RELIGIÓN DIGITAL
“En sufragio por las almas de los fieles difuntos” o “Por las benditas almas del Purgatorio”, suelen ser los términos empleados por la liturgia doméstica u oficial, con algunas variantes en tiempos y lugares diferentes. “Sufragio” significa aquí “ayuda o socorro especialmente con medios económicos a una comunidad“. La acepción de “fieles” es preferida en este contexto académico con cuanto se relaciona con quien “acata las normas de la Iglesia”. (Como adjetivo, “fiel” es invariable en género, y como substantivo es de género común, pudiéndose decir “él” o “la” fiel)
En estos días, y con frecuentes celebraciones litúrgicas o para-litúrgicas, es posible que a muchos de los “fieles” todavía no difuntos, puedan serles de provecho y recordación reflexiones similares estas:
Aunque el sufragio aludido tenga no poco, sino mucho, de económico, tal elemento no es el único y ni siquiera el principal en la Iglesia y fuera de ella. Las misas, los “responsos”, los rosarios, los rezos en general, los “padre-nuestros”, los “requiescant in pace”, los toques de campanas, los ornamentos sagrados –negros o morados–… no tienen la exclusiva de ser y convertirse en “sufragios”. Acerca de las misas de difuntos, y de los rezos “clericales”, hay que advertir que cuestan dinero, cuyas tasas, con la actualización correspondiente y noticia en los Boletines Oficiales Diocesanos, se hacen públicos todos los años “para general conocimiento” de los feligreses.
Ya sé que molesta advertir que en el entorno del altar sigue sonando mucho el dinero. Diríase que en demasía. Y más precisamente a propósito, o con ocasión, de los muertos, con mención particular para las “estaciones” y cultos a celebrar en noviembre, “mes de los difuntos”, por antonomasia, según el piadoso sentir y la definición popular. Al planteamiento litúrgico, o para-litúrgico económico de la Iglesia todavía en la actualidad, los recuerdos-memoria de los fieles difuntos le suponen ganancias más pingües a los serviciarios del altar, que la asistencia y participación de los sacramentos a los vivos, como acontece con el bautismo, las Primeras Comuniones, las bodas, actos y celebraciones de acción de gracias…
Con “franciscanismo” y franqueza, el papa actual señala que es imprescindible desterrar de la Iglesia y sus alrededores todo lo que suene a compraventa y a dinero-denario y pueda dar la impresión de que al menos sus ejecutivos clérigos o clercaloides ni escuchan sus palabras ni leen sus misivas pontificias. Y es que precisamente la Curia romanano es ejemplo de pobreza y de generosidad, sino todo lo contrario. Todo en ella cuesta dinero, comenzando por las indulgencias aplicables a la salvación eterna de las almas y de su rápido exilio del Purgatorio…
Las explicaciones que ofrecen algunos liturgos justificando la fiesta de los “Fieles difuntos”, aneja a la del “Día de Todos los Santos” no son hoy convincentes para muchos... Estos, tanto o más pueblo de Dios, que los liturgos, en la práctica religiosa unieron las dos celebraciones, con el convencimiento de que todos los difuntos son santos y todos los santos oficialmente canonizados o no, fueron y son difuntos, por “pecadores” que fueran unos y otros en sus respectivas vidas y en los relatos de los hagiógrafos a quienes se les encargó la redacción de sus “vidas y milagros”.
No está de más insistir en que la relación sufragio-dinero en la Iglesia, y ni siquiera en la celebración de día de los “fieles difuntos” es la única, eficaz y verdadera. Todas las obras de misericordia, su recuerdo y su práctica, son fuentes de sufragios que enriquecen los textos espirituales de la Iglesia, que la bondad de Dios en Jesús, por igual y equitativamente, dispensa y entrega a todos y a todas, sin cuantificar el valor de lo invertido en indulgencias y misas.
El lenguaje de las “cuentas bancarias y el de los “medios de fortuna”, no sobrepasa la periferia de la vida mortal, ni es inteligible en el “reino de los cielos”, pese a que algunos, aún miembros de la jerarquía, crean y se comporten convencidos de que también en las esferas celestiales hay ricos y pobres, por lo que el dinero-denario –dólares o euros– es moneda fungible en las entidades de crédito, bajo los auspicios de san Mateo o de algunos expertos en tales menesteres, con expreso rechazo para quienes ejercieron en la banca vaticana…
Desde la lejanía de mis años mozos “coadjutoreantes” por esos pueblos de Dios, el recuerdo pío y desconsolador para los centenares –sí, centenares– de “responsos”, rezados o cantados –los “cantados” eran más caros–, que había que recitar, en el cementerio, sobre todo en la zona en la que estaban enterrados los miembros de la gitanería, los restos de uno de cuyos “reyes” reposaban en una de las tumbas… Otros recuerdo para los días en los que había que desplazarse a un pueblo cercano para engrosar con más curas la procesión-entierro de vecinos “pudientes”, procesión que, antes de llegar al cementerio, había de recorrer todas las calles en las que tenían sus casas, con el fin de a lass mismas puertas de los donantes se cantara el responso, con lo que tal acto fúnebre y social exigía emplear toda la mañana y parte de la tarde.
De ahí a las “misas gregorianas”, a los novenarios, aniversarios y lutos, y a las 60.000 misas encargadas en sufragio del alma del rey Felipe II (“que en paz descanse”), no hay diferencia teológica enhebrada en el tratado de “Novísimos”, aunque tal diferencia, con ribetes de escándalo, se registre en el tratamiento-trato pastoral y en correspondiente sección de “ecos de sociedad”.
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