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jueves, 22 de febrero de 2024

LA LEY, EL DISCURSO Y EL RUIDO: UN CICLO MILENARIO SE CIERRA…


col zapatero

 

Tenía preparado para publicación este artículo el sábado anterior, día 10 de febrero. Un problema técnico, el sucesivo cambio en los contratos de hosting y una leve indisposición mía, no me han permitido publicarlo hasta hoy. Va dedicado aquí a quienes siguen buscando el sentido profundo desde su propio interior, no desde doctrinas y teorías ajenas. Con quienes me gustaría seguir dialogando en ATRIO esta última etapa de mi vida. AD.

Desde mi puesto de control de atrio, he empezado 2024, tras aquel editorial de Despedirse para renacer, con bastante calma y esperanza. Como decía, a falta de una institución que lo potencie y asegure, Atrio continuará sin mayores pretensiones, mientras se vea que es un lugar para el encuentro de personas que buscan sentido a lo real y no pretenden polemizar desde un yo hinchado. Así va siendo por ahora y a tantos y tantas agradezco su empeño en que vaya siendo así.

No me voy a prodigar escribiendo, pues dedico bastante tiempo a mis lecturas y meditaciones preferidas, esperando que de estas pueda salir algo clarificador para ir compartiéndolo aquí. Hoy, por ejemplo, en mi calmada y continuada lectura del libro de Alexander Grothendieck La llave de los sueños o diálogo con el buen Dios  (el PDF enlazado está disponible en la web https://agrothendieck.github.io/ creada por Mateo Carmona, que recomiendo vivamente. También pueden verse los textos de Grothendieck ya publicados en ATRIO: https://www.atrio.org/category/grothendieck/ ) he llegado a la página 470 (el libro tiene 950 páginas) y me he encontrado con este texto que ofrezco hoy a los lectores de Atrio, pues puede resumir el atrevimiento de la fe personal depurada que queremos sea dominante en Atrio. Mantengo el texto íntegro y exacto al original, resaltado algunas palabras con negrita para permitir un vistazo rápido, aunque este tipo de textos deben leerse detenidamente.

Espero que una cosa (entre muchas otras) que va a distinguir la espiritualidad de la nueva Era a punto de eclosionar de la “espiritualidad arcaica” de la Era que termina, es que incluso al hablar de cosas espirituales (o mejor dicho, ¡sobre todo en ese caso!) nos empeñaremos en llamar al pan, pan, y al vino, vino. Y lo poco que he podido entrever aquí y allá, un poco al azar, de la literatura llamada “piadosa” o “espiritual”, me parece que es como unos gigantescos “establos de Augías” que jamás hubieran sido limpiados, y que por eso tuvieran imperiosa necesidad de una seria limpieza. Lo profundo y lo superficial, lo auténtico y lo falso, el atrevimiento de la fe y el confort del conformismo, lo sublime y lo cursi, el desnudo rigor de la pasión por la verdad y la grasosa complacencia simulando humildad, y hasta la descarada mentira envuelta en unción y apología o la sanción de todos los abusos de las corrupciones de todos los crímenes, cuando los supuestos “intereses de la religión” (que carga con todo…) e incluso los de Dios mismo (que deja hablar…) están en juego – todo eso se codea y se mezcla tan inextricablemente, bajo la tierna mirada de las “autoridades” espirituales (desde el momento en que la pureza de la doctrina y de la fe está a salvo…), que en tal Estercolero aureolado de tradición, con el prestigio de lo inefable y de los valores eternos, raros son ¡ay! los que osan fiarse de sus propias luces para distinguir la paja del grano, o aunque sólo sea lo mejor de lo peor o lo excelente de lo mediocre.

Al que no le ha sido dado saber discernir uno de otro, o al consumidor gordo o distraído que no se preocupa de nada, incluso lo mejor, cuando así se confunde con lo peor, le produce los mismos efectos: un mismo lavado de cerebro eufórico y débil, efectos de “opio del pueblo” que a lo largo de siglos y de milenios los popes y los papas y los déspotas de todo pelaje han usado y abusado con profusión.

Por lo que he podido ver, ese lavado “espiritual” sólo se distingue, por sus efectos sobre lo mental y lo espiritual en el hombre, del lavado “ideológico” por las palabras nacionalistas o políticas reiteradas sin cesar, con el refuerzo también de toda una literatura edificante servilmente tallada a medida. Ambos testimonian un mismo espíritu, que inspira el mismo tipo de discurso: el “discurso edificante” que ignora al hombre para manejar las masas, que ignora y desprecia las facultades para tirar de los hilos de reflejos bien comprobados. Es el espíritu de rebaño dirigiéndose al rebaño, para cultivar en él la mentalidad de rebaño.

Y henos aquí que inopinadamente hemos vuelto al Moralizador: el discurso edificante es su discurso. E incluso “el mejor”, en cuanto se apodera de él para rumiarlo a su manera, se transforma como por milagro en un blablá insípido. Al principio, es verdad, ese discurso fue musculoso, y en verdad la espada no estaba lejos para apoyar lo que se dice. Pero las espadas más flamantes y pulidas se oxidan con el tiempo y terminan por deshacerse, y las palabras pierden su filo y se vuelven flácidos. ¡El desgaste de los Tiempos! Incluso el socialismo puro y duro, igual que los demás ismos, terminan por volverse flácidos – no escapan a ello igual que no escaparon las religiones, a las que suplantaron por un tiempo. Y en nuestros días son pocos a los que ese discurso, sea cual sea su color, no deja fríos, ¡de tanto que la especie humana ha sido atiborrada y sobre–atiborrada con él! El discurso fulgurante de la Ley se desgastó y se convirtió en el discurso edificante del predicador, que a su vez se desgastó…

Sin embargo, quien fue rebaño, rebaño se queda, ¡aunque sea un rebaño atiborrado! Y en su larga historia, jamás el hombre ha sido tan aprisionado y vaciado de sí mismo y rellenado y amasado, desmenuzado y dispersado a los cuatro vientos por tantos discursos tantas frases tantas palabras sonidos tachín–tachín notas fonemas que se abaten sobre él lo bombardean lo trituran lo proyectan lo dispersan bajo la incesante tromba de ruido de ruido de ruido – por la TV los periódicos los anuncios los transistores la radio las revistas los vídeos la publicidad las publicaciones los libros último grito las últimas noticias declaraciones conferencias entrevistas sensacionales confidencias con publicidad extra…

Es la delicuescencia final de la Era de la Moraldespués del tiempo de la Ley, hubo el tiempo del discurso edificante, que ahora se hunde en la apoteosis final del Ruido, consumición sin parar de día de noche de discurso–ruido y de ruido–ruido, discurso por el discurso y de ruido por el ruido…

Así el rígido orden de la Ley, antaño puesto como fundamento eterno e inmutable, se disgrega ante nuestros ojos y termina en ese Caos de Ruido. He aquí que llega el tiempo en que un ciclo milenario se completa y se cierra, y en que bajo el empuje de Dios y por un salto vital en nosotros, hombres llamados por el Hombre, un orden distinto se dispone a nacer del caos.

Escrito el 2 de septiembre de 1987 y publicado al final de la NOTA V titulada Clichés de espiritualidad (pp. 428-474) del libro citado.

Primeros comentarios de AD

1. Hay que considerar quién es escribe esta diatriba y contra quienes. Alexander es hijo de anarquistas apátridas, víctimas de la represión zarista y de la nazi después. Matemático genial, a los 44 años, tras 20 años en la cúspide mundial de la creación matemática, abandona la dirección, en 1970, de un Instituto creado por el gobierno francés para él, al enterarse que está subvencionado por el ejército francés. Se entrega unos años al activismo pacifista y ecologista, después a la espiritualidad oriental y budismo. Finalmente a la escucha de su yo interior profundo en sueños y flashes Un poco antes de empezar este libro (noviembre 1986) descubre que quien definía como El Soñador es el mismo día a quien él, como deísta, atribuía el origen de la creación, sin que pudiera establecerse una relación personal con él. Desde entonces lo sabe (más que cree por testimonio de otros) presente en su alma o psique, e invitándole a ser libre cocreador con Él. Se interesa por otros iniciadores de religiones y por místicos cristianos también. Lee obras de Teresa de Ávila, por quien siente simpatía pero mucha discrepancia. Y también las obras de otro matemático francés, Marcel Légaut,que le impresiona por la manera auténtica de ser seguidor de Jesús. Desde junio de 1987 Alexander convierte a Légaut en su hermano espiritual con el que modifica el esquema pensado para su libro, añadiendo conceptos propios de Légaut: misión personal, fe en sí mismo, pobreza radical de ser, distinción entre fe y creencias…

2. En esta su diatriba contra “popes y papas” que dirigen su rebaño de fieles, haciendo a seguidores un rebaño que sigan sus dogmas y mandamientos para fines de poder propio, incluye a otros maestros espirituales convertidos en gurús maestros de secta (Krisnamurti, iniciador de su interés por oriente) o a otras ideologías políticas o cientificistas.

3. La aceptación de la supremacía de Dios, principio trascendente de toda actividad cn el macrocosmo (dimensión 10^24) como en el microcosmo del ser humano (dimensión 10^-24), no es humillante dependencia, sino realidad pura y dura de la única manera de hacer grande al homo:el reconocimiento de que todo ser humano tiene su grandeza y poder creador no en sí mismo sino en lo que recibe de Dios. La libertad humana no se vulnera sino que se hace posible con ese reconocimiento, base y esencia de toda verdadera religión.

4. Y no me extiendo más. Me gustaría que todos vosotros continuarais estos comentarios. Me dirijo sobre todo a antiguos y nuevos -¿cómo te va, José?- atrieros.

 

Antonio Duato

Atrio

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