en su blog
Descansaste el pasado domingo (18.12), mientras estabas celebrando tu última misa en la Merced de Valladolid. No pudiste seguir, te llevaron, y así acabaste tu misa en el cielo, mientras José Ignacio te sustituía en la iglesia. Escribí una nota de triste y gozosa despedida en RE y en FB.
Al poco me llamó Manolo, tu vicario en la Merced de Brasil, llorando. Poco más tarde Joséagustín, Vicario de la diócesis de Bilbao, párroco de tu parroquia, Mendexa, emocionado. Ha llamado también Estrella, amiga común de la Merced,en Valladolid y Barcelona, que visitaba a tus refugiados, emocionada, poniéndome un mensaje de voz de la formadora , llorando y recordando el momento en que te sacaron en hombros, a tí, su amigo, superior y abuelo, sintiéndose nuevamente huérfanos…
Me ha llamado también Justo, tu Provincial de Castilla: ¿por qué no me mandas una nota para el Boletín? Esta puede valer. Otros muchos me han llamado, preguntando por ti, diciéndome que te han querido, que han recibido tu amor y te siguen amando. Pero, en este momento, en RD y FB,sólo voy a recordar a José Ignacio, tu Txino, Provincial anterior, amigo y compañero común, de gozos y trabajos. Tú ya conoces su carta, pero quiero ponerla aquí, en mi blog y en mi FB, para que la vean nuestros amigos, y se alegren contigo, mientras dejan que resbale una lágrima de sus ojos.
¡Qué bien escribe nuestro Txino, qué bien te recuerda! Seguro que aprendes cosas mientras lees su carta. En tu nombre quiero darle gracias. Y los dos y otros muchos te damos gracias a ti, diciéndote "aupa, agur, lazter arte. Oroiz gutaz, Koldo Laguna.
¡AUPA KOLDO! (José Ignacio Postigo Cacho)
Religión Digital
El mismo domingo que él era capaz de beber el cáliz del Señor yo apuraba el suyo. Su último cáliz. Él me lo tenía preparado y Dios se lo tenía a él. Nadie se hubiera imaginado, cuando se retiró mareado tras las peticiones en su misa de nueve, que le esperaba la repentina muerte a las cuatro de la tarde con la tranquilidad de quien ve una final del mundial en la que no jugaba su Athletic.
Últimamente había cantado mucho su himno para intentar que el P. Elie -que acompañó su último aliento- y yo aprendiéramos al menos alguna frase: Athletic gorri ta zuria… La muerte llamó a su puerta y se lo llevó en un último suspiro indoloro y rápido. No sufrió -y siempre recurrimos a eso cuando buscamos algún consuelo- y dejó en nosotros muchas huellas, entre ellas la de un hombre que no hacía de sus sufrimientos corporales una excusa para buscar la compasión. Veía poco y mal, pero sonreía a lo lejos. Tenía dos rodillas nuevas que le daban una guerra casi diaria, pero mantenía el equilibrio como podía haciendo ejercicios detrás del altar mientras celebraba la eucaristía.
Se le iba yendo la voz por la fatiga, pero cantaba a pleno pulmón y a capela con el pueblo, como a él le gustaba: Si el Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? ¿quién me hará temblar? El Señor es la defensa de mi vida… Le habían operado un par de veces de un tumor en el cerebro, pero nunca lo utilizó como atenuante de sus despistes, cada vez más frecuentes.
También estaba operado de estómago a vida o muerte, y metieron mano más de una vez en su corazón, en todos los sentidos, físico, quirúrgico, metafórico, simbólico, todos. Le falló por trabajar tanto con él y tras tantas cicatrices es normal que terminara estallándole. Porque le dolía mucho todo lo que de herida tiene lo humano: la pobreza, la violencia, el abuso de poder, el orgullo y la presunción. Era un hombre bueno, machadianamente bueno, entrañablemente bueno. Cabezota como ninguno. Vete tú a convencerle de que vaya al médico. Convéncele de que tiene que pasear por el Canal si te atreves.
Le gustaba lo sencillo y huía de lo altisonante y la parafernalia; rumiaba el lenguaje litúrgico de las celebraciones y se lo devolvía al pueblo regurgitando frases bellas y reales que entendía todo el mundo, y no se cansaba de hacerlo, domingo tras domingo. La dichosa pantalla que –tecnológicamente- le traía por la calle de la amargura se convirtió en gran aliada de su discurso. No hace mucho celebrábamos sus bodas de oro y el cariño de esta parroquia vallisoletana, tras veintidós años de servicio, se hizo más evidente que nunca; y pasaron ante el altar decenas de imágenes que tenían que ver, todas, con su vocación incansable de servicio: Brasil, Bilbao, Valladolid.
Para los niños, caramelos y abrazos. Para los mayores, una palabra de ánimo y saludo, sentado a la puerta de la iglesia mientras tomaba el sol de la tarde primaveral o veraniega. Para nuestros chicos migrantes, el abuelo juguetón y bromista, cariñoso y cercano, sincero también y transformado en padrazo corrector cuando hacía falta. Antes de las comidas no era raro verle hacer cosquillas a Suley o echar la zancadilla al primero que pasaba por allí.
Nuestros chicos han llorado su muerte tanto como nosotros, y portando a hombros su féretro le han hecho el mejor homenaje que se puede hacer a un hombre.
Postulantado de Sarria: Ensiende lus que no encuentro la pijama. Estos son sus inicios en castellano, que comentaba con cualquiera que le hablaba de lo difícil que es el euskera, jocosamente; ese castellano que al final bordó y que utilizaba gramaticalmente tan bien como su lengua natal. No en vano era un fidelísimo seguidor de Pasapalabra. Bueno, y estaba en Pucela, que no se diga…
Hombre de caserío y de mundo, no se le puede entender sin esa mezcla preciosa de sidra natural de Mendexa y buen clarete de Cigales, selvas amazónicas brasileñas y playa de Carraspio, boquerones del Txoco lekeitiarra y chuletillas de Fuensaldaña. Se hacía a todo y a todo bien, o sea que podemos imaginarlo curtido en mil batallas parroquianas, misioneras, noviciales y formadoras, y acertamos. En todo buen maestro, de los de pueblo, ya sea montañés o estepario. Siento mucho que le haya faltado cumplir uno de sus grandes sueños: conocer Roma. Hicimos lo posible pero al final se le ha llevado la vida sin pasear por el Foro.
Fue duro para él este último verano de 2022, y estoy convencido de que, a medida que el edificio de Lekeitio se iba derrumbando, su corazón iba demoliéndose un poco también. Tengo la intuición de que en el fondo ni Dios ni él querían permitirse ver aquello convertido en un solar, el último rincón oficial mercedario euskaldún que nos quedaba. Sigue habiendo mucha presencia escondida y casi anónima. Morirse le ha evitado el disgusto, pero le preferíamos vivo con lágrimas y todo.
Tengo su última txapela, con permiso de su familia. Nos enzarzábamos siempre por dos motivos: la política y el fútbol. Me encantaba picarle invitándole a seguir mi postura abstencionista en todas las elecciones y él entraba al trapo como un miura, así, de frente. Luego me echaba en cara que mi pasión deportiva se inclinara a lo guipuchi, dado mi pasado txuriurdin que nunca me perdonó. Pero entre bromas y veras ahí andábamos queriéndonos, viviendo y conviviendo los tres con nuestros parroquianos, educadores, africanos, venezolanos y las gentes de todo pelaje y condición que por aquí se acercan.
Con lo poco que le gustaba celebrar a él la memoria de los santos ni mucho menos estas líneas pueden pretender ser una hagiografía… es el sencillo y sincero homenaje a un hombre, un buen tipo, un buen fraile, un buen agüelo, al que en los funerales le gustaba no hablar del muerto, sino de la resurrección en general. Por eso yo ni te he nombrado hasta ahora, querido hermano y amigo Koldo resucitado. Descansa en la paz que te mereciste y por la que tanto luchaste.
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