animar a las parroquias y comunidades cristianas de nuestras diócesis, en especial a las Cáritas diocesanas y parroquiales y a cuantos en ellas trabajan, a proseguir en este gran empeño de servicio a los más desfavorecidos de la sociedad. Es deber de caridad promover la justicia y socorrer a los que sufren la pobreza, la marginación y cualquiera de las carencias que puedan poner en peligro el respeto a su inalienable dignidad personal.
14.- Queremos expresar también un especial reconocimiento al redoblado esfuerzo, más allá de los límites de los propios recursos, que están llevando a cabo otras instancias y asociaciones eclesiales, así como las comunidades de vida consagrada presentes en nuestra Región. Dios os pague esta gran dedicación que muestra el rostro samaritano de la Iglesia, y hace manifiesta la caridad como distintivo de la comunidad cristiana. En el conocimiento de Doctrina Social de la Iglesia, se encuentra siempre una luz imperecedera para el necesario compromiso social.
15.- Hacemos extensivas nuestra gratitud y aliento a las organizaciones de la sociedad civil, de iniciativa privada y pública, que están colaborando en este mismo empeño de ayuda a los más afectados por la crisis.
16.- La labor de la Iglesia, en la acción social y caritativa, siempre ha de nacer de nuestra identidad confesante de cristianos y está destinada, como beneficiarios, a todos los hombres y mujeres sin ninguna distinción. Por ello necesitamos de modo imprescindible la ayuda del Señor Jesús a quien acudimos confiados con nuestra oración. A Él, cuya venida esperamos en este tiempo de Adviento, “podemos dirigirle la palabra -como señala el Papa-, presentarle los sufrimientos que nos entristecen, la impaciencia y las preguntas que brotan de nuestro corazón. Estamos seguros de que nos escucha siempre. Y si Jesús está presente, ya no existe un tiempo sin sentido y vacío. Si él está presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de dificultades” (Homilía I Vísperas Primer Domingo de Adviento, 2009).
17.- Queremos terminar este comunicado de Adviento, confiando nuestros anhelos y esperanzas a la Santísima Virgen María, a quien invocamos con el querido y entrañable nombre de Nuestra Señora de Guadalupe. A Ella, que sabe como nadie de los sufrimientos y de las esperanzas de los hombres y mujeres de nuestra Región Extremeña, acudimos pidiendo su protección y le suplicamos que, como reza la popular oración de la Salve, nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre.
Con nuestro afecto y cercanía os aseguramos nuestra plegaria y os impartimos nuestra bendición.
† Santiago García Aracil
Arzobispo metropolitano de Mérida-Badajoz

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