Juan Masiá Clavel, teólogo
La Comunidad
JESÚS DESENGAÑA Y DESENMASCARA (cf. Jn 5 y 9)
Mi buen amigo, el P. Honda, el cura que lleva años viviendo en el barrio de los sin techo, hace una pregunta socarrona: “¿Qué decir en la homilía cuando toque leer la escena de Jesús a latigazos con los puestos de los cambistas?” (Juan 2, 13-25).
Este franciscano, que ha traducido con sabor popular el evangelio en el lenguaje de los cargadores eventuales del puerto, en Osaka, sabe de sobra la respuesta. Si lo leen en una comunidad de base, donde abunda gente en el paro, se animarán a indignarse. Si lo leen en el templo elegante donde ponen una vela a Dios quienes el resto de la semana la ofrecen al dios de la Banca, se quejarán diciendo que el párroco se ha vuelto socialista, que lo denuncien ante el Cardenal.
En una empresa española de afiliación eclesiástica (de cuyo nombre no haré mención, ni para escarnio ni para propaganda) despidieron el mes pasado a algunas personas amigas, que me lo cuentan apesadumbradas. El consabido recorte para salvar la crisis era el motivo; la reforma laboral, anunciada unos días antes, facilitó los medios. El empresario (de comunión diaria, para más inri) les avisó, “para su bien”, de que estaban despedidos in situ obligándoles a firmar los papeles de despido con un abogado coaccionándoles a ello.
De los contrario, irían a juicio y cobrarían por 20 días trabajados por año, según la nueva ley y no por los 45, algo que era totalmente falso según pudieron consultar con un abogado después; les recomendaron firmar su acuerdo con un despido por presunto mal comportamiento, porque de esta forma a la empresa “religiosa” no le quitaban las subvenciones adquiridas. Ante esa coacción firmaron, perdieron así sus derechos de reclamación.
Y volviendo a la pregunta del cura majo de Kamagasaki, ¿cómo leer el evangelio en tiempos revueltos? ¿Qué diría y qué haría hoy el indignado Jesús, el Galileo? Pues reaccionaría como cuenta el cuarto evangelista en los episodios del inválido de Puerta Ovejera (Jn 5) y el invidente de Siloé (Jn 9): desengañando y desenmascarando.
Dando ánimo a los engañados inmovilizados para que se desengañen y se pongan en pie. Desenmascarando a los que no se alegran de que el paralítico eche a andar y prefieren que siga tumbado en la esquina. Dando ánimo a las víctimas del engaño del mundo para que se cure su ceguera y desenmascarando a los engañadores que prefieren que el pueblo siga engañado y no despierte.
Al paralítico, que llevaba años esperando que alguien le diera la mano para entrar en la piscina, Jesús no le dio la mano, sino le dijo: “Levántate, porque tú puedes andar, aunque te hayan hecho creer que no puedes, carga con tu camilla a cuestas y que no se les ocurra prohibirte la entrada en el templo”. Al ciego de Siloé no lo cura milagrosamente, sino le dice: “Ve a lavarte a piscina. Los que te vieron con legañas te hicieron creer que estás ciego y enfermo; y encima le echaron la culpa a tus padres. Pero ni la enfermedad es castigo por el pecado, ni tú estás enfermo. Lo que necesitas es lavarte y no ir con la cabeza agachada. Anda y que no se les ocurra prohibirte la entrada en la sinagoga”.
A los engañadores, que no se alegran de que el inválido ande y el ciego vea, porque les trae cuenta que el pueblo siga engañado y sin protestar, Jesús los desenmascara. Explica muy bien Juan Mateos la importancia del versículo 39 como clímax de esta escena del capítulo nueve del evangelio según Juan: “Yo he venido a abrir un proceso contra el orden este; así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos”. Quienes presumían de ser luz y condenaron al paralítico y al ciego, son juzgados por la luz que desenmascara su oscuridad.
Pero, claro, las autoridades religiosas de aquel tiempo, casadas en la economía del templo con los poderes dirigentes de su sociedad, acusaron a Jesús de imprudente, revolucionario y blasfemo. La historia se repite cuando hoy contrastan en nuestra sociedad dos voces y actuaciones opuestas de “dos iglesias” incompatibles, a pesar de profesar como se supone la misma fe de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario