“A quien tienen miedo es a Jesús, no a Pagola”
El sacerdote vasco es investigado por hereje a petición de los obispos
El teólogo José Antonio Pagola, llevado por la Conferencia Episcopal ante la Inquisición romana, se alegra cuando le digo que también a Jesucristo lo harían preso si osara volver. “Claro, el peligro no soy yo, sino Jesús. A quien tienen miedo es a Jesús, no a Pagola”. Le cito a Dostoievski y se entusiasma, como si acabase de leer en Los hermanos Karamázov, la historia del Gran Inquisidor. Ahí está la esencia de la inquina del poder imperial del Vaticano contra la Ilustración, la libertad y la ciencia moderna.
El sacerdote vasco es investigado por hereje a petición de los obispos
El teólogo José Antonio Pagola, llevado por la Conferencia Episcopal ante la Inquisición romana, se alegra cuando le digo que también a Jesucristo lo harían preso si osara volver. “Claro, el peligro no soy yo, sino Jesús. A quien tienen miedo es a Jesús, no a Pagola”. Le cito a Dostoievski y se entusiasma, como si acabase de leer en Los hermanos Karamázov, la historia del Gran Inquisidor. Ahí está la esencia de la inquina del poder imperial del Vaticano contra la Ilustración, la libertad y la ciencia moderna.
Dostoievski sitúa la acción en Sevilla, en los tiempos más pavorosos de la Inquisición. Un día, el cardenal inquisidor, vestido como un emperador romano, hace quemar a 100 herejes “a mayor gloria de Dios”. Los sevillanos asisten en silencio, hasta que reconocen a Jesús entre ellos. Lo rodean, entusiasmados. El viejo inquisidor no resiste la escena. Ordena arrestar a Jesús y que se lo lleven al caserón del Santo Oficio. “¿Por qué has venido a estorbarnos?”, le dice cuando lo visita de noche. Pagola: “Claro. Jesús estorba. La crítica más dura a la Iglesia no llega de fuera. Llega desde las palabras de su fundador. Hoy estaría con los que se están quedando sin nada. Un libro sobre el auténtico Jesús es peligroso, sobre todo si se vende”.
Almorzamos cerca de la sede de Comisiones Obreras en Madrid, donde Pagola ha hablado al congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII. “Busca un sitio sencillo. Voy a comer poco”, dice, como si diera por sentado que a un vasco de su tamaño, de aspecto tan sano a sus 75 años, lo querría llevar a restaurantes de abundancia.
“El detonante es que ‘Jesús. Aproximación histórica’ se vendía como rosquillas”
Nos hemos quedado colgados de la historia del Gran Inquisidor porque resume lo que ha pasado “con nuestra Iglesia”, reflexiona Pagola, con ese posesivo. “Nuestra Iglesia. Adoramos al crucificado ignorando a los crucificados de hoy”. Jesús predica la libertad. El Inquisidor se lo reprocha. “Los hombres se alegran de verse otra vez conducidos como un rebaño”, le dice. El Preso le da un beso en los labios. El viejo se estremece. Se dirige a la puerta, la abre y dice: “¡Vete y no vuelvas nunca, nunca!”.
Pagola publicó Jesús. Aproximación histórica en 2007 y todo iba bien hasta que el libro empezó a venderse. “Se está vendiendo como rosquillas”, advirtió un obispo a la Inquisición española. “Ese fue el detonante: ‘Que se vendía como rosquillas”.
Nacido en un muy humilde caserío guipuzcoano, el sexto de ocho hermanos, Pagola fue discípulo del cardenal Martini en Roma. También estudió en Jerusalén. Una cabeza privilegiada, que habla tres lenguas muertas y cuatro lenguas vivas, además de las suyas de origen (español y vasco). Fue vicario del obispo de San Sebastián (21 años con José María Setién y uno con Juan María Uriarte). Lleva vendidos 140.000 ejemplares de su Jesús en media docena de lenguas. En España es un libro clandestino, agotada la novena edición. En Navidad sale en Francia y están en marcha traducciones al ruso, japonés y croata.
“¡Estoy almorzando con un hereje!”. “No creo que lleguen a decir tanto, cuando se pronuncie la Inquisición romana, que ya lleva tomándose tiempo”. Se ha escrito que el cardenal Rouco y el obispo de San Sebastián, Munilla, dicen no haber leído su Jesús. “Si es verdad, malo; si mienten, peor”, le consuelo. “Déjelo estar”, replica. La atracción del hereje también está en su resistente paciencia.
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