José M. Castillo, teólogo
No voy a insistir en la gravedad y en la urgencia del problema que estamos afrontando en España. De sobra lo sabemos y lo estamos padeciendo. Pero hay cuestiones de enorme importancia, sobre las que muchos ciudadanos no están debidamente informados. Y en no pocos asuntos graves, se palpa la ignorancia o la desorientación.
Y, por último, es igualmente un hecho que, hasta este momento, si el clero de la Iglesia se ha preocupado por los problemas, que está provocando esta pandemia, son los problemas relacionados con la celebración de las ceremonias sagradas y de las fiestas religiosas. Lo cual es comprensible. Pero, al menos hasta este momento, no he advertido una preocupación eclesiástica especial por el problema que más preocupó a Jesús, según los Evangelios, que fue el problema de la salud de los enfermos, aunque para curar a tales enfermos, fuera necesario quebrantar determinadas leyes religiosas, así como conflictos con los sacerdotes del templo y los dirigentes del culto sagrado del templo. Sin duda alguna, la Conferencia Episcopal Española no ha dado, hasta este momento, señales de andar preocupada por los problemas sanitarios de los pobres en España.
Quiero y debo destacar que el ejemplo, que nos está dando el papa Francisco – y con él no pocos obispos, sacerdotes ejemplares, religiosas y religiosos – en parroquias y comunidades, con frecuencia desconocidas, todo eso, ¿no debería motivar a la Conferencia Episcopal Española a hacer presente y actual la ejemplaridad de Jesús, el Señor?
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