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ATALAYA ENERO 2025

miércoles, 10 de septiembre de 2025

CRUZ Y TRINIDAD

fe adulta

col labrador

 

El diálogo de Jesús con Nicodemo (Jn 3,13-17) constituye una enseñanza cíclica que va adentrando al lector hacia un núcleo: creer en el Hijo del Hombre. Jesús le propone a Nicodemo ver el reino de Dios. Capta su atención (y la nuestra como lectores) al invitarlo a “nacer de nuevo”. La pregunta de Nicodemo “¿puede un hombre entrar en el seno materno de nuevo?” ha sido causa de muchas interpretaciones: desde la pregunta por la reencarnación hasta diferentes formas de continuidad de la vida. Jesús hace referencia a un nacer del agua y del Espíritu. Y abre con ello una serie de polaridades (humano/espíritu o lo alto y lo terreno, cielo y tierra...) que cuestionan acerca de cómo vincular estos polos aparentemente inconexos. ¿Cómo ser humano y vivir del Espíritu? ¿Cómo vivir en la tierra siendo ciudadanos del cielo? ¿Cómo entrar en el reino?...   Además se habla en términos temporales y espaciales: el que nace del Espíritu no sabe de dónde viene ni a donde va” (v.8). El texto plantea muchas preguntas a un maestro fariseo importante entre los judíos y así va generando cada vez más inquietud.

Las polaridades encontraran una posible relación en los versículos siguientes: Jesús es quien bajó del cielo y puede subir al cielo porque ha venido de allí (v.13). Dios amó al mundo y le dio a su hijo (v.16). Este subir y bajar, este envío, tiene una clara misión que podríamos llamar de integrar a los que creen en este vínculo, en esta distancia entre lo alto y lo terreno, entre el cielo y la tierra. Los creyentes han de dejarse guiar por el Espíritu para ser introducidos en esta relación entre el amor de Dios y la salvación del Hijo.

Desde este texto, la fiesta de la exaltación de la cruz que hoy celebramos solo puede comprenderse como una fiesta de la Trinidad que introduce a quienes creen en sus vínculos recíprocos. Mirar la cruz es mirar la salvación de una manera nueva: trayendo al centro la humanidad que asume y acepta todo lo que la vida le presenta, con sus dolores, rechazos y muerte. Podemos decir que entrar en el reino tiene que ver con nacer y obrar según el Espíritu, percibir la sabiduría del presente y creer en el Hijo del hombre. Mirar la cruz es contemplar a la Trinidad que introduce a su creación en sus vínculos de amor.

 

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