POR JOXE ARREGI, * TEÓLOGO - Domingo, 15 de Mayo de 2011
DEIA
LA justicia de la victoria o la victoria de la justicia. He ahí la opción inexcusable. Sí, ya sé que nada es tan sencillo, y que todo es como es. Pero hay un momento en que se nos ha de caer el velo de los ojos, como se le cayeron a Tobit las escamas de sus lagrimales en Caserín, cerca de Nínive, en el norte de Irak, cuando su hijo Tobías le aplicó el remedio de Rafael, el ángel curador; también se le cayeron a Pablo, el perseguidor: iba de Jerusalén a Damasco, cegado por la ira, llevando consigo cartas del sumo sacerdote para detener y encarcelar discípulos de Jesús y de pronto la luz le inundó el alma y se le abrieron los ojos y empezó a mirar con misericordia. De repente, como a Saulo, nos envuelve un resplandor del cielo y caemos a tierra, esta tierra santa y sufriente que somos, la misma Tierra de todos, y escuchamos nuestro nombre pronunciado con misericordia, se nos abren los ojos a la misericordia. LEER MÁS
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