No sé, pero a lo mejor, como dice el refrán "aprovechando que...", quiero manifestar mis sentimientos, más que mis opiniones, pues a lo mejor no sabría fundamentarlas suficientemente, sobre lo que, para mí, se ha convertido en "la cuestión esencial". De nuevo el Sínodo se volverá a reunir durante los días 2-27 de octubre. No soy vaticanólogo ni estoy al día de lo que se cuece en las altas esferas de la Iglesia. Quiero manifestar, vaya por delante, mi total adhesión y confianza en el Papa Francisco. En este caso, además de hacerlo por simpatía personal hacia él, también porque el contenido de sus encíclicas, alocuciones y discursos no me dejan la menor duda de que se trata de un verdadero hombre de Dios. No sé, bien bien, lo que esta expresión significa, pero se lo oí decir muchas veces a mi abuela refiriéndose a hombres y mujeres cargados de una bondad y humildad fuera de lo común. Y creo que el actual Obispo de Roma derrocha por doquier ambas virtudes.
Dicho esto, no puedo dejar de decir que mi confianza en los resultados del Sínodo es exigua, por no decir nula. No en vano, son muchos siglos de anquilosamiento y de verticalidad férrea, por mucho que se haya pretendido "poner a Dios por testigo". Hay muchos adláteres en el propio Vaticano y también en la mayoría de las diócesis del orbe católico dispuestos a no ceder ni un ápice para que las cosas continúen "como era en un principio...". Y ya no es cuestión de que las decisiones que se tomen y las directrices que se marquen no sean impuestas ni formuladas solo por quienes se encuentran en la cúspide. El tema es más de fondo y más profundo. Si se me permite, me referiré a dos cuestiones o temas "estrella": nada menos que el Celibato opcional y la Ordenación de mujeres. Todo ello, si llega, será bienvenido, aunque, para muchos, ya sea tarde. Pero, bueno: nunca es tarde, si...., como dice el dicho popular.
La cuestión de fondo, para este humilde servidor, es acelerar la presentación del Evangelio como Buena Noticia. Pero, de verdad; no solo de nombre ni con letra minúscula.
Me temo que la vuelta de los clerygman, los hábitos eclesiásticos, las liturgias farragosas, los nuevos métodos de apostolado (Hakuna, Effetá, Retiros de Emaús, etc, amén de los ya existentes hasta el momento) no estén, que no lo están, por la labor. Lo primero e importante, para todos ellos, es dar gloria a Dios a través del culto, de la devoción y la piedad. Y, de paso, pedir para que se conviertan y vuelvan al redil los descarriados: LGTBI, divorciados vueltos a casar, curas casados, etc, etc. Porque intuyo que, para todos estos, lo que verdaderamente importa es la salvación eterna, que solo conseguirán aceptando de buen grado lo que la Iglesia ha dicho y ha mantenido desde siempre. No abramos demasiado la manga, creo intuir que piensan, no sea que se instalen en la molicie que "el mundo" vende como la mejor de las noticias. Eso, si: algunas dosis de voluntariado, de "compartiriado", lo llaman unos, estarán bien. Pero nada de "transformariado", para no ir más lejos, en la dirección, concretamente, de transformar estructuras injustas, no sea que ello lleve a resucitar al marxismo ateo.
A lo mejor me falta fe, me dirán algunos. Es posible o, más bien, seguro, pues nadie me conoce mejor que yo. Pero si el aumento de la misma me va a conducir por las vías que acabo de mencionar, "virgencita que me quede como estaba". Ojalá Dios me conceda más fe, pues la necesito, para comprender que Él es amor y que me necesita para que yo esparza dicho amor a mi alrededor, especialmente a quienes puedan estar más necesitados de ello. Porque, para eso, sí que hace falta fe. Y mucha. Además, no cualquiera, sino la que mueve de verdad montañas. Porque lo que está en juego es "la cuestión esencial".
Juan Zapatero Ballesteros
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