ATRIO
Por Alfonso Pinilla
Dos polémicas cuestiones siguen coleando, cuarenta años después, en torno a la asonada de Tejero. Una, el papel del Rey; dos, el de los servicios secretos
PAGINA OFICIAL DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Aula Social don Bosco
ATRIO
Por Alfonso Pinilla
Dos polémicas cuestiones siguen coleando, cuarenta años después, en torno a la asonada de Tejero. Una, el papel del Rey; dos, el de los servicios secretos
ATRIO
Martín Sagrera Capdevila
RELIGIÓN DIGITAL
El papa Francisco nos invita a celebrar la Cuaresma de este año, ofreciéndonos tres consejos para vivirla en profundidad: fe, esperanza y caridad, las tres virtudes teologales que hay que actualizar desde el mundo de hoy y su realidad compleja y sufriente, para no quedarnos en meras definiciones vacías de contenido.
La fe sirve, entre otras cosas, para “dejarnos alcanzar por la Palabra de Dios, que es Cristo, que nos lleva a la plenitud de la Vida”. Es decir, cualquier palabra que no nos conduzca a dejarnos interpelar por la vida, a descubrir la vida que se oculta en tantos sepulcros de nuestro mundo, a sembrar semillas de vida donde todo aparece como un desierto, a devolver vida en abundancia para quienes están desahuciados de la vida… no es la palabra auténtica del Dios de la Vida. Para las personas cristianas, este camino solo se recorre desde el seguimiento de Jesús, mediante la forma de ser felices que propuso en las bienaventuranzas, para concretar el ideal de ese otro mundo posible, donde la fraternidad y la justicia se hagan realidad en nuestra sociedad y nuestro mundo.
La esperanza “como agua viva que nos permite continuar nuestro camino, estando más atentos a decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan; la esperanza como inspiración y luz interior, porque somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios hace nuevas todas las cosas”. Esa esperanza que nace de una promesa que hay que renovar día a día, porque debemos pintar cada amanecer con los colores de la ilusión y la sonrisa, porque tenemos que comprometernos para que la esperanza no sea un van anhelo, porque una vida sin esperanza es como una rosa sin agua, que se va marchitando hasta que se seca y sus pétalos caen a tierra agostados. La esperanza es una mirada limpia, un abrazo sincero, un horizonte al que se llega juntos, paso a paso.
La caridad “es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión. A partir del amor social es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, cuidando a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia”. La solidaridad, la acogida, la compasión, la misericordia profunda, la fraternidad… serían algunos de los viejos y nuevos nombres para denominar a la caridad. Porque no hay amor verdadero si no se concreta en la realidad que nos rodea, si no se celebra y se brinda la alegría de los demás, si no se acompaña y se comparten las lágrimas del otro en silencio para enjugarlas, si no nos comprometemos para evitar tanto sufrimiento, soledad impuesta, opresión e injusticias… Si no es así, el amor, la caridad bien entendida, será una falsedad y un autoengaño.
Por lo tanto, siguen vigentes la fe, la esperanza y la caridad. Pero entendidas al modo que Jesús las vivió. Como estamos llamados a vivirlas nosotros y nosotras en esta Cuaresma, en la que debemos, en estos tiempos de cruel pandemia, contagiar los virus sanadores de la confianza, la ilusión, la ternura, la empatía y la resiliencia, por un mundo más humano, fraterno, mejor.
RELIGIÓN DIGITAL
Yo no soy jurista. Ni entiendo de leyes. He dedicado mi vida a estudiar y enseñar la religión cristiana. Y estudiando esta religión, he aprendido lo que pueden y deben hacer los obispos. Y también lo que no pueden ni deben hacer.
Por supuesto, todos los obispos son ciudadanos. Y tienen, por eso, los derechos y deberes de todos los ciudadanos. Pero, además de eso, tienen que cumplir también con los derechos y deberes que son propios de un obispo. O sea, un obispo es un sujeto que, además de “ciudadano”, tiene y ejerce una “vocación”. Dicho de otra manera, el obispo, además de ejercer una “profesión”, vive y pone en práctica su “vocación”. Es decir, el obispo es el que “siente como un deber el cumplimiento de su tarea profesional en el mundo” (Max Weber, Ética Protestante, cap, 3º). Lo ideal sería que todo el mundo viviera su “profesión” como una “vocación”. Sin duda, el mundo funcionaría mejor. Pero, por lo menos, es obvio que los obispos lo deben de vivir así.
Pues bien, como enseña la teología cristiana, los obispos son los sucesores de los Apóstoles. Pero son sucesores, no sólo en sus poderes y derechos, sino también en sus deberes, Y si es que somos fieles a lo que dice el Evangelio, es evidente que lo que Jesús les exigió a los primeros Apóstoles, se lo exige también a quienes son los sucesores de aquellos primeros Apóstoles.
Ahora bien, lo primero que Jesús les exigió a los Apóstoles del Evangelio es que “tenían que dejarlo todo” (Mc 10, 28; Mt 19, 27; Lc 18, 28). Y les prohibió, de manera tajante, llevar nada para cumplir su misión (Mt 10, 9-10; Mc 6, 8). Y es que “seguir a Jesús” es abandonarlo todo, quedarse sin nada y así –sólo así– se puede “seguir a Jesús”. Esto es tan serio y tan fuerte, que, si esto no se acepta y se toma en serio, es como querer que un camello pase por el ojo de una aguja (Mt 19, 24 par).
O sea, querer anunciar el Evangelio, mediante la posesión y acumulación de bienes, es como querer que el animal más grande (un camello) pase por el orificio más pequeño (el ojo de una aguja). Es exactamente lo mismo que han pretendido los obispos de España. En poco más de quince años, de 1998 a 2015, han inmatriculado, como bienes de la Iglesia, 34.961 inmuebles. Teniendo en cuenta que, entre esos inmuebles, hay monumentos históricos de fama mundial.
No sé lo que pretenden los obispos al acumular una riqueza tan asombrosa en las manos de quienes tienen como misión hacer presente el Evangelio, haciendo exactamente lo contrario de lo que dice y exige el Evangelio. Es evidente que cada cual cree, no lo que dice, sino en lo que hace. Si los obispos españoles han acumulado la asombrosa riqueza, que contienen y representan los más treinta mil inmuebles que se han apropiado, como bienes de la Iglesia, con ello nuestros obispos han hecho una demostración patente y ostentosa de que creen más en la riqueza que en el Evangelio de Jesucristo.
Digo esto con toda firmeza. Porque si me callo, seré cómplice de la espantosa desviación del Evangelio que estamos viviendo. Es evidente que los juristas, los políticos, los economistas, tienen mucho que decir en este repugnante asunto. Pero más grave que todo eso es lo que tiene que decir la teología o simplemente la creencia en Jesús y su Evangelio.
FE ADULTA
Vengo de recibir y celebrar la ceniza. Y me ha resultado un tanto frío. Yo creo que podemos celebrar con gestos más vivos, más activos. Y de mayor optimismo.
Más que ceniza, yo pondría un gran brasero donde vayamos echando cosas para quemar que den luz y calor. Acciones que a lo largo de la cuaresma van a ser positivas para iluminar la vida. ¿Qué podemos hacer para las personas entristecidas por el Covid o por otros problemas de la vida? De ahí brota la ceniza.
Una biblia: como compromiso y camino a recorrer. Sería bueno el leer los cuatro evangelios a lo largo de los cuarenta días.
Colonia: buen olor. Ya nos lo indica Jesús en el evangelio. Como expresión de la alegría de que Dios nos ama y lo celebramos en la experiencia de la vida. He utilizado este símbolo durante varios años y nos pone en pista de conversión a la Presencia del Reino en nuestras vidas.
Alimentos. Y quizás para empezar: dulces que podamos llevar a alguna persona mayor, o sola o enferma. O con un compromiso de compartir día a día nuestra vida con los necesitados. Igual es bueno hacer una lista de posibles ayudas a personas que sufren y por lo menos, intentar que estén felices.
Me gustaría hacer y vivir una cuaresma de alegría y esperanza. Que para nieblas y obscuridad ya llevamos un año seguido. Y aún los signos aparentemente más serios, pueden estar llenos de expresividad. Tierra y agua, hacen barro. Con él podemos marcarnos la frente y recordar nuestro ser polvo resucitado.
Y en lugar del salmo 50, como Leitmotiv de esta temporada, el salmo 8, cantando las grandezas de Dios, aún a pesar de la pandemia. Cambiar las tornas a nuestros sentimientos.
Una mascarilla: signo de nuestro silencio orante o de nuestro hablar con las demás personas que se purifica.
Un gel: Para limpiar nuestras manos y si puede ser, purificar nuestro corazón. Que sanemos todo lo que toquemos. Y que, como nos dice el papa Francisco, dediquemos la cuaresma a sanar y cuidar los cuerpos y las almas de los sufrientes.
Y el gran sigo: el Cirio Pascual: Jesús, Luz que ilumina nuestras vidas y nuestras realidades y que es nuestra seguridad ahora y en la plenitud.
Tenemos signos que representan y llevan en sí nuestras vidas y experiencias de toda esta época cuaresmal. Así nuestras celebraciones serán vivas y expresión de nuestras vidas, sentimientos y acciones.
Ya sé que no conozco lo que me va a tocar vivir, pero que mi ánimo vaya impregnado en la alabanza, la confianza y la vivencia en Dios mi Salvador.
Pulse en cualquier punto del recuadro para ver los textos.Gn 22,1-2.9a.10-13.15-18: El sacrificio de nuestro padre AbrahánSalmo 115: Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vidaRom 8,31b-34: Dios no perdonó a su propio HijoMc 9,2-10: Este es mi Hijo muy amado
Después del anuncio de la pasión y del llamado al seguimiento, Marcos introduce el relato de la transfiguración (Mc 9,2-8). Algo así como una “Pascua anticipada”, junto a una crucifixión igualmente “anticipada”. Después viene la discusión sobre la resurrección y el retorno de Elías (Mc 9,9-13) y la historia de la sanación del niño mudo (Mc 9,14-29). Según Javier Pikaza, los tres relatos tejen un tríptico eclesial que vincula la experiencia de oración, la fe sanadora y el anuncio de la pasión y la resurrección. Así la experiencia pascual (transfiguración) está unida a la acción liberadora.
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
Para ser cristiano, lo más decisivo no es qué cosas cree una persona, sino qué relación vive con Jesús. Las creencias, por lo general, no cambian nuestra vida. Uno puede creer que existe Dios, que Jesús ha resucitado y muchas cosas más, pero no ser un buen cristiano. Es la adhesión a Jesús y el contacto con él lo que nos puede transformar.
En los evangelios se puede leer una escena que, tradicionalmente, se ha venido en llamar la «transfiguración» de Jesús. Ya no es posible reconstruir la experiencia histórica que dio origen al relato. Solo sabemos que era un texto muy querido entre los primeros cristianos, pues, entre otras cosas, los animaba a creer solo en Jesús.
La escena se sitúa en una «montaña alta». Jesús está acompañado de dos personajes legendarios en la historia judía: Moisés, representante de la Ley, y Elías, el profeta más querido en Galilea. Solo Jesús aparece con el rostro transfigurado. Desde el interior de una nube se escucha una voz: «Este es mi hijo querido. Escuchadlo a él».
Lo importante no es creer en Moisés ni en Elías, sino escuchar a Jesús y oír su voz, la del Hijo amado. Lo más decisivo no es creer en la tradición ni en las instituciones, sino centrar nuestra vida en Jesús. Vivir una relación consciente y cada vez más comprometida con Jesucristo. Solo entonces se puede escuchar su voz en medio de la vida, en la tradición cristiana y en la Iglesia.
Solo esta comunión creciente con Jesús va transformando nuestra identidad y nuestros criterios, va curando nuestra manera de ver la vida, nos va liberando de esclavitudes, va haciendo crecer nuestra responsabilidad evangélica.
Desde Jesús podemos vivir de manera diferente. Ya las personas no son simplemente atractivas o desagradables, interesantes o sin interés. Los problemas no son asunto de cada cual. El mundo no es un campo de batalla donde cada uno se defiende como puede. Nos empieza a doler el sufrimiento de los más indefensos. Nos atrevemos a trabajar por un mundo un poco más humano. Nos podemos parecer más a Jesús.
FE ADULTA
Una de las características del mundo moderno es la transformación, la evolución, el cambio. El evangelio de este segundo domingo nos sugiere que es posible transfigurarse si somos capaces de descubrir la Presencia transformadora de Jesús en nosotros/as en el camino que nos toca vivir, en la subida al monte (Sinaí, Hermón o Tabor), símbolo de lo Divino. Es el ascenso de la conciencia, del conocimiento interior, a un nivel más hondo y profundo, más allá de los signos externos con que se nos narra este desconcertante relato.
Todos estos símbolos, el monte, los vestidos blancos, el miedo, la nube, la voz, aparecen en las teofanías del Antiguo Testamento que, por otra parte, a los jóvenes de hoy ya no les dice nada. Pero es quizá, el evangelio de Marcos el más idóneo para mostrar a alguien que está alejado de lo religioso o indiferente. La lectura de este pasaje suscita la pregunta: ¿Quién es este hombre para mí?, y nos lleva a responder desde la propia experiencia de vida. Es un evangelio muy vivo, concreto y puede ayudar a un cristiano encerrado en sus ideas, a preguntarse: ¿soy capaz de reconocer a Jesús en esta situación tan desconcertante de pandemia en que vivimos?
Ya sabemos que no es un relato histórico. Es probable que se trate de un relato pos-pascual con el fin de hacer ver a la comunidad de Marcos, y a nosotros, que Aquel que recorrió Galilea y “se abajó haciéndose uno de tantos”, es el mismo Cristo glorificado, transfigurado. Recurso que utilizan con frecuencia los autores bíblicos para dar autoridad o reforzar su mensaje.
Dice el texto que acompañan a Jesús, Pedro, Santiago y Juan, uno, duro de mollera, los otros dos le siguen con buena voluntad para sacar alguna ventajilla. Como todo hijo de vecino.
¿Qué fue lo que vieron? Algo tan natural como darse cuenta, en un momento concreto de la existencia, de un chispazo, una sensación que va más allá de los signos superficiales: la percepción de la presencia de lo divino en uno/a mismo/a y a raíz de la cual se experimenta un antes y un después. Podríamos llamarlo una experiencia fundante, gozosa o dolorosa, casi nunca espectacular e incluso, ni siquiera asumida en ese mismo momento sino poco después. En esa situación, puede surgir una expresión tan humana como la de Pedro: ¡qué bien se está aquí!, o por el contrario, si ha sido dolorosa: ¿por qué a mí?
Marcos sitúa este relato entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Se vislumbra, pues, la muerte biológica, inevitable, pero el horizonte es la Vida. En cualquier caso, Jesús, hoy, sube contigo para que seas testigo del encuentro con Dios. En su bautismo, y ahora, aquí, acontece el hecho esencial de su vida: se experimenta como Hijo amado. ¿Te has parado a pensar lo que realmente significa para ti ser Hijo/a Amado/a? ¿Cómo vivir hoy de ese modo?
Jesús conoce nuestras necesidades, nuestros anhelos, nos ofrece la oportunidad de re-nacer, de transfigurarnos. En todo momento nos comunica su misma Vida, la Única. Llevamos dentro lo divino. En lo más íntimo de nuestro ser, oímos su voz: ¡Escuchadlo a Él!
No a las voces que aturden, confunden o violentan, a las palabras falsas, vacías, cargadas de promesas y mentiras que, lamentablemente, son pronunciadas sin pudor.
La escena de la transfiguración representa la experiencia anticipada del reino que ha de llegar si sabemos acoger la simiente de Verdad inserta en el ADN de nuestro ser. Con frecuencia, lo establecido, las viejas fórmulas ahogan la posibilidad de transformación. Moisés y Elías representan el Antiguo Testamento, la Ley y los profetas. Eran la clave para descubrir la voluntad de Dios.
Con Jesús todo se transforma, se renueva. Nos invita a acompañar y dar testimonio entre los hombres y mujeres de hoy, poner en el centro la Palabra de Dios, escucharla, vivirla, practicar la autenticidad y la verdad. No es una mercancía que se compra o se vende. La veracidad está ligada a la conciencia, a la persona. Somos veraces en la medida que nos revelamos, nos entregamos. Jesús nos insta a bajar a la realidad de nuestro entorno, de lo cotidiano y traducirlo en hechos. ¡Esta es la clave!
Decía más arriba, que es natural darse cuenta de lo que acontece en el corazón de cada ser humano, lo cual no significa que sea fácil. Me fijo en las familias, jóvenes y adultos en estos momentos de gran dificultad. Algunos han dejado de escuchar la Palabra de Dios que aprendieron, ¿y vivieron?, si no es de forma casual. La vivencia de la Comunidad es cada vez más escasa, e incluso dentro de ésta, la “fuerza liberadora del Evangelio queda a veces bloqueada por lenguajes y comentarios ajenos a su espíritu” (J. A. Pagola).
Sin embargo, jóvenes, adultos, mayores, aun estando alejados, como hijos/as amados/as, seguimos sosteniendo y realizando cambios con creatividad y pasión. Enseñamos, oramos, predicamos, celebramos, asumiendo nuestro compromiso profético en la sociedad y en la iglesia para quienes buscan verdad y vida en los caminos que surcan la vida transfigurada de quienes se dejan encontrar por Él.
El papa Francisco dice con valentía en su encíclica Laudato si: “Vivimos en una cultura de la mentira y de la ocultación que dificulta la toma de conciencia de la gravedad de la situación actual (LS 25, 30, 49). Los poderes económicos, junto a la débil reacción política internacional, nos distraen para no tomar conciencia de nuestras acciones inmorales y vicios autodestructivos (LS 56) intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera” (LS 59). La Iglesia en salida de Francisco es una “Iglesia-pueblo de Dios que hace de todos hermanos y hermanas: una inmensa comunidad fraternal”, “que toma partido a favor de las víctimas y que llama por su nombre a los causantes de las injusticias”.
Somos vida transfigurada en la que todos/as estamos implicados.
¡Shalom!
FE ADULTA
Mc 9,1-9
En los tres ciclos litúrgicos leemos, el segundo domingo de cuaresma, el relato de la transfiguración. Hoy leemos el de Marcos que es el más breve, aunque hay muy pocas diferencias con los demás sinópticos. Lo difícil para nosotros es dar sentido a este relato. Marcos coloca este episodio entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Parece que hay una intención clara de contrarrestar ese lenguaje duro y difícil de la cruz.
Es descabellado que Jesús se dedicara hacer una puesta en escena particular. Mucho menos que tratara de dar un caramelo a los más íntimos para ayudarles a soportar el trago de la cruz (cosa que no consiguió). Con ello estaría fomentando lo que tanto critica Marcos en todo su evangelio: El poner como objetivo último la gloria; aceptar que lo verdaderamente importante es el triunfo personal, aunque sea a través de la cruz.
La estructura del relato a base de datos del AT nos advierte de que no se trata de un hecho histórico, sino de teología. No quiere decir que Dios en un momento determinado realice un espectáculo de luz y sonido. Son solo experiencias subjetivas que, en un momento determinado, atestiguan la presencia de lo divino en un individuo concreto. La presencia de lo divino es constante en toda la realidad creada, pero el hombre puede descubrir esa cercanía y vivirla de una manera experimental en un momento determinado de su vida.
A Dios nunca podemos acceder por los sentidos. Si en esa experiencia se dan percepciones aparentemente sensoriales, se trata de fenómenos paranormales o psicológicos. Dios está en cada ser acomodándose a lo que es como criatura, no cambiando o violentando nada de ese ser. Es más, la llegada a la existencia de todo ser es la consecuencia de la presencia divina en él. Esto no quiere decir que la experiencia de Dios no sea real. Quiere decir que Dios no está nunca en el fenómeno, sino en la esencia. “Si te encuentras al Buda, mátalo”.
Jesús, plenamente humano, tuvo que luchar en la vida por descubrir su ser. El relato de hoy quiere decir que, aun siendo hombre, habitaba en él lo divino. Seguramente se trate de un relato pascual que, en un momento determinado, se consideró oportuno retrotraer a la vida de Jesús. En los relatos pascuales se insiste en que ese Jesús Vivo es el mismo que anduvo con ellos por las tierras de Galilea. En la trasfiguración se dice lo mismo, pero desde el punto de vista contrario. El Jesús que vive con ellos es ya el Cristo glorificado.
La manera de construir el relato quiere demostrar que lo que descubrieron de Jesús después de su muerte, ya estaba en él durante su vida, solo que no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que se quiere contar en este relato, antes de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad, no está añadido a ella en un momento determinado. Este mensaje es muy importante a la hora de superar visiones demasiado maniqueas de Jesús con el fin de manifestar de manera apodíctica su divinidad.
Pedro, Santiago y Juan, los únicos a los que Jesús cambió el nombre. Era buena gente, pero un poco duros de mollera. Necesitaron clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los demás. Los tres acompañan a Jesús en el huerto. Los tres son testigos de la resurrección de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús que, de pasión y muerte, ni hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús, en el capítulo siguiente, que quieren ser los primeros en su reino. Los tres demuestran que no entendieron el mensaje de su Maestro.
La montaña alta, la nube, la luz, la voz, el miedo, son todos elementos que aparecen en las teofanías del AT. El monte es una clara referencia al Sinaí. La nube fue signo de que Dios los acompañaba, sobre todo en el desierto. La nube trae agua, sombra, vida. Los vestidos blancos son signo de la divinidad. El hecho de que todos sean símbolos no disminuye en nada la profundidad del mensaje que nos quieren transmitir, al contrario, el lenguaje bíblico asegura la comprensión de los destinatarios que eran todos judíos.
Moisés y Elías, además de ser los testigos de grandes teofanías, representan todo el AT, la Ley y los profetas. Significa que Jesús no se sacó su mensaje de la manga, sino que está en total acuerdo con el AT. Está claro que lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a Jesús. Hasta ahora, La Ley y los profetas eran la clave para descubrir la voluntad de Dios. Desde ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.
¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte, que les había anunciado unos versículos antes Jesús para dentro de muy poco. Cuando les anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a Jesús: ¡Ni hablar! Ahora se encuentra a sus anchas. El mismo afán de gloria que a todos nos acecha.
Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la “gloria”, y pretende retener el momento. Pedro, diciendo lo que piensa, manifiesta su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero ahora no quieren bajar, porque se habían acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar. Al poner al mismo nivel a los tres personajes, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la Ley y los profetas han cumplido su papel y están ya superados. La voz corrige esta visión de Pedro.
¡Escuchadlo! En griego, “akouete autou” significa escuchadle a él solo. A Moisés y Elías los habéis escuchado hasta ahora. Llega el momento de escucharle a él. El AT es el mayor obstáculo para escuchar a Jesús. Hoy lo son los prejuicios que nos han inculcado sobre Jesús. Escuchar es la actitud del discípulo. En el Éxodo, escuchar a Dios no es aprender de Él, sino obedecerle. La Palabra que escuchamos nos compromete y nos arranca de nosotros mismos.
No contéis a nadie... Es la referencia más clara a la experiencia pascual. No tiene sentido hablar de lo que ellos ni estaban buscando ni habían descubierto. No solo no contaron nada, sino que a ellos mismos se les olvidó. En el capítulo siguiente nos narra la petición de los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro termina negándolo ante una criada. Hechos que hubieran sido impensables después de una experiencia como la transfiguración.
Lo importante no es que Jesús sea el Hijo amado. Lo determinante es que, cada uno de nosotros somos el hijo amado como si fuéramos únicos. Dios nos está comunicando en cada instante su misma Vida y habla en lo hondo de nuestro ser en todo momento. Esa voz es la que tenemos que escuchar. No tenemos que aceptar la cruz como camino para la gloria. No llegamos a la vida a través de la muerte. En la “muerte” está ya la Vida.
Con relación al AT, tenemos un mensaje muy claro en el relato de hoy: Hay que escuchar a Jesús para poder comprender La Ley y Los Profetas, no al revés. Seguimos demasiado apegados al Dios del AT. El mensaje de Jesús nos viene demasiado grande. Como Pedro, lo más que nos hemos atrevido a hacer es ponerlo al mismo nivel que la Ley y Los Profetas. El afán de interpretar a Jesús desde el AT nos ha jugado una mala pasada.
Meditación
En Marcos, Jesús nos habla con sus hechos.
El mayor atractivo de Jesús es su coherencia.
En él, lo que pensaba, lo que decía y lo que hacía era todo uno.
Esa autenticidad es la clave de un verdadero ser humano.
Jesús era verdad, modelo de humanidad y divinidad.
Ahí tenemos la divinidad, manifestada.
Mc 9, 2-10
Con imágenes que resultaban familiares al judaísmo, se relata aquí la condición “transfigurada” de Jesús. Sin embargo, la lectura habitual del texto ha estado condicionada por dos claves que no parecen muy acertadas: la separabilidad y la desconfianza hacia nuestra realidad profunda.
Por un lado, la condición de ser “transfigurado” parece que se restringía a Jesús, de acuerdo con la creencia en su divinidad separada y exclusiva. Por otro, se insistía en la “necesidad” de bajar rápidamente en el monte, como si la comprensión de aquella realidad vislumbrada pudiera adormecernos y nos hiciera obviar nuestra acción y compromiso en el mundo.
Ambas claves definen bien el modo de funcionar de la mente y del ego. Aquella es, por su propia naturaleza, separadora; este se autoafirma en la acción tanto como teme al silencio, en el que se diluye.
Desnudando el engaño oculto en esa lectura, en la comprensión se hace manifiesto que la realidad “contemplada” en Jesús es una realidad compartida: todos somos seres “transfigurados”; más allá de la apariencia de las formas diferentes, somos Aquello que las transciende, luminosidad y gozo. Y de esta misma comprensión brota la acción y el compromiso, como su expresión natural, ahora caracterizados por la desapropiación. Si el ego exige “hacer” para poder sentirse vivo, en la comprensión la acción fluye sin que haya alguien que se la apropie: el compromiso sabio no viene firmado.
Todo encaja de manera admirable: lo que somos y lo que hacemos son las dos caras de la misma realidad. Sin comprensión no salimos del engaño de una “identidad pensada” (el yo), aunque nos empeñemos en un activismo desbordante, siempre sospechoso porque aparece marcado por la resistencia –como si la vida debiera responder a nuestra expectativa– y la apropiación.
La comprensión nos conduce a la aceptación lúcida –superando las trampas de la resistencia y de la resignación– y a la desapropiación en todo lo que emprendemos.
¿Cómo vivo la aceptación y la desapropiación?
FE ADULTA
DOMINGO II DE CUARESMA
Mc 9-2-10. De pronto miraron entorno y no vieron más que a Jesús con ellos
Seis después del primer anuncio de la pasión, Jesús se transfiguró. La presencia de Moisés y Elías representan la Ley y los Profetas respectivamente.
La propuesta de Pedro para quedarse a vivir en la montaña responde al miedo de ir a Jerusalén, por eso intenta impedir a toda costa que Jesús baje de la montaña. Como Pedro, son muchos los que prefieren la comodidad de lo idílico antes que enfrentar los riesgos de la vida cotidiana.
De los tres personajes que se presentan, solamente permanece Jesús, el mal llamado hijo de Dios, pues realmente lo fue de José y su mujer María, dos jóvenes galileos, y de esta manera Jesús inaugura el Nuevo Testamento en continuidad con el Antiguo.
El mandato de no contar a nadie lo sucedido forma parte de lo que se conoce como secreto mesiánico de Jesús después de su resurrección, hecho este último que corresponde a la mitología, ya que Jesús se quedó en el lugar donde le enterraron (posiblemente en una fosa común, que es lo que solían hacer les romanos en estas circunstancias) si bien la historia igualmente mitológica del entierro y aparición de Jesús a su amada María Magdalena y demás relatos de los evangélicos canónicos y apócrifos, personalmente me parecen bien y me agrada escucharlos en la misa los domingos de Pascua.
Como ya expusimos hace algún tiempo comentando este mismo domingo cuaresmal, la trasfiguración de Jesús no es único en el evangelio de Marcos. Una transfiguración similar sucedió dos veces en la vida de Buda, justamente antes de su muerte y en la que se relatan hechos similares: “su cuerpo brilló tanto, que los nuevos mantos dorados que estaba portando, parecían haber perdido su lustre”
En Jesús se repite la historia con el episodio del Monte Tabor: “Delante de ellos se transfiguró y su rostro resplandeció como el sol, sus vestidos se volvieron blancos como la luz”
El relato de todos estos hechos está en la historia de diferentes religiones: en la cristiana en arameo, en la budista en sánscrito.
El deseo de una realidad trascendente ha tomado formas muy diversas desde que el ser humano habita la Tierra. Copio un poema de mi libro “El legendario reino de los sentimientos”:
MÚSICA DIVINA
Un cielo sin música,
para mí no es un cielo
a menos que su Dios sea música
con notas y libreto,
y en él hagan sonar trompetas
celestiales coros arcangélicos.
No quiero un Dios de Truenos en las nubes
que a los niños asusta
y en los abuelos origina miedos.
Gabriel María Otalora
Redes Cristianas
ATRIO
Plutocracia es una palabra muy poco utilizada entre nosotros. Difícil verla en un gran medio de comunicación, donde sí se habla muchísimo de democracia. Es fácil que muchos jóvenes no la hayan oído en su vida, y no sepan lo que significa. Es una palabra de raíz griega, lo mismo que democracia. Cracia indica poder, y demos, pueblo, es decir: poder del pueblo, mientras que pluto es riqueza, y, por tanto, plutocracia, poder de los ricos.