fe adulta
Marcos 16, 15-20
Hace tiempo, una familia invitó a un buen hombre de pueblo, al que le gustaba mucho el teatro, a ver una obra en el mejor teatro de la ciudad. El edificio era grandioso y la puesta en escena extraordinaria. El hombre estaba emocionado.
A la salida le preguntaron qué le había parecido la obra, y dijo:
- A decir verdad, casi no me he enterado de qué trataba la obra, porque me he quedado embelesado mirando el decorado.
Algo similar puede ocurrirnos con el evangelio de este domingo. Nos imaginamos a Jesús como un superhéroe que atraviesa las nubes y asciende al cielo. Quizá recordemos a Elías, que fue arrebatado al cielo y a otros seres mitológicos. En el mejor de los casos, pensaremos que también nosotr@s subiremos al cielo y, como el buen hombre del pueblo, nos habremos quedado tan content@s con el decorado.
¿Nos mueve y conmueve el mensaje?
a) Somos enviad@s a proclamar el evangelio a todo el mundo. Eso también implica denunciar las malas noticias que se abren paso actualmente y ocultan la Buena Noticia. Por ejemplo: se bendice a los animales, y a las fieras (sobre todo el día de san Antón), se bendicen edificios, empresas, automóviles, campos, etc., y está prohibido bendecir el amor que se profesa una pareja homosexual. ¿Qué evangelio se está predicando con esta actitud?
b) La fe, aunque sea pequeña como una semilla, tiene tal fuerza y vitalidad que nos empuja a enfrentarnos al mal y vencerlo. Un mal que hace tanto daño como las serpientes o el veneno. A diario constatamos la fuerza que tienen las comunidades cristianas, movidas por la fe, cuando luchan contra el mal. Pero, muchas veces, la fe es un potencial adormecido incluso en las comunidades.
c) La fe nos ayuda a desarrollar la capacidad de comunicación con quienes enmudecen por el dolor, o les han callado a golpes; nos empuja a dialogar con quienes no saben expresarse por falta de autoestima, o se han quedado mudos de espanto. Aunque no sepamos otros idiomas, la Ruah nos ayuda a hablar lenguas nuevas, por ejemplo, la lengua de la mirada que acoge sin juzgar, la lengua de las manos que sostienen y dan fuerza o la lengua de los pies que acompañan, aunque sea en silencio, cuando hablamos idiomas distintos.
d) Echar demonios, en el nombre de Jesús, es creer firmemente que vivimos procesos en los que tomamos conciencia de “los demonios” que nos habitan y aprisionan, los nombramos y descubrimos que tenemos fuerza y herramientas para vencerlos, porque somos personas únicas, preciosas y amadas incondicionalmente por el buen Dios. Además, formamos parte de redes humanas que nos sostienen y con las que sostenemos.
Jesús pasó haciendo el bien y tocando a los intocables de su tiempo. ¿De qué sirve celebrar la fiesta de la Ascensión si pedimos que se levanten muros para que los migrantes no compartan nuestro bienestar? ¿Cómo podemos ir a la Eucaristía si no queremos que “toquen” nuestra vida las personas que son, piensan o viven de modo diferente? ¿De qué sirve hablar de la Ascensión de Jesús si no ayudamos a quienes están tirados en el barro, para que tengan unas condiciones que les permitan “ascender” a la condición de seres humanos con todos sus derechos?
¿De qué sirve que hoy pongamos el acento en lo importante que es ir a evangelizar otros países si muchas de nuestras iglesias están casi vacías y dentro de poco tendrán telarañas, por no cambiar todo lo necesario para que vuelvan a ser hogares de puertas abiertas, como lo fueron antaño?
Acaba el evangelio de hoy diciendo que el Señor cooperaba con señales, es decir, colaboraba con quienes se fueron a predicar la Buena Noticia, cuando Jesús ya no estaba físicamente entre ellos. Así lo experimentaron las primeras comunidades y así nos lo transmite el evangelista Marcos.
Hoy, Jesús sigue enviándonos, cooperando y ofreciéndonos señales. ¿Las percibimos o estamos embobad@s contemplando el decorado?
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