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miércoles, 21 de octubre de 2020

Lucía Ramón: “Los Evangelios los han interpretado varones”

 

Josep Playá Maset

Redes Cristianas

La profesora de la Facultad de Teología de Valencia reflexiona sobre la visión femenina de la Iglesia
La Fundació Joan Maragall invita desde 1997 a personalidades de relieve del pensamiento cristiano para exponer las líneas maestras de un libro que elaboran por encargo de la entidad. Y el jueves pasado la invitada fue Lucía Ramón, profesora de la Facultad de Teología de València, con el tema Feministas agnósticas y feministas cristianas: un diálogo inexplorado .

“Hasta ahora los textos los han interpretado prácticamente solo clérigos y varones”
Uno de sus libros anteriores tiene un título muy sugerente: Queremos el pan y las rosas.
Cuando hablo de feminismo hablo de un proyecto social, político, de igualdad de oportunidades para todos, independientemente del sexo. Las religiones han contribuido en parte a la limitación de las posibilidades y los derechos de las mujeres, pero también han servido para dar fuerza a las mujeres, afirmarse en su dignidad y rebelarse ante situaciones injustas.

Y entre estas mujeres que son un referente vital están esas trabajadoras de Massachusetts de principios del siglo XX que se manifestaban para pedir mejores condiciones de trabajo en la industria textil con las pancartas de “pan y rosas”. Reclamaban no solo justicia económica sino también el deseo de tener una vida plena. Las rosas son el reconocimiento de la dignidad de las personas, el poder gozar de las bellezas de la vida. Me preocupa especialmente el rostro de la pobreza en el mundo sea femenino. Hay que empujar para cambiar esta situación, también desde el ámbito de la espiritualidad de las religiones.

¿Qué puede aportar la visión de la mujer a la Iglesia católica?
La experiencia vital de nacer mujer y vivir en un cuerpo de mujer en una sociedad que es patriarcal, en mayor o menor medida, implica diferencias y experiencias distintas. La teóloga latinoamericana Ivone Gevara habla de “la expresión femenina del mal”. La violencia sexual, el no tener acceso al poder o el mal de la ignorancia son experiencias reales que se han de tener en cuenta. Si hablamos de la prostitución solo desde una perspectiva masculina habrá una experiencia de vida que quedará oculta. La realidad es compleja y cambiante.

El hombre es socializado para la autonomía y el trabajo en el espacio público, y las mujeres fundamentalmente hemos sido educadas en el cuidado, la atención a los demás. Hasta hace poco se daba por hecho que había una masa de mujeres que se encargaban del cuidado de niños, ancianos, enfermos, en un marco de economía informal. Y cuando las mujeres nos hemos incorporado al trabajo, ha empezado lo que Adela Cortina llama la “extinción de la mujer cuidadora”. Hay elementos de la vida que no son monitorizables, no se puede pagar para que te den consuelo, ni para tener cuidados afectivos o atención, pero son valores que necesitamos. Y que los hombres también deben desarrollar. Como las mujeres debemos desarrollar valores masculinos, la autonomía, el sentido de la responsabilidad, no buscar príncipes azules…

¿Y la Iglesia ayuda?
El discurso teológico, la predicación, el acompañamiento espiritual, los hacen fundamentalmente varones clérigos célibes… y esta otra experiencia de la vida, esta cultura ética propia de la mujer está ausente. Me parece una pérdida trágica que una institución desaproveche este potencial.

¿Qué aportación puede hacer el cristianismo a la liberación de la mujer?
He planteado las críticas, pero la propia espiritualidad y la experiencia cristiana de Dios afirma la dignidad de las mujeres y su creatividad. Los Evangelios, pese a estar escritos por varones, en un contexto patriarcal, destacan muchos encuentros de Jesús con mujeres que estaban oprimidas, con todo tipo de dolencias, y ese encuentro las libera y empuja a la acción. En tiempos del imperio romano, el cristianismo se consideraba casi una religión de mujeres. Hay muchas mujeres a las que su experiencia religiosa les impulsó a proponer nuevas formas de vida, proyectos sociales.

Pero los Evangelios se utilizan también para justificar…
…Aquí es donde cobra importancia la teología femenina. Estos textos tienen lecturas distintas, hay que interpretarlos en su contexto histórico y hasta ahora solo lo han hecho prácticamente clérigos y varones. Hay que deconstruir esas lecturas.

Dígame algún ejemplo.
Asociar a María Magdalena con una prostituta es un error que no aparece en los textos y sin embargo se ha dado por bueno. En la película de Mel Gibson La pasión de Cristo vuelven a identificarla con la prostituta que llora a los pies de Jesús, y eso no tiene nada que ver con los textos originales. También son importantes las traducciones. En el Nuevo Testamento aparece una carta a Junia, la apóstol, y el traductor la masculinizó como Junias. Se da por hecho que en la última cena no hubo mujeres, y cómo no iba a haber mujeres si estaban todos juntos. Muchas veces estas suposiciones vienen de la historia del arte. La Iglesia griega venera a María Magdalena como apóstol de los apóstoles, fue ella quien anunció la resurrección, y el papa Francisco la quiere recuperar como la primera apóstol.

¿En el tema de la mujer y la religión hay posturas antagónicas?
Es lo que he planteado en la Fundació Joan Maragall. Hay una postura apologética desde dentro, el discurso oficial, que defiende que la religión dignifica sin darse cuenta de las prácticas discriminatorias. Se hace una defensa en bloque de toda la tradición, y eso pasa en todas las religiones. Y luego está un feminismo que cree que la religión es el problema, y que hay que acabar con las religiones para acabar con el patriarcado. Pero no reconoce la pluralidad de tradiciones, con sus conflictos y sus disidencias.

La realidad no es algo monolítico, sino dinámico, como lo puede ser el catalanismo o el marxismo. Y, además, al negar la pluralidad negamos que para muchas mujeres, y especialmente para las empobrecidas, la espiritualidad y la religión son una dimensión importante en sus vidas a la que no quieren renunciar. No podemos plantear a las mujeres que tengan que elegir entre igualdad y espiritualidad. Podemos tenerlo todo, las que queramos; y luego habrá mujeres a las que no les interese esa dimensión espiritual. A mí la Iglesia me ha dado mucho, lo que no me impide ver esos problemas.

¿La Iglesia ha dado pasos, pero el acceso de la mujer al sacerdocio es un tema tabú?
Hablar del papel de la mujer a mí ya me resulta inquietante cuando en realidad todos somos bautizados y tenemos la misma misión. Jesús no propuso unas bienaventuranzas, unos mandamientos o unos ritos para entrar en la Iglesia diferenciados entre hombres y mujeres. Esas diferencias surgieron después, en el contexto greco-romano. El tema del sacerdocio es fundamental, porque es necesario para tener a acceso a cualquier lugar de toma de decisiones, para pertenecer a la jerarquía visible. Por muchas declaraciones positivas y elogiosas hacia las mujeres, la realidad es que no podemos acceder a esos estos ministerios.

A las teólogas feministas, las argumentaciones que se dan nos parecen poco consistentes. No hay una objeción clara en la Biblia contra el sacerdocio femenino, tiene que ver más con una tradición. El último argumento que se ofrece es la masculinidad de Jesús. Pero a nadie se le ocurrirá negar el sacerdocio a un negro o a un eslavo, aunque no sean judíos, y sí se les niega a las mujeres por el hecho de serlo. ¿Somos tan diferentes como para negar que las mujeres podamos representar a Cristo?

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