FE ADULTA
No creo que podamos corregir nada en el mundo exterior si, previamente, no lo hemos corregido en nosotros (Etty Hillesum)
Domingo V de Pascua
Jn 15, 1-8
-Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada.
El Evangelio nos presenta las obras más destacadas de la vida de Jesús. El ballet Caravaggio del coreógrafo Mauro Bigonzetti, las de Jesús y Michelangelo Merisi. Su escenografía, imágenes y música, nos muestra una línea argumental biográfica que nos ilustra y recrea con los cuadros del profeta de Nazareth y del ilustre pintor barroco.
Ambos personajes –profeta y pintor- se oponen a las repeticiones formales de un cierto legalismo manierista (uno en la Religión, otro en el Arte) para hacerlos más veraces, más naturales, más próximos a su tiempo. Y ambos, igualmente, lucharon para que el público participara en la acción de sus cuadros como si estuviera presenciando la escena en vivo y en directo.
-El pintor italiano de Porto Ércole lo sugiere con brillantez cromática en La vocación de San Mateo, -Iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma- o en La crucifixión de san Pedro, en Santa Maria del Popolo. En la vocación del celoso recaudador de impuestos, resuena la voz casi imperativa de Jesús -¡Ven!- invitándole a unirse a la vid como sarmiento. En la crucifixión de Pedro, pidiendo que su cruz fuera puesta al revés de la de su maestro, que se entristeció cuando Jesús le preguntó por tercera vez Pedro, ¿me amas? (Jn 21, 17) después de haberse arrojado al agua para abrazarle y decirle Te quiero más que a mi vida.
Solo unidos a la cepa producen frutos los sarmientos. La vida surge de la vida, decían los antiguos. Y únicamente de este modo el ser humano alcanza su plenitud. La que San Juan propone en el Apocalipsis 21, 1-2: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y la primera tierra ya pasaron. Viktor Frankl la ve con ojos de psiquiatra y afirma que "Plenitud significa la integración de lo somático, psíquico y espiritual. No resulta exagerado afirmar que esta plenitud tripartita es la que hace al hombre un ser completo".
En su primera epístola Juan, el que apoyó su cabeza -él que estuvo entroncado- en el pecho de Jesús, nos dice con inusitada ternura cómo conseguirlo: Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad (1Jn 3, 18). Solo quien obra como Jesús puede considerarse unido a él.
El Convoy es una película británico-estadounidense dirigida por Sam Peckinpah en 1978. Un trágico relato de una joven holandesa de origen judío –Etty Hillesum- que morirá en Auschwitz, de la que uno de los protagonistas dice: "Para ella, como para mí, no basta tener el cerebro repleto de teorías. Hay que tenerlas en las venas y vivirlas de verdad". Benedicto XVI la recordaba el 13 de febrero de 2013 citando palabras de su Diario escrito en 1947: "Vivo constantemente en intimidad con Dios".
La fuente de energía que hace crecer y madurar las uvas se halla en la vid: cepa, sarmientos y uvas (Jesús, individuo, comunidad). Sin esa estrecha conexión con ella, el fruto no se puede mantener con vida. Es patente que el desafío está hoy en manos de los sarmientos. Así lo entiende Etty cuando en otra página escribe: "No creo que podamos corregir nada en el mundo exterior si, previamente, no lo hemos corregido en nosotros".
El jesuíta de origen húngaro, Franz Jalics, nos señala lo que tenemos que hacer para mantener la vida en los sarmientos: La vid hace que los frutos crezcan si los canales están abiertos. Los sarmientos no tienen que llevar por sí solos el agua, sino que deben asegurar la unión con la fuente y dejar fluir a través de ellos la fuerza de la vid".
LA VID
Así como los sarmientos son uno con la vid, así nosotros somos uno con el Hijo de Dios. Esta imagen se refiere de forma muy especial a los frutos de nuestro trabajo. Así como los sarmientos no tienen uvas sin la vid, y ni siquiera pueden permanecer con vida, así tampoco nosotros podemos hacer nada sin él. Somos uno con él y, del mismo modo, toda nuestra vida y acción es una con su vida y su acción.
Este ser uno con Cristo se define con dos afirmaciones: él está en nosotros y nosotros en él. Es un estar recíprocamente uno con el otro.
Jesús no dice que nosotros tengamos que operar ese ser uno con él, sino que debemos 'conservar' esa unidad ya existente: debemos permanecer en esa 'unidad':
Permaneced en mí y yo en vosotros (v. 4)
...el que permanece en mí y yo en él... (v. 5)
El ser uno no es una imagen, sino una afirmación clara de unidad real.
(Jesús, Maestro de Meditación. Edit. PPC, 2014)
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