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viernes, 1 de octubre de 2021

DEL JESÚS REAL AL CRISTO IMAGINADO (I)

FE ADULTA

col fraymarcos art

 

INTRODUCCIÓN

Vamos a tomar conciencia del abismo que los seguidores de Jesús traspasaron al dar el salto de Jesús de Nazaret y a Cristo divinizado. Mi pretensión es que tomemos conciencia del hecho, no de dar una explicación convincente. El salto fue inevitable desde el momento que en la experiencia pascual vivieron un realidad de Jesús que no se puede deducir de lo que habían visto y oído de él.

Los evangelios dan por supuesto que hubo una continuidad entre Jesús y la primera comunidad de sus seguidores. Dan por sentado que el domingo de Pascua antes de amanecer se apareció Jesús a las mujeres y por la tarde se apareció a los apóstoles ya reunidos. Nada más lejos de  la realidad. Sus seguidores eran todos galileos y como nos dicen los evangelistas, todos lo abandonaron y huyeron.

Naturalmente se marcharon a Galilea. Tanto Jesús como sus seguidores eran todos galileos, habían venido a la fiesta. Si no hubiera pasado nada al día siguiente todos habían vuelto a sus casas. Los acontecimientos adelantaron la vuelta. El domingo por la mañana, aún no habían dejado de correr huyendo de la quema.

Pero si no hubo continuidad, ¿cómo se explica ese paso desconcertante? ¿Cómo pudieron pasar de la experiencia del fracaso más rotundo a verlo como triunfo absoluto? Ese paso no tiene explicación posible. Fue consecuencia de una serie de factores que concluyeron en ese convencimiento de que aquel Jesús con el que convivieron durante tres años, era mucho más de lo que habían pensado. El problema surge cuando tratan de comunicar a los demás ese “plus” que descubrieron en Jesús en la experiencia pascual.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que nunca hubiera pasado por la cabeza de un judío la idea de un hombre divinizado si no se hubieran encontrado con gran número de hombres divinizados en las culturas y religiones del entorno. Sobre todo en los grandes imperios de Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma, se había divinizado a cientos de personajes que se habían vistos como extraordinario. La divinización no fue un invento de los cristianos, fue una imitación de otras religiones. ¿Cómo entendieron ellos ese lenguaje que utilizaron?

¿No os parece un poco ingenuo seguir pensando que todos esos casos no son más que engaños y que solo el nuestro responde a una realidad objetiva y trascendente? La divinización de Jesús es un intento de decir de él todo lo que estaban viviendo las primeras comunidades de seguidores. Para hablar de lo que había de sobrehumano en Jesús no tuvieron más remedio que aprovechar los relatos ya disponibles y utilizar un lenguaje que pudieran entender los que no habían tenido la experiencia.

Ellos no se equivocaron al actuar de ese modo porque no tenían otra opción.  Nos equivocamos nosotros cuando hemos dado sentido real y físico a esas expresiones míticas. No hay ningún inconveniente en seguir hablando de Jesús como Señor, Mesías, Hijo de Dios, etc. con tal de que lo entendamos como apuntes que nos lanzan más allá de los sentidos y la razón pudieron descubrir en él.

El mensaje de Jesús no fue entregado en unas tablas de piedra, como los diez mandamientos. Fue un utopía irrealizable y por lo tanto, ilusionante y frustrante a la vez. A la hora de trasmitir esa propuesta no nos debe extrañar que se dieran infinidad de interpretaciones. Es más, todo lo que ha llegado a nosotros son interpretaciones y nosotros tenemos que seguir intentando nuevas interpretaciones más acordes con la persona del Jesús real.

Lo que fue Jesús es imposible meterlo en conceptos, por eso se intentó una y otra vez hablar de él por medio de metáforas, signos, mitos… Jesús fue seguramente el ser humano más extraordinario de la historia, pero la comprensión de su figura estuvo limitada por los condicionamientos de sus seguidores. Al ser todos judíos, se vieron en la necesidad de interpretarlo según su religión y su cultura.

¿Podemos conocer con certeza algo del Jesús real que anduvo por Galilea? Directamente no. No se conserva absolutamente nada de él. Tampoco escribió sobre Jesús nadie que le conociera personalmente. Los primeros escritos que han llegado a nosotros sobre él son de Pablo y fueron escritos unos veinte años después de su muerte. Pero Pablo no quiso saber nada de Jesús real, más bien presumía de no haberle conocido. Pablo empezó la cas por el tejado, predicando directamente a Cristo glorificado. Es imposible que Pablo nos lleve a descubrir el Jesús de Nazaret.

Los evangelios se escribieron medio siglos después de su muerte y son recuerdos de recuerdos de los que vivieron con él. La trasmisión oral está sujeta a limitaciones, sea por alteraciones involuntarias sea por la voluntad de cambiar lo recibido para acomodarlo a nuevas situaciones. Los evangelios sí tienen como fondo al Jesús de carne y hueso, pero tampoco se preocupan de lo que sucedió o de lo que dijo sino de cómo entendieron las primeras comunidades su mensaje.

A pesar de todo, quedan en los escritos sobre Jesús muchas huellas del Jesús real. Durante los últimos siglos se han hecho cientos de estudios muy concienzudos sobre Jesús, tratando de separar la interpretación de los seguidores de lo que pudo ser su vida real Y su mensaje. Por medio de la exégesis hemos podido adivinar no tanto lo que fue Jesús es sí cuanto lo que podemos afirmar que fue añadido de sus seguidores. Esto nos permite escapar de la trampa de creer que lo que dicen los escritos del NT es históricamente verdad.

En esta charla iremos repasando distintas oposiciones entre Jesús y Cristo. La primera opción es siempre Jesús de Nazaret, el hombre de carne y hueso que nación de unos padres en una familia; que perteneció a un pueblo concreto y a una cultura determinada; que practicó una religión estricta durante toda su vida y que finalmente quiso purificarla de todas las adherencias espurias que la habían alejado de sus orígenes. Jesús no podía pensar en una nueva religión, solo pretendió una nueva manera de vivir la relación con Dios y con los demás.

El segundo término del contraste es un mito, Cristo. Al decir mito no quiero decir mentira. Quiero decir que es una creación mental nuestra. Nos asusta esta manera de hablar porque tenemos una idea equivocada de mito. El mito es un intento de llegar más allá de las posibilidades de nuestra capacidad racional. Intenta explicar lo inexplicable, comprender lo incomprensible, verbalizar lo que está más allá de toda palabra y de todo concepto.

Lo que fue Jesús nunca podremos comprenderlo racionalmente. Cristo es el intento de ir más allá de todo lo que se puede comprender de Jesús. Al ir más allá de la realidad del Jesús terreno, trata de llevarnos hasta los límites de lo humano para adentrarnos en lo divino. No estoy criticando la mitificación de Jesús. Lo que intento es tomar conciencia de que el mito no pretende crear una nueva realidad sino descubrir en Jesús lo que había de Dios.

1.- Del judaísmo al cristianismo

Antes de tratar lo que pudo pasar entre el Jesús real y lo que dijeron de él las primeras comunidades cristianas, puede ser interesante dilucidar como era el judaísmo de su tiempo y en qué se diferencia de él el primer cristianismo. El  cambio a una nueva religión ni fue inmediato ni fue drástico. Jesús no fue cristiano sino judío y murió judío, los primeros cristianos también eran todos judíos y ni se les ocurrió pensar en otra religión. Vivieron su religión desde la perspectiva de Jesús al que vieron como el Mesías anunciado por el AT.

Ni había en tiempos de Jesús un judaísmo monolítico ni existió nunca un único cristianismo. Ni a través de su larga historia ni en tiempo de Jesús existió un judaísmo homogéneo que todo los judíos profesaran. La diversidad de enfoques en los libros del AT demuestra la enorme diferencia de interpretaciones de Dios y de la Ley que podemos encontrar en ellos. En tiempo de Jesús había numerosos grupos que tenían maneras distintas de explicar y vivir los libros sagrados.

Tampoco el primer cristianismo surgió como como un bloque uniforme. Las primeras comunidades se desarrollaron independientes una de otras y entendieron a Jesús de muy diversa manara. No solo existieron diferencias entre las comunidades de Jerusalén y Galilea. También entres las comunidades de Palestina y las que se desarrollaron por todo el Oriente Medio había visiones muy distintas de Jesús. Las primeras discusiones serias aparecen veinte años después de la muerte de Jesús entre la comunidad de Jerusalén y Pablo.

Las primeras comunidades se sintieron judías, pero se llamaron judíos mesiánicos. Esto quiere decir que tenían a Jesús por el Mesías anunciado por el AT. Lo cual no quiere decir que tuvieran una idea unívoca de lo que significaba ese concepto. No solo tenemos cuatro evangelios oficiales sino que en las últimas décadas han apareciendo otros muchos evangelios que nos hablan de un Jesús muy diferente del oficialmente admitido. Estoy seguro que seguirán apareciendo más.

La idea que se trasmite en los evangelios de que Jesús estuvo a la gresca con los fariseos es falsa. Jesús estuvo más cerca del fariseísmo que de ninguna otra rama del judaísmo. Jesús tuvo discusiones doctrinales con los fariseos, pero en aquella época esas discusiones entre escuelas eran normales. Los evangelios dicen que le invitaban a comer con ellos y eso no se hacía con los enemigos.

No es verdad que Jesús estuviera en contra de la Ley. Estuvo en contra de una interpretación de la Ley literal y leguleya, que machacaba a los simples fieles con una pretendida fidelidad a Dios puramente externa. Los evangelios ponen en boca de Jesús una frase que aclara su postura: “el sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”. Y otra no menos clara: “no he venido a abolir la Ley sino a darle plenitud”.

No es verdad que Jesús estuviera contra el templo. Lucas nos dice que a los doce años, cuando se consideraba mayor a un niño, fue a Jerusalén y lo encontraron en el templo. Siempre que se dice que sube a Jerusalén, quieren decir que va al templo. El episodio de los vendedores es un intento de superar las malas prácticas que se desarrollaban en él: un culto exclusivamente ritual y externo que no exigía ninguna actitud interior por parte de la gente. Jesús no podía estar de acuerdo.

La idea de un Jesús contrario al judaísmo es anacrónica y solo responde a la actitud que se vivió después de la destrucción de Jerusalén y la abolición del sacerdocio, cuando los fariseos tomaron las riendas del judaísmo, que desde ese momento se llamó rabínico. Solo entonces se produjo no solo la ruptura sino la confrontación radical. Los fariseos no podía aceptar a un Jesús divinizado y los cristianos respondieron con la oposición al judaísmo acusándolo de matar a Jesús e incluso de deicidas.

La aparición de una nueva religión se debe a un sin número de circunstancias que poco a poco fueron materializando lo que hoy llamamos cristianismo. Creo que uno de los determinantes de ese paso fue Pablo. Pablo era judío convencido, pero educado en la cultura griega. Pablo tenía un conocimiento profundo de las religiones que se profesaban en la cultura griega y romana. Esa visión del mundo pagano, junto con una inteligencia privilegiada, le ayudó a predicar a Jesús de una manera que podía ser aceptado por esa cultura.

Otro punto decisivo para esa expansión del cristianismo fue la diáspora de los judíos que había comenzado muchos siglos antes con las deportaciones. En tiempos de Jesús había más judíos fuera de Palestina que dentro del territorio. De hecho, Pablo empezó predicando primero en las sinagogas de las ciudades a donde llegaba. La habilidad de Pablo para proponer el mensaje cristiano adecuándolo a esas circunstancias produje el éxito que todos conocemos.

Otra circunstancia que no solemos tener en cuenta es la realidad del imperio romano. Un vasto territorio con una sola forma de gobierno, unas leyes comunes, una red de calzadas que facilitaban los movimientos por todo el imperio, fueron claves para la expansión de la nueva religión. Es verdad que Roma persiguió con ahínco a los primeros cristianos, pero no los distinguían de los judíos. El aspecto social del primer cristianismo, que el imperio nunca consideró, hizo que prendiera en las capas más bajas de la sociedad y desde esa base extenderse hacia las capas superiores.

El rechazo frontal de los fariseos después de la destrucción de Jerusalén fue otra de las circunstancias que obligó a los cristianos a huir de su persecución y luego a defenderse. Al versa marginados por el judaísmo oficial se vieron obligados a dar el paso definitivo de interpretarse como el nuevo Israel. La repulsa se hizo mutua e impidió durante veinte siglos toda posibilidad de entenderse.

Creo que es importante destacar que durante las últimas décadas, muhos de los más importantes pensadores judíos están haciendo un esfuerzo por comprender la figura de Jesús desde el punto de vista judío. Después del holocausto y sobre todo después del Vaticano II, se intensificado esa búsqueda. El holocausto porque les obligó a ver en Jesús el modelo de todos los masacrados. El concilio V. II porque manifestó una nueva manera de ver el judaísmo y a Jesús dentro de él.

La mayoría de esos estudiosos aceptan la figura de Jesús como un judío extraordinario que aportó una riqueza espiritual al judaísmo de su tiempo. Naturalmente no van a aceptar su divinidad tal como la proponemos los cristianos, pero están convencidos de la importancia de esa figura para entender el judaísmo del siglo I.

Tanto los judíos como la mayoría de los teólogos cristianos aceptan hoy que la figura de Jesús no se puede entender desde la cultura grecorromana. Este error de perspectiva nos ha hecho perder mucho tiempo y esfuerzos a la hora de hacer cristología. Todos los libros del NT estás escritos en griego y esto nos ha tenido despistados durante dos mil años. Jesús predicó en arameo y desde una mentalidad semítica. El querer interpretar su mensaje desde otra mentalidad racionalista y lógica nos ha llevado a malentendidos distorsionante.

La aportación que pueden hacer los pensadores judíos a nuestra interpretación de Jesús puede ser determinante para que los cristianos superemos nuestros prejuicios y nos atrevamos a descubrir al judío Jesús como la clave para entender su figura. La presentación de un Jesús antijudío no tiene sentido alguno. Esta manera de verle es lo que mantuvo a los judíos en sus prejuicios y les impidió acercarse a Jesús como un judío convencido que para nada renegó de su religión.

También los cristianos tenemos que atrevernos a aceptar un Jesús judío que solo pretendió purificar su religión de adherencias espurias que le impedían cumplir su función. Debemos reconocer que todo el lenguaje sobre Jesús divinizado es un lenguaje mítico que intenta comprender lo que fue Jesús más allá de su pura humanidad. Si explicáramos bien esto, no tenían por qué rechazar el lenguaje sobre Jesús que nosotros los cristianos utilizamos.

2.- De Jesús  a Cristo

Este contraste los engloba a todos. Ha sido el gran problema de todas las cristologías. Todas las herejías cristológicas se han debido a una mala explicación de estos dos aspectos. O se confesaba que era un simple ser humano olvidándose de lo divino que lo habitaba o se potenciaba de tal forma lo divino que desaparecía lo humano. Hoy seguimos debatiéndonos entre estos dos extremos.

Entendemos por ‘Jesús’ el ser humano concreto que nació, vivió y murió en Galilea al principio de nuestra era. Se trata de un hombre concreto, singular con sus características específicas e individuales propias e intransferibles. A éste se le ha llamado en las últimas décadas el Jesús real. Para distinguirlo del Jesús histórico, que sería lo que del Jesús real podemos llegar a saber a través de los datos, más o menos históricos que han llegado a nosotros.

Cristo sería el Jesús glorificado y exaltado a la categoría de Dios sin paliativos. Este Jesús es el fruto de una elaboración intelectual que hicieron sus seguidores al tratar de manifestar lo que vivieron en la experiencia pascual, que sobrepasaba todo lo que se podía esperar de un humano. No se trata de una realidad objetiva que se pueda analizar sino un intento de explicar la figura de Jesús.

La alternativa entre Jesús y Cristo es una distinción inadecuada, porque no se puede separar uno de otroa. Cuando se han presentado como distintas hemos metido la pata y creado un monstruo. Los cristianos lo entendieron muy pronto cuando fundieron los dos nombres en uno solo ‘Jesucristo’ (Jesús el ungido). Cristo es un calificativo que no tiene entidad ninguna si no es aplicado a un nombre. Cristo significa ‘ungido’ y hace siempre referencia a la persona concreta.

Todo lo que se ha dicho de Jesús más allá de su ser real, es un intento de llegar a lo que no podemos entender ni explicar. Se trata de mitología en sentido estricto. El mito intenta ir más allá de todo lo que los sentidos pueden decirnos y más allá también de todo lo que la razón puede deducir de lo que perciben los sentidos.

Nuestra dificultad para aceptar esta visión surge de tomar el mito como mentira. El mito está más allá de la mentira y de la verdad lógica. Intenta eso sí, alcanzar la verdad ontológica, es decir, desentrañar los entresijos de una realidad que nos desborda. Ese intento es legítimo, pero no se puede analizar con nuestra racionalidad porque está más allá de toda capacidad racional.

Ese intento de explicar lo que Jesús era, es válido y legítimo, pero lo destrozamos en la medida que al hablar de Cristo, nos olvidamos del Jesús real y pensamos en un ser supremo y distinto. Este olvido de Jesús judío nos ha mantenido en el limbo de una ensoñación y nos ha llevado por callejones sin salida.

Los primeros cristianos utilizaron con profusión la palabra compuesta que expresa muy bien la totalidad de lo que era Jesús pero, con el tiempo, el uso de la palabra trastocó el concepto y terminó designando únicamente el Cristo glorioso.

El AT fue el marco referencial que lo primeros cristianos, todos judíos, tenían más a mano para entender la figura de Jesús, por eso lo utilizan para explicar todo lo acontecido en torno a su figura. En los evangelios se repite una y otra vez: “y esto sucedió para que se cumpliesen las Escrituras”. El tema del Mesías fue especialmente importante para intentar descifrar la figura de Jesús. El problema está en que había muchas interpretaciones sobre lo que significaba el Mesías.

En las Escrituras judías había ya muchas señales de divinización de reyes, sumos sacerdotes incluso se hablaba del Mesías como entidad angélica. También en otras culturas se había divinizado a muchos hombres extraordinarios. Todos estos apuntes dieron pie a los primeros cristianos para pensar en un Jesús divinizado.

3.- Del Jesús que predica al Cristo predicado

Jesús fue un judío piadoso que llevó a cabo una experiencia interior única y descubrió una manera distinta de relacionarse con Dios y con los demás seres humanos. No predicó verdades teóricas sino una manera de vivir que debía estar de acuerdo con lo que el ser humano es en su ser más profundo. Él lo resumió y un concepto muy difícil de definir: “Reino de Dios”.

Esta predicación no iba en contra de la religión judía sino que era la expresión de su más profundo significado. Su predicación era la expresión de su misma vida como auténtico judío. Al predicar a Jesús como ser divino (Cristo), pronto se olvidaron de su predicación y terminaron elaborando una doctrina sobre Cristo que tiene muy poco que ver que lo que Él vivió y predicó.

Es verdad que Jesús vivió lo que predicó, pero nunca se puso como objeto de su predicación. Siempre hizo referencia a Dios que era para él la referencia última y absoluta, descubierta en lo más hondo de su ser. Al decir: ‘yo y el Padre somos uno’, no quiso potenciar lo que era él como persona humana sino enfatizar que todo lo que era se debía a esa presencia envolvente de Dios.

La primera comunidad predicó a Jesús porque le entendió como expresión viviente de todo lo que había predicado, por lo tanto no era ningún error. El problema empezó cuando una vez divinizado se olvidaron del ser humano y de lo que había vivido y predicado.

Es curioso que los sinópticos dicen una y otra vez: “predicaba en las sinagogas”: “Les exponía la palabra”; “enseñaba a la gente”; pero muy pocas veces se molestan en decir lo que predicaba. Los evangelios fueron escritos para las comunidades en las que surgieron, que sabían muy bien cuál ere el mensaje de Jesús. Ese mensaje se comunica no solo con fórmulas sino con los hechos.

Solo el evangelio de Juan da una importancia capital a los discursos de Jesús. Después de toda acción importante coloca un discurso que la explica. Son paradigmáticos el discurso del pan de vida y el larguísimo después de la última cena. También para el cuarto evangelio los milagros son todos signos que hay que entender en clave mensaje.

4.- De la fe de Jesús a Jesucristo en quien creemos

 Jesús fue un judío de profunda fe-confianza en Dios. Todos sus esfuerzos estaban encaminados a que todos los seres humanos llegasen a esa misma fe-confianza. La mejor expresión de esa confianza absoluta la tenemos en la palabra ‘Abba’. Es también muy difícil de traducir a nuestro idioma, pero indica un absoluto abandono en el Dios cercano en el que se despliega todo su ser.

Pero esa confianza absoluta no se basaba en lo que Dios podía hacer por él sino en lo que Dios era para él. Nunca le pidió que le sacara las castañas del fuego sino que, confiando en su fuerza, procuró salir de todos los atolladeros que la vida le presentó, que fueron muchos. Confió en un Dios que no actúa, pero que está siempre ahí.

Por desgracia nuestra fe en Jesús glorificado (Cristo) se basa en la creencia en su poder divino que va a poner a nuestro servicio si confiamos en él. Confiar en que Jesús podrá sacarnos de todos los apuros es tergiversar su figura y su predicación.

Es verdad que ya los evangelios nos meten por el callejón sin salida de los milagros fáciles, que superen mis limitaciones radicales, pero es una interpretación que ya está corregida en los mismos evangelios, porque desfigura su persona y su predicación. El verdadero milagro de Jesús fue estar cerca de los oprimidos, no para suplir sus limitaciones sino para convencerles que a pesar de ella podían alcanzar su plenitud humana porque Dios les amaba.

Nada más lejos de su intención que ponerse como objetivo de la fe de los que le siguieron. No tenemos que creer en Cristo sino creer como Jesús creyó. Esto significa que nuestra vida debe estar anclada en Dios como Padre en el que hay que confiar, pero también a quien hay que imitar en todo.

No debíamos confiar en Jesús porque tiene el poder de Dios sino vivir lo que él vivió como ser humano, sintiendo la presencia del Absoluto en lo más hondo de nuestro ser. Una vez que divinizamos a Jesús se hace inútil toda propuesta de imitarle y hacer presente el Reino que es Dios como él lo hizo presente.

Nos alejamos aún más del mensaje cuando nos limitamos a creer que Jesús es Hijo de Dios y por lo tanto, todo lo que dijo e hizo entra dentro de lo que se puede esperar de él. Desde esa postura no tiene sentido que intentemos imitarle en lo que vivió con relación a Dios y con relación a los demás seres humanos.

Jesús no es un extraterrestre caído del cielo. Es un ser humano como nosotros que tuvo una experiencia de Dios tan profunda que puede ser modelo de toda relación de los seres humanos con el Dios que nos habita. No nos salva desde fuera muriendo por nosotros sino marcándonos el camino que puede llevarnos a la plenitud humana que él alcanzó.

 

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