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miércoles, 10 de mayo de 2023

NO OS DEJARÉ HUÉRFANOS DOMINGO VI DE PASCUA. 14/5/2023 Jn 14, 23-29

fe adulta

col cruz tome


La comunidad de Juan siente que Jesús, al irse, no les ha dejado solos. Él sigue con ellos en otra dimensión. Y con Él, sienten la presencia del Espíritu de Dios en ellos. Para transmitirnos esa experiencia, elaboran este relato que trasluce su vivencia. Ponen en boca de Jesús lo que ellos están viven: “Yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros”. “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros”. El Evangelio de Juan une la marcha de Jesús a la casa del Padre (Resurrección) y Pentecostés (yo pediré al Padre que os envíe un nuevo Defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad).

El texto evangélico de hoy pertenece al discurso de despedida del Evangelio de Juan. En el momento que este Evangelio se escribe las primitivas comunidades cristianas están sufriendo las persecuciones y el martirio. Por eso necesitan un Defensor que hable por ellos, que salga en su defensa ante los tribunales. Este Espíritu de la verdad es nuestro defensor, fortaleza, consuelo y fuerza. Es la “impronta” de Dios en el ser humano. Su Presencia. Estará siempre con ellos y con nosotros para aconsejarnos, guiarnos y fortalecernos en la realización de la misión encomendada: implantar el Reinado de Dios en la tierra.

El Espíritu es el gran “don” de Dios al ser humano. El proceso evolutivo de la creatura humana avanza hacia la plenitud humana, plenitud espiritual. Hacia la plenitud humano-divina. Había sido anunciado por los profetas (Isaías, Ezequiel y Joel) que cuando se realizase definitivamente el proyecto salvador de Dios, el Espíritu sería derramado sobre "toda carne", es decir, sobre todos los humanos. Por tanto, el don, que es el Espíritu que Jesús Resucitado-Glorificado ruega al Padre que envíe a la comunidad, certifica y testimonia que Dios es fiel a su Palabra, a su Proyecto. Jesús de Nazaret es el modelo. El prototipo de la plenitud humano-divina.

Mi reflexión hoy ante el texto leído sobre la presencia del Espíritu en cada uno de los creyentes y en la comunidad es: No estamos solos. El Espíritu de Dios está siempre con nosotros. Estamos habitados por Él. ¿De verdad lo creemos? A mí me ayuda, para fortalecer mi fe, pensar: Que el Espíritu de Dios está en nosotros lo sabemos porque somos capaces de cumplir el mandamiento del amor a Dios en los hermanos. Somos capaces de vivir la fraternidad. El ser humano no es un lobo para otro ser humano, sino un hermano. Todos hijos de Dios y hechos a su imagen y semejanza. Todos iguales en la dignidad de ser hijos de Dios. Iguales pero diferentes. Unidad y diversidad juntas. Y esto no lo da la “carne”. Si cumplimos es que amamos, si amamos cumplimos. Somos semejantes a Dios si amamos como Él nos ama y porque Él nos amó primero. Nuestra bondad, buenas obras, ser capaces de hacer el bien, es el testigo, la transparencia de que Dios está con nosotros, que obra a través de nosotros. Que somos con Él y como Él. Que estamos ungidos como Jesús (Fr, Marcos). Dios está en nosotros y su Espíritu nos guía y fortalece. El abogado defensor al lado del acusado. No estás solo ante el peligro y dificultad.

Quiero acabar deseando que todos podamos decir como Jesús: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Que así sea.

 

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