Se nos fue un gran teólogo y una excelente persona a los 91 años, de pluma afilada y cariño de abuelo. Algunos sentimos una cierta orfandad, especialmente los que le tuvimos como referente teológico, profesor o compañero jesuita. No puedo entender mi teología sin la lectura de sus escritos y los años de trabajo conjunto en Cristianisme i Justícia. Soy de otra generación, he ampliado el concepto de justicia a cuestiones no económicas según sensibilidades contemporáneas y he incorporado elementos ideológicos en el análisis de la realidad; pero él ha sido el maestro de muchos de nosotros porque hemos construido nuestra teología a partir de sus fundamentos.
Yo tomé con cierto temblor la responsabilidad de la dirección del área teológica de Cristianisme i Justicia cuando él lo dejaba, en 2012. Antes había sido también director de la revista Selecciones de Teología (desde 1968 hasta 1977) y profesor de la Facultad de Teología de Barcelona (Sant Pacià) donde también le seguí en estas responsabilidades.
Todavía le quedaba mucha energía e innumerables publicaciones por escribir, pero supo empezar a retirarse de cargos directivos. Eso sí, cuando analizábamos la realidad y pensábamos que debíamos decir alguna cosa desde nuestra línea teológica, él ya venía al cabo de muy pocos días con un artículo, un Papel o un Cuaderno. Publicó 37 en Cristianisme i justícia, y en torno a 30 libros. Respecto al número de artículos, sería una tarea de tesis doctoral contabilizarlos. Seguro que tiene un cajón lleno de textos póstumos. Fue colaborador habitual de La Vanguardia del 2006 al 2019, y enviaba constantemente artículos a CJ y Religión Digital. No dábamos abasto para publicar tanta producción.
José Ignacio, o Chalo como era conocido, ha sido un referente fundamental en las facultades de teología de España y Latinoamérica desde los años 70 hasta al menos los 2000, especialmente gracias a su cristología, “La Humanidad Nueva”, que tuvo su última edición en el 2016. Quiso aportar también una antropología con su “Proyecto de Hermano”. Otras obras remarcables fueron: “Acceso a Jesús”, “Vicarios de Cristo” o “Herejías del catolicismo actual”…
Su cristología sitúa a Jesús en el centro de nuestro acceso a Dios y de nuestra comprensión del ser humano. Y lo que nos revela Jesús es la opción preferencial de Dios por los pobres y la denuncia de los poderes económicos y religiosos. Por esta denuncia, Jesús y el cristiano se convierten -siguiendo a Metz- en “memoria peligrosa” y “memoria subversiva”. Lejos de ser el cristianismo el “opio del pueblo” pone a las víctimas y a los pobres en el centro de su discurso. Por ello, González Faus, provocativamente pero con perfecta coherencia evangélica, aplica el título de “Vicario” no al Papa de Roma sino a los pobres: estos son los verdaderos “vicarios de Cristo”, tal como nos advierte Mt 25. Los ricos de este mundo, en cambio, ponen el centro en el dinero, que es su verdadero ídolo. Esta idea inspiró un libro conjunto que él coordinó y que tituló “Idolatrías de occidente”.
Fue también especialmente clarificador su presentación de la historia de los concilios cristológicos (Nicea a Calcedonia) como un movimiento pendular entre “izquierdas” y “derechas” eclesiales, donde las definiciones dogmáticas seguían unos vaivenes desde la centralidad.
Su antropología quedó marcada por la condición idolátrica del ser humano que rompe desde los inicios de su historia la fraternidad. Por ello, ese título de “Proyecto de hermano” que denunciaba de nuevo la codicia de los ricos. La ceguera y el carácter “empecatado” del hombre actúan en él como constantes auto-justificaciones para eludir la responsabilidad; porque sí, somos “guardianes de nuestros hermanos” (Cf. Gn 4). Pero solo una voz profética incisiva, como la del profeta Natán dirigida a David, nos libra de la ceguera: “tú eres ese hombre” malvado, el rico que has robado la única oveja de aquel pobre hombre.
González Faus entendió su vida y sus escritos como la del profeta Natán. Por eso, el obispo Casaldáliga desde la selva amazónica le escribía una carta en 2002 donde le decía: “Tienes la indignación profética necesaria para sacudir abierta y cortésmente poderes y estructuras y omisiones.”
Nuestro teólogo empezó su investigación desde la patrística con la tesis: Carne de Dios. Significado salvador de la Encarnación en la teología de san Ireneo. Barcelona: Herder, 1969. (Tesis doctoral). Le gustaba recoger escritos de los santos Padres sobre los pobres y la denuncia de los ricos. Lógicamente, san Juan Crisóstomo ocupaba un lugar central.
Decimos adiós a un referente teológico indiscutible, a un profeta que era también hombre de profunda oración y fiel a su celebración de la eucaristía diaria a mediodía. Soñó con una Humanidad Nueva y una Iglesia renovada, y su sueño mantiene viva nuestra esperanza.
Jaime Flaquer sj., Universidad Loyola
Religión digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario