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martes, 21 de marzo de 2023

CURA Y SEÑORA CON HIJO

ECLESALIA

col rollan

 

Sacerdocio en familia de oriente a occidente

Iba en zapatillas por los pasillos del Vaticano, somnoliento, sin afeitar y andando de forma acelerada. Llegaba tarde a su oficina pontificia pues se quedó dormido después de apagar el despertador. Había pasado una mala noche porque el peque no consiguió soltar los gases hasta muy tarde y permaneció en sus brazos hasta que consiguió dormirse. Llevaba unos papeles en una mano y en la otra la llave de su despacho. No había podido desayunar y eso le hacía estar en inferioridad de condiciones. Caminaba serio pero seguro de que iba a conseguir llegar a tiempo cuando, sin esperarlo, se cruzó con Francisco a pocos metros de poder fichar. Se paró, claro está, respetuoso pero sin mayor protocolo después de que el propio papa le dijera, la primera vez, que no hacía falta. El Sumo Pontífice le preguntó qué tal estaba, apercibido por su rostro fatigado; Jorge Mario entendió rápidamente que no había descansado suficientemente. Luego se interesó por su señora y su hijo y así pasaron unos minutos antes de continuar su marcha y, por fin, llegar con retraso a su puesto de trabajo.

Por la tarde, ya en casa, se enteró de que había salido en todos los medios después de que Infobae entrevistara al papa. Resulta que, entre la cantidad de asuntos por los que Daniel Hadad preguntó a Francisco estuvo, una vez más, el de la posibilidad de que los sacerdotes estuvieran casados. El periodista orientó la pregunta hacia la necesidad de que más gente se sume al sacerdocio, algo nada original y muy manido, que enseguida el papa se encargó de redirigir para constatar la existencia de sacerdotes casados: “Todo el rito oriental. Acá en la Curia tenemos uno —hoy mismo me lo crucé— que tiene su señora, su hijo. No hay ninguna contradicción para que un sacerdote se pueda casar”.

Mientras cambiaba el pañal a su pequeño, escuchó toda la entrevista para ver “dónde salía”. Sí, ahí estaba; Francisco había hablado de él y todo el mundo se había enterado. “El celibato en la iglesia occidental es una prescripción temporal: no sé si se resuelve de un modo o de otro, pero es provisoria en este sentido; no es eterna como la ordenación sacerdotal, que es para siempre, te guste o no te guste”. Hacía tiempo que no entendía cómo podía ser tan cuestionada una vida como la suya en occidente. Recordó los primeros días en la Santa Sede, cuando paseaba en familia y era observado de forma diferente a los demás curas. No parecía normal, se sentía, en cierto modo, juzgado; en más de una ocasión le tocó dar explicaciones y no siempre fue comprendido.

El sacerdocio no es una prescripción temporal, es eterna; la obligación del celibato es algo que puede terminar, había explicado Francisco. Sus palabras despertaron en él la esperanza de que su forma de vivir pronto se haría costumbre. Le vino a la memoria alguna de las conversaciones con compañeros de la curia sobre la relación entre su estado civil y su vocación religiosa, que cómo podía entregarse totalmente a los demás estando casado, que hasta qué punto le suponía una distracción atender a la familia, que cómo podía vivir su sexualidad y la entrega incondicional a la obra de Cristo…

Él siempre tuvo claro, como aquella mañana, que las cosas de Dios van en zapatillas, que Dios es, sobre todo, familia y que, como había sentenciado el papa en la entrevista “el celibato es una disciplina” solamente. Esta vez albergó la posibilidad de que pronto tendría nuevos compañeros con los que compartir también las cosas de casa y, por qué no, compañeras con las que entender que su ordenación sacerdotal hace tiempo que era también para siempre.

Hadad había añadido a la respuesta del Pontífice la cuestión sobre la revisión de la norma disciplinaria y Francisco, sin dudarlo, había respondido “Sí. Sí. De hecho todos los de la iglesia oriental están casados. O los que quieren. Ahí hacen una opción. Antes de la ordenación la opción por casarse o por ser célibes”; él mismo le había contado al papa cómo se conocieron y vivieron su amor antes de casarse y ser ordenado sacerdote. Sí. Sí. Es cuestión de tiempo. ¡Llegará!

 

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