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domingo, 18 de diciembre de 2011

Proceso de paz y liderazgo… mirando a Gernika

 BIZKAIKO ABADEEN FOROA

El discurso de los (obispos) recién llegados obispos está ausente: no van por delante, no acompañan, no están. Pero, por suerte para la sociedad, hay grupos de base que han cogido el relevo. La iniciativa de tres horas por la paz que se va a celebrar en Gernika mañana, sábado 17, es una muestra de que la iglesia de base quiere estar presente en el nuevo tiempo. Presente sin monopolizar, sin imponer su verdad. Pero con liderazgo y presencia social para ayudar a que la paz se consolide. 

Jon M. Landa, * Profesor de Derecho Penal (UPV-EHU) y exdirector de Derechos Humanos (GV)

EN los procesos de paz, el liderazgo es fundamental. La lógica inercia de las posiciones ideológicas y el discurso político de parte, de trinchera, llevan al inmovilismo y a alimentar la propia parroquia tendiendo a dibujar una imagen del de fuera del propio espacio no solo como adversario sino incluso como enemigo. Esta dinámica en tiempos de violencia se agudiza y puede llegar a interiorizarse de tal manera en la sociedad que determine una polarización que todo lo tritura. Quizá este es el espejo en que todavía nos miramos en la sociedad vasca, en la que los bloques ideológicos están demasiado dibujados y en la que, hoy todavía, las palabras están envenenadas o, si se prefiere, cualquier manifestación de palabra tiende a ser clasificada y alabada, o demonizada, según se la adscriba a "mi bando" o al de "los otros".

La normalización del debate político requiere, no obstante, liderazgo. Para dejar atrás la violencia y los efectos de polarización belicista del debate político que aquella ha contribuido a agudizar, se requiere de personalidades, de auténticos líderes, que sepan ir rompiendo esa lógica del nosotros y vosotros. Se requiere también que sean capaces de adelantarse al cuerpo social y político que representan y contribuyan así a hacerlo avanzar por la senda de la paz. Y digo cuerpo social y político porque los líderes deben espolear en ocasiones a los partidos políticos pero también -e incluso con mayor necesidad- se precisan líderes sociales que muevan a las personas al margen de la lógica puramente partidista con la visión integral de hacer progresar a la sociedad entera hacia cotas de mayor integración y reconciliación.

Un sector particularmente activo en términos de liderazgo ha sido la Iglesia católica de Euskal Herria que, desde finales de la dictadura y hasta fechas muy recientes, ha contado con líderes que han sabido leer las claves de injusticia que nos atenazan y reaccionar con empatía. Su discurso y su aliento iba dirigido preferentemente a sus fieles pero también generaban un discurso de paz y reconciliación que compartían con la sociedad entera. Era un discurso que simultaneaba la atención a las reivindicaciones de justicia y paz en nuestro pueblo con la atención a todo tipo de causas sociales y morales que formulaban en un lenguaje inclusivo y compatible con aproximaciones al discurso de los derechos humanos en su visión integral de derechos civiles y políticos (primera generación de los derechos humanos), sociales, culturales y económicos (segunda generación) y, ya en su tercera generación, de valores de paz, solidaridad y cooperación con otros pueblos.

Esta visión integral incluía también una atención particular al problema de la violencia de motivación política que tantos sinsabores e injustas críticas les valieron. Su valentía evangélica y su coraje cívico les impulsó a decir, con humildad, su verdad en tiempos en que no se admitía más que el lenguaje del "blanco o negro". El pueblo, sin embargo, sabía reconocer, a pesar del ruido, la palabra de buena fe, el discurso de acompañamiento matizado, el respaldo en épocas de confusión: el liderazgo.

Hoy, sin embargo, los obispos de Euskal Herria más destacados en esa extraordinaria labor, han sido sustituidos en una operación de tabla rasa. Se han roto los vínculos de comunicación entre los líderes religiosos y buena parte del pueblo cristiano que estaba embarcado en su parte de corresponsabilidad por sacar a este sociedad de la dinámica de enfrentamiento. El discurso de los recién llegados obispos está ausente: no van por delante, no acompañan, no están. Pero, por suerte para la sociedad, hay grupos de base que han cogido el relevo. La iniciativa de tres horas por la paz que se va a celebrar en Gernika mañana, sábado 17, es una muestra de que la iglesia de base quiere estar presente en el nuevo tiempo. Presente sin monopolizar, sin imponer su verdad. Pero con liderazgo y presencia social para ayudar a que la paz se consolide.

En Irlanda del Norte, me comentaba una vez un miembro destacado de su Comisión de Desarme, la paz tenía nombres y apellidos. Personas concretas que supieron llevar a sectores sociales allí donde se empieza a fraguar la nueva Irlanda. El trabajo más difícil es a veces con tu propia gente, decía esta personalidad, pero ahí es donde se reconoce al líder. Las personas concretas que no se resignan, que siguen luchando por empujar hacia una sociedad reconciliada, que siguen soñando, son más necesarias que nunca. Por eso, mañana, en Gernika, hay una ventana abierta para la esperanza.

  

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