RELIGIÓN DIGITAL
Después de su encuentro privado con Viktor Orban, del que apenas conocemos detalles, Francisco quiso reunirse con los obispos húngaros. Fue una reunión a puerta cerrada, aunque posteriormente el Vaticano ofreció el discurso que el Papa pronunció ante el episcopado, en la Sala Renacentista del Museo de Bellas Artes de Budapest, en el que Francisco se salió varias veces del guion. El acto se prolongó más de lo previsto, acumulando retraso al resto de citas. Ahora, el Papa marcha hacia Eslovaquia.
Bergoglio arrancó su alocución recordando "la fe inquebrantable, las persecuciones y la sangre de los mártires" de la historia de la Iglesia húngara. Mirando esa historia, una historia del pasado, del martirio y del derramamiento de sangre, podemos partir hacia el futuro con el mismo deseo que los mártires: vivir la caridad y dar testimonio del Evangelio", subrayó, pidiendo "mantener siempre juntas estas dos realidades: salvaguardar el pasado y mirar al futuro".
"Ser heraldos del Evangelio"
"El ministerio episcopal -señaló Francisco a los obispos- no sirve para repetir noticias del pasado, sino que es una voz profética de la perenne relevancia del Evangelio en la vida del pueblo santo de Dios y en la historia de hoy". Para ello, sugirió "algunas pautas". La primera, "ser heraldos del Evangelio", frente a la "tentación de encerrarse en la defensa de las instituciones y las estructuras".
"Las estructuras, las instituciones y la presencia de la Iglesia en la sociedad sólo sirven para despertar la sed de Dios de las personas y llevarles el agua viva del Evangelio", recordó el Papa. "Esto es lo que se os pide a vosotros, los obispos, sobre todo: no la administración burocrática de las estructuras, que eso lo hagan otros; no la búsqueda de privilegios y ventajas. Por favor, sean sirvientes. Siervos, no príncipes".
Por ello, les pidió "una pasión ardiente por el Evangelio, tal como es: el Evangelio. Fidelidad y pasión por el Evangelio. Ser testigos y anunciadores de la Buena Noticia, difusores de la alegría, cerca de los sacerdotes -cerca de los sacerdotes- y de los religiosos con un corazón paternal, ejercitando el arte de la escucha".
Las cuatro proximidades
Saliéndose del texto, el Papa les recordó "las cuatro proximidades del obispo". La cercanía a Dios; la cercanía "entre vosotros" ("procurad llevar vuestras diferencias a la unidad del episcopado y no busquéis el camino de los enredos. Todos somos hermanos. Pensáis diferente a mí, pero sois hermanos. ¿Discutimos? Discutimos. ¿Gritamos? Gritamos. Pero como hermanos, no podemos tocar esto: la unidad de la Conferencia Episcopal"); la cercanía a los sacerdotes ("He encontrado, en algunas diócesis, tanto en mi tierra, cuando estaba allí, en la diócesis anterior, como ahora que estoy en Roma, sacerdotes que se quejan, que son difíciles: pero se quejan porque quieren, necesitan hablar con el obispo (...). El sacerdote siente que el obispo está lejos, no lo siente como un padre"); y la cercanía al santo pueblo fiel de Dios. "Por favor, no olvides a tu pueblo, de donde el Señor te ha sacado".
Bendición a los obispos húngaros
Del mismo modo, el Papa pidió a los obispos "ser testigos de la fraternidad", en un país que "ha sido durante mucho tiempo un lugar donde conviven personas de otros pueblos". "Diversas etnias, minorías, confesiones religiosas e inmigrantes también han transformado este país en un entorno multicultural. Esta realidad es nueva y, al menos al principio, aterradora. La diversidad siempre da un poco de miedo porque socava las seguridades adquiridas y desafía la estabilidad conseguida. Sin embargo, es una gran oportunidad para abrir el corazón al mensaje del Evangelio".
Abrirnos al encuentro con el otro
"Ante la diversidad cultural, étnica, política y religiosa, podemos tener dos actitudes: encerrarnos en una rígida defensa de nuestra supuesta identidad, o abrirnos al encuentro con el otro y cultivar juntos el sueño de una sociedad fraterna", clamó el Papa, recordando de nuevo el imponente Puente de las Cadenas que sirvió para unir Buda y Pest.
Imagen aérea del encuentro
"Si queremos que el río del Evangelio llegue a la vida de las personas, haciendo brotar una sociedad más fraternal y solidaria también aquí en Hungría, necesitamos que la Iglesia construya nuevos puentes de diálogo", recalcó Bergoglio, quien clamó por "un rostro acogedor para todos, incluso para los que vienen de fuera, un rostro fraterno, abierto al diálogo". "Que la Iglesia húngara sea constructora de puentes y promotora del diálogo".
"Constructores de esperanza"
Finalmente, "ser constructores de esperanza". "Esto es lo que la Iglesia está llamada a difundir en la vida de las personas: la certeza tranquilizadora de que Dios es misericordioso, que nos ama en cada momento de la vida y que siempre está dispuesto a perdonarnos y a levantarnos. No olvides el estilo de Dios, que es de proximidad, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios".
Y una advertencia contra el abatimiento. "Detrás de la fachada del bienestar, detrás de un vestido de tradiciones religiosas, se pueden esconder muchos lados oscuros".
Crisis y palabras de aliento
"La Iglesia húngara ha tenido ocasión de reflexionar recientemente sobre cómo la transición de la época de la dictadura a la de la libertad reencontrada es una transición marcada por las contradicciones: la degradación de la vida moral, el auge del hampa, el tráfico de drogas, hasta la plaga del tráfico de órganos y los numerosos casos de niños asesinados por esta causa. Hay problemas sociales: las dificultades de las familias, la pobreza, las heridas que afectan al mundo de los jóvenes, en un contexto en el que la democracia aún debe consolidarse", recalcó.
"Que ante las crisis, ya sean sociales o eclesiales, seáis siempre constructores de esperanza. Como obispos del país, tengan siempre palabras de aliento. Que no encuentren en sus labios expresiones que marquen distancia e impongan juicios, sino que ayuden al Pueblo de Dios a mirar el futuro con confianza, que ayuden a las personas a ser protagonistas libres y responsables de la vida, que es un don de gracia que hay que acoger, no un rompecabezas que hay que resolver", pidió a los obispos. Con un recordatorio: "El pastor debe estar en el rebaño: al principio del rebaño para mostrar el camino, en medio del rebaño para captar el olor, detrás del rebaño para ayudar a los que se quedan atrás y también para dejar que el rebaño avance un poco, porque tiene un olfato especial para señalar dónde hay un terreno bueno y nutritivo".
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