
La religiosidad popular actual, tan mezclada de la cultura consumista, es un espejo fracturado del Evangelio: refleja tanto la fe auténtica del pueblo como las distorsiones del poder y la alienación. Es un poliedro de luces y sombras que la Teología en la era de Francisco nos llama a discernir críticamente
Religiosidad Popular: ¿Opio o Semilla Redentora?
La religiosidad popular puede ser tanto un opio alienante y domesticador o una semilla de cambio personal y social, dependiendo de si despierta conciencia crítica o entretiene con un ritualismo que adormece a un Pueblo en el seguimiento de Cristo hacia el Reino de Dios.
La religiosidad popular sirve en tanto y en cuanto busca una identidad de Pueblo que recoge a los heridos del camino, que deja de ser sumisa y vivir de temores reverenciales para patear las mesas de los mercaderes del templo, que busca activamente la paz y el diálogo en vez de la callada aceptación del armamentismo y los tambores de guerra, que construye un mundo nuevo de justicia con las víctimas y descartados de la historia, en este momento especialmente con los migrantes del mundo, profetas de una nueva era de la historia.
Los riesgos actuales de una religiosidad popular que no evoluciona evangélicamente, incluyen el misticismo pasivo, el culto al sufrimiento y la manipulación política y clericalista. En cambio, su potencial liberador debe reencontrarse en la memoria que cambia las cosas, en la espiritualidad encarnada y en la teología desde los pobres, a quienes Jesús pone como centro de atención. A partir de Él, el centro está en las periferias y la actitud es la de hospital de campaña
Religiosidad Popular Actual: Luces y Contradicciones
Discernimiento Teológico: Preguntas Clave
Para discernir la autenticidad de la religiosidad popular, es crucial preguntar si acerca al pueblo a la opción por los pobres, si despierta conciencia crítica o adormece, y si es profética o funcional al sistema. La Religiosidad adormece cuando se encierra en un Misticismo pasivo: Peregrinaciones o fiestas patronales que se reducen a folclore sin compromiso (ej.: gastar millones en cohetes para la Virgen mientras hay tantas necesidades sociales).
También distrae con el Culto al sufrimiento, donde la imagen de un Cristo ensangrentado es usada para enseñar "resignación" pasiva en vez de lucha contra las causas de la cruz (pobreza, violencia). Finalmente, esteriliza cuando es un instrumento de manipulación política en la que Gobiernos o iglesias usan la fe popular para controlar al pueblo (ej.: el PRI en México con la Virgen de Guadalupe, o el fascismo católico en España). "La religiosidad puede ser usada para domesticar, si no se liga a la praxis liberadora" (P. Freire)
Religiosidad Popular y Migración: Una Crítica a la Xenofobia
La religiosidad popular puede ser manipulada para excluir a los migrantes. Se convierte así en parte de una idolatría nacionalista, traicionando el Evangelio y contradiciendo el ejemplo de Jesús como migrante. Las raíces idolátricas incluyen los actuales nacionalismos patrioteristas de moda que convierten la patria en un becerro de oro moderno y el uso de la Biblia para justificar la xenofobia, culpabilizando al pobre y al inmigrante, haciéndolos chivos expiatorios de sus proyectos egoístas e ignorantes.
Como gritaba Monseñor Romero: "Ningún gobierno tiene derecho a llamarse cristiano si hace de la frontera un muro de muerte". Una fe que no llora con los deportados, no celebra con los sobrevivientes y no lucha por la justicia con los migrantes, que renovarán nuestros países cansados y asqueados de consumismo, no es fe: es fascismo disfrazado de piadoso. Como escribió Casaldáliga: "El cielo tendrá fronteras abiertas o no será cielo".
Sanando la Religiosidad Enferma: Inclusión y Memoria
Hacen falta procesiones de Semana Santa que recuerden a los mártires actuales (ej.: en El Salvador, llevan fotos de Romero junto al Cristo yacente). Decía Gustavo Gutiérrez: "El pueblo no espera pasivamente su liberación: la celebra, la canta y la lucha en sus fiestas". Como ejemplos tenemos cómo en México, el Día de Muertos que honra a los caídos por la violencia del Estado, en Brasil, las romerías de la Tierra Sin Males mezclan fe y lucha por la reforma agraria.
Procesiones que no se vinculan a ninguna situación social de injusticia actual, son solo una anécdota pintoresca que entretiene, una vanidad identitaria que engaña. Para sanar las heridas del caminar y las enfermedades de la religiosidad popular, es necesario practicar la memoria subversiva, recordando que la Sagrada Familia fue pobre e inmigrante, y reformular ritos que los incluyan con sus bagajes de sabiduría. Hay que discernir si nuestras parroquias son albegues que incluyen o aduanas clericalistas y autorreferenciales.
¡El Pueblo de Dios es Teólogo, pero hay que Despertarlo! Porque La religiosidad popular no es inocente: puede ser instrumento del sistema o motor del Reino. La diferencia está en si lo mantiene de rodillas (adorando imágenes sin cuestionar ídolos del capital) o ayuda a levantar para caminar (como María, que tras la Anunciación "se fue de prisa" a servir – Lc 1:39). "Dios no quiere flores en los altares, sino justicia en las calles". (Frei Beto). El desafío es si nuestras comunidades viven una fe de adorno “identitario” o de lucha y si nos planteamos cómo convertir las tradiciones en herramientas de liberación permanente.
Guillermo Jesús Kowalski
Religión Digital
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