Mt 25, 1-13
8 de noviembre de 2020
El evangelio de este domingo comienza marcando claramente la pretensión de Jesús: cómo situarnos ante la llegada del Reino de Dios. Y, nuevamente, recurre a una alegoría para poder comprenderlo. Mateo ha situado esta parábola dentro del discurso del anuncio del final de los tiempos y de la plenitud del Reinado de Dios. Ya nos ha dejado claro que no estamos abocados a un duro juicio sino a un banquete, una fiesta inclusiva pero que necesita de una disposición personal para ello. Jesús no parece querer identificarse con el novio; es ésta una interpretación muy posterior de la tradición cristiana. Lo que sí tendría sentido, en coherencia con el discurso de Jesús, es su voluntad de recordar la necesidad de una mayor vigilancia para vivir esa plenitud a la que todo ser está llamado a vivir.
Se trata de una parábola no siempre bien leída porque la palabra “doncellas o vírgenes” genera otros escenarios de significado ajenos a la narración y pueden despertar cierta incomodidad. Cuenta la parábola que unas doncellas esperaban al novio de una Boda que no terminaba de llegar. Las doncellas se agrupan en dos modos de esperar: las previsoras y las imprudentes.
Para comprender esta parábola, es importante conocer el contexto cultural de la época. En la sociedad de Jesús podría darse el retraso del novio en una Boda porque se interpretaba como una complicación en la negociación sobre la dote o regalos para la novia. Esto daba más importancia a la novia y a sus familiares que estaban negociando para defenderla bien. Las amigas no casadas de la novia practicaban un ritual antes de darse el enlace que consistía en ir a buscar al novio con lámparas encendidas. El esposo solía llegar cuando los invitados comenzaban a cansarse y bajo el efecto del buen vino consumido. En esta espera todas las “doncellas” se duermen y son despertadas por el que vocifera que ya llega el novio. Las previsoras lo tenían todo preparado, las imprudentes buscan desesperadamente aceite para poder consumar el ritual. Ellas no pueden participar porque no tienen aceite, han ido a comprarlo y cuando llegan no pueden entrar, no son reconocidas y no les abren la puerta.
¿Hacia dónde nos conduce esta parábola? ¿Por qué el Reinado de Dios se parece a esta historia? El Reino de Dios no es una categoría humana sino divina, pero en esta vida humana puede ir desplegándose y encarnándose porque forma parte de nuestra identidad esencial. La vida humana transcurre en un doble dinamismo: dormir y despertar. No sólo en un sentido biológico, sino existencial. Cuando las muchachas despiertan se encuentran con dos realidades diferentes: las imprudentes entran en pánico, sienten la carencia, buscan desesperadamente, y en el lugar equivocado, el aceite que pueda encender la luz. Intentan pedirlo prestado, comprarlo, pero, al parecer, no llegan a tiempo. Cuando vivimos desde esta dejadez de lo que es esencial, nos encontramos con esta realidad de vacío que intentamos llenar y compensar cediendo a nuestro “ego” todo el poder; y nos empeñamos en ser quienes no somos. Nos revestimos de una imagen irreal, irreconocible, como les ocurre a las imprudentes al llamar a la puerta.
Las muchachas previsoras, al despertar, se encuentran una realidad de abundancia y pueden encender la luz. No tienen ya que comprar nada porque estaban situadas en la corriente que avanza hacia la plenitud; son portadoras de luz porque han sabido gestionar responsablemente el aceite de la vida; han facilitado el ritmo natural de la “boda” y no ha sido necesario llamar a la puerta porque ya estaban dentro. Han ido conectando con la fuente del aceite necesario para despertar a una nueva conciencia que es luz y disposición para llegar a ser lo que son como posibilidad. DESPERTAR no es desperezarse del letargo de la noche y del sueño; DESPERTAR es vivir la noche y el día desde esta conciencia de que la vida no es una compraventa de lo que somos en esencia, sino una consciente decisión de vivir lo que SOMOS.
Y el impacto de esta posición ante la vida repercute no sólo en nuestra conciencia sino en quienes son semejantes; es reconocer que todo fondo humano está llamado a despertar en la luz, que todo ser lleva en sí una dignidad por la que merece la pena empeñarse en que se reconozca. En estos momentos de incertidumbre, de oscuridad social, sanitaria, económica, mantengamos las lámparas encendidas para que tod@s lleguemos a SER en conexión a la misma Fuente.
¡¡¡FELIZ DOMINGO!!!
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