Jairo Vargas
El Gobierno griego ha logrado, mediante una campaña de miedo y represión policial, que 9.000 solicitantes de asilo entren por su propio pie en el nuevo campo erigido en Lesbos tras el incendio del de Moria. Es de facto un centro de detención en el que ya se cuentan más de 200 positivos por coronavirus mientras escasean los recursos básicos.
En la carretera de la costa de Mitilene ya no queda casi nada. Solo los restos de cañas rotas y lonas de plástico, botellas de agua y basura que varios operarios se afanan en recoger. Desde que hace poco más de una semana ardiera el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, esos arcenes, los olivares cercanos y el párking de un supermercado Lidl han sido el único refugio de más de 12.000 personas migrantes y solicitantes de asilo.
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