Desde finales del siglo pasado, algunas Universidades están introduciendo una Facultad de Teología Comparada. No se trata de mostrar una paleta de pintor para que cada uno elija el color o los colores que más le gusten. Se trata de partir de la teología de la propia religión y compararla con la visión correspondiente de otras religiones Dios, salvación, muerte, vida eterna, pecado, castigo) para contrastarla con soluciones que amplían o matizan el propio punto de vista. Para ello, el profesor de cada tema teológico debe conocer bien otras religiones además de la propia.
Se ha superado la creencia de que la propia religión representa la verdad total y ofrece el único camino de salvación. Extra ecclesia, nulla salus, Fuera de la Iglesia no hay salvación, decía todavía Benedicto XVI.
El pensamiento actual es que cada cultura, en sus circunstancias particulares, ha ido plasmando y socializando su espiritualidad, en sus creencias, ritos y preceptos. Dios se ha manifestado a cada pueblo por medio de personas especialmente sensibles y abiertoas a la escucha. “Dios habló en otro tiempo a nuestros antepasados por medio de los profetas, y lo hizo en distintas ocasiones y de múltiples maneras” (Hebreos 1,1) aunque el autor de este texto sólo pensara en el pueblo judío.
En consecuencia, cada religión es camino de salvación para cada pueblo. Entonces ¿dónde quedan los textos paulinos que presentan a Jesús como único camino de salvación? Los teólogos han tratado de compatibilizar estos textos con la evidencia actual del pluralismo religioso; y propusieron el “inclusivismo”, según el cual los creyentes de otras religiones se salvarían también en Cristo; serían como “cristianos anónimos”.
Estas explicaciones nos resultan hoy un tanto farisaicas; preferimos decir que Pablo habla en el ambiente judeocristiano y su teología es válida para los que pertenecen, o eligen pertenecer; a esa cultura. Su teología se compone de teselas para conformar el puzle cristiano, pueden no encajar en el puzle hinduista o musulmán. Así como algunas teselas no encajarán en el puzle cristiano.
Dios es un Misterio inabarcable por el hombre. Nosotros sólo captamos algunos aspectos que nos resultan comprensibles, porque se parecen (mejor dicho, fundamentan) nuestros mejores valores éticos. Pero según sus propias experiencias cada religión destaca algunos aspectos menos aceptables para otras.
El Islam, como su mismo nombre indica, destaca la sumisión a Dios. El cristianismo está más condicionado por el niño de Belén y por la invocación Abbá, papaíto, y olvida esa sumisión (hoy incluso parece que la rechaza).
El cristianismo de gran importancia a un Dios personal, mientras que las religiones orientales creen en un Dios impersonal, que explica mejor la experiencia mística de la identificación del hombre con Dios. Los místicos cristianos reconocen esa ientificación pero han tenido que contentarse con una especie de unión conyugal con Dios.
En la práctica, la cultura de nuestro mundo occidental, desde el que estamos dialogando, nos lleva a considerar las diversas religiones como verdaderas relaciones con Dios, igualmente salvíficas. Sus creencias, ritos y preceptos son parcialmente válidos, como los nuestros; aunque si prescindimos de los detalles y vamos solamente al fondo encontraremos una espiritualidad común arraigada en la conciencia.
El diálogo interreligioso nos muestra aspectos de Dios menos apreciados en nuestra religión, nos permite apreciarnos como hermanos, y multiplica la eficacia para superar las grandes injusticias que se cometen (que cometemos) en nuestro mundo actual.
Gonzalo Haya
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