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jueves, 5 de mayo de 2022

Discurso del Papa Francisco sobre el sacerdocio (2)

 

Rufo González

Redes Cristianas

Sacerdotes casados y célibes tienen las mismas “columnas constitutivas”
Cuando el Papa habla del sacerdocio ministerial habla para todos los sacerdotes de la Iglesia católica. En la Iglesia Occidental hay sacerdotes casados, unos legalizados (los procedentes de otras confesiones cristianas) y otros con ministerio legalmente impedido, excepto para administrar el sacramento de la Penitencia en peligro de muerte. La Iglesia Oriental acepta el sacerdocio de casados.

Por ello, el Vaticano II recalca que en ella “hay también presbíteros muy beneméritos casados” (PO 16). Unos y otros leen como dirigido a ellos el discurso de Francisco en el Simposio “Hacia una teología fundamental del Sacerdocio” (Roma 17.02.2022). “Cuatro cercanías” (a Dios, al obispo, a los sacerdotes y al pueblo) son “lo decisivo para la vida de un sacerdote hoy”, “los cimientos sólidos”, “las actitudes que dan solidez”, “las columnas constitutivas de nuestra vida sacerdotal”.

En este discurso hay una evidencia: el celibato no es exigido como integrante esencial de estas “columnas constitutivas de nuestra vida sacerdotal”. Sólo al tratar la “cercanía a los sacerdotes” tiene una alusión marginal al celibato: “Me atrevería a decir que ahí donde funciona la fraternidad sacerdotal y hay lazos de auténtica amistad, también es posible vivir con más serenidad la elección del celibato. El celibato es un don que la Iglesia latina custodia, pero es un don que para ser vivido como santificación requiere relaciones sanas, vínculos de auténtica estima y genuina bondad que encuentran su raíz en Cristo. Sin amigos y sin oración el celibato puede convertirse en un peso insoportable y en un anti testimonio de la hermosura misma del sacerdocio”.

Subraya, pues, la posibilidad de “vivir con más serenidad” el celibato si “funciona la fraternidad sacerdotal y hay lazos de auténtica amistad”. Lo mismo puede decirse del matrimonio: “donde funciona la fraternidad sacerdotal y hay lazos de auténtica amistad, también es posible vivir con más serenidad la elección del matrimonio”. Es lo que hacen los sacerdotes casados de toda la Iglesia. Es lo que vienen haciendo las Asociaciones de Sacerdotes secularizados por todo el mundo. Así lo refleja Moceop en sus “Aportaciones al Sínodo” la sinodalidad:

“Los sacerdotes secularizados estaban invisibilizados socialmente, olvidados e incluso denigrados por la jerarquía. Se nos calificó de desertores, traidores, renegados. Solo contados obispos, con espíritu acogedor, aceptaron nuestra existencia y animaron, como el cardenal Lorscheider: “Adelante; sois pioneros de una nueva Iglesia”. En Moceop nos íbamos encontrando en reuniones y convivencias locales, regionales y en congresos nacionales e internacionales, creando lugares y espacios de comunidad y familia y madurando una realización personal y un compromiso profético eclesial de crítica constructiva, mezclada de utopía.

Había otra urgencia importante: visibilizar a otras personas afectadas, más o menos directamente, por la ley del celibato: mujeres, familias, hijos. A través de los medios de comunicación fuimos poniendo rostro a todas las personas vulnerables desconocidas. La acogida cálida y el acompañamiento a parejas y familias que comenzaban una nueva etapa en la vida laical, fue otra apuesta cuidada y mantenida. Ayudados por teólogos, biblistas, espiritualistas, fuimos reflexionando, primero sobre el celibato obligatorio, analizada e interiorizada como una ley injusta, con lo cual cuestionábamos lo establecido y, además lo declarábamos públicamente. Esto suponía situarnos en una cierta marginalidad institucional. Aun valorando el celibato como carisma, nos parecía que no se podía prohibir el amor a ningún ser humano, menos aún regularlo con leyes. El amor es un derecho humano y un don de Dios, que la Iglesia no puede acotar. La opcionalidad del celibato, es lo que se debería proponer como práctica libre” (7 de abril de 2022. Su revista, “Tiempo de hablar. Tiempo de actuar”, publicará el texto completo próximamente).

Que “el celibato es un don que la Iglesia latina custodia” es una afirmación imprecisa por apariencia de exclusividad e indeterminación. La Iglesia oriental también lo custodia. Más aún: todas las Iglesias cristianas lo “custodian” y valoran siguiendo el Evangelio: “hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda” (Mt 19,12c). La Iglesia latina “custodia” el celibato “obligatorio” para el sacerdocio ministerial. La Iglesia oriental “custodia” lo mismo sólo para los obispos. Las otras Iglesias cristianas custodian el celibato “opcional” para todos.

El celibato “obligatorio para el ministerio” no concuerda con la conducta de Jesús: “el Nuevo Testamento, en el que se conserva la doctrina de Cristo y de los apóstoles, no exige el celibato de los sagrados ministros, sino que más bien lo propone como obediencia libre a una especial vocación o a un especial carisma (cf. Mt 19,11-12). Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los doce, como tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (cf. 1Tim 3,2-5;Tit 1,5-6)” (Encíc. Sacerdotalis coelibatus, 5). Dada la conciencia adquirida hoy sobre derechos humanos, hay que decir que la disciplina del celibato obligatorio para el ministerio atenta contra uno de los derechos humanos “universales e inviolables”, que la misma Iglesia recoge en el Vaticano II (cf. GS 26).

Lo lamentable sigue siendo la pobre “parresía” (`libertad para decirlo todo´, franqueza, valentía, libertad confiada) de muchos obispos y Conferencias Episcopales. El teólogo laico, casado, padre de tres hijas, Decano de la Facultad de teología de Friburgo (Suiza), Mariano Delgado, ponía el dedo en la llaga en RD: “quizá deberíamos tener más en cuenta que en el `Concilio´ de Jerusalén, del que hablan los Hechos de los Apóstoles, había más parresía por amor a la Evangelización, que es la razón de ser de la Iglesia según Lumen Gentium 1, que en las Conferencias episcopales actuales. Mientras que Pedro debe vigilar por la `unidad´, Pablo debe luchar también hoy por la inculturación. Necesitamos siempre a los dos. Pero muchas veces se han buscado obispos con el perfil de Pedro y no de Pablo: se ha privilegiado más la ortodoxia y la obediencia cuasi de obispos-funcionarios eclesiales que la audacia y la inculturación de los pastores que huelen a su rebaño y lo conducen a nuevos pastos” (RD 11.11.2019 José Manuel Vidal).

¡Qué difícil encontrar obispos que pidan cambios de leyes clericales! Siempre detrás, pegados a la ley, negando derechos humanos incluso, permitiendo que las comunidades estén supeditadas a los servidores, cuando tendría que ser al revés… La sociedad no puede comprender que, ante los miles de sacerdotes y obispos secularizados por una ley humana (mejor: inhumana), los dirigentes de la Iglesia no quieran cambiarla. Todo el mundo sabe que dicha ley no procede del Evangelio ni del mandato de Jesús ni de los Apóstoles. Se prefiere el dominio de la autoridad sobre el sexo -gran abuso de poder- a la libertad del Evangelio. Esperemos que el ejemplo de la Iglesia alemana anime a muchas Conferencias Episcopales a actuar en su misma línea en el próximo Sínodo.

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