Fe Adulta
De la mano de Clara de Asís y de Lidia, discípula y primera mujer europea que se convirtió al cristianismo, nos adentramos un paso más en el proceso de Despertar- Estar Atent@s al Universo.
¡Qué claro se ve desde ellas, qué sencillo y envidiable su modo de mantenerse Despiertas!
Ambas escucharon el mensaje de labios de hombres enamorados de Jesús, hombres que se dejaron cambiar por la fuerza irresistible del Espíritu.
Lidia (Hechos 16,14-15) escucha la predicación de Pablo en su pueblo Tiatira, situado a unos 60 kms de Atenas. El nombre es étnico, su origen está en la antigua región griega de Lidia.
Posiblemente era una respetable mujer de negocios, y al no mencionarse ningún varón, el patriarcado deduce que posiblemente era viuda, lo cual puede o no ser la realidad. Sí parece que era una mujer independiente que no dudó en acoger a un grupo de hombres extranjeros en su casa, indicativo de su carácter libre y abierto. Hoy diríamos que estaba “empoderada” por la fuerza del Espíritu de Jesús, al que acogió en sus entrañas.
También Clara nos muestra unas características de personalidad fuerte y tierna a la vez, tan propia de mujeres tocadas por la Ruah.
Es verdad que a ambas es un varón, quien les anuncia el evangelio, como el caso de Jesús y M. Magdalena y las demás discípulas. Es una maravilla cuando ambos géneros trabajan al unísono, en igualdad y respeto. Es así como el fruto madura tranquilo.
Estas dos mujeres al entrar en contacto con la Palabra experimentan un despertar que provoca un giro en su vida.
El paso de una vida normal, cada una según su cultura y situación social a una vida de alguien que ha experimentado el Amor, que ha dejado que la envolviera y que ha permitido que éste se convirtiera en el sentido de su vida. Y es que esa calidad de amor origina un antes y un después en la persona a nivel emocional, profesional, familiar, social…y religioso.
Lidia protagoniza un estilo de vida que podemos actualizar y comprender hoy fácilmente:
Su casa se convierte en iglesia doméstica: lugar de acogida y encuentro, de predicación y de partir el pan. Lugar de acogida y formación en el vino nuevo que se ha catado en las bodegas interiores. Vino que emborracha de fuerza para perdonar y crear puentes con lo que antes veíamos imposible, con los que antes no podíamos ni considerar cómo reconstruir la relación.
Y es que la oración: diálogo amoroso y práctico nos lleva a acercarnos a los menos fáciles, a los que no nos nace humanamente. Siempre es bueno preguntarnos si buscamos en nuestros compromisos sentirnos a gusto, lo cual no está mal, pero a veces tenemos personas cercanas que evitamos por razones que cada uno sabe.
Ahí agradezco de nuevo el carisma de sfcc “que todo sea uno” porque esa unidad sólo emerge de un corazón expuesto a diario al filtro del Espíritu. Esas son las aguas turbulentas y las tormentas donde la comunidad se hunde si no tiene Jesús a bordo.
Cuando oras la fuerza te llega en su momento. Se acortan distancias y además de los de lejos: migrantes, refugiados… también vemos con otros ojos a las personas de las que nos distanciamos por su carácter, o soberbia o ideología y podemos descubrir debajo de esa capa, su auténtica identidad y también en muchos casos reconocer nuestra propia limitación.
Clara abraza a la hermana pobreza, contagiándonos su pasión por la ecología, la sencillez y la solidaridad. Todo esto y mucho más, amasado con su pasión por el Maestro Interior, a quien ama con todo su ser y quien le facilita un estilo de vida que entre los dos, resulta altamente atractivo.
Clara no es la niña rica, de familia noble, que depende en todo de Francisco, el gran reformador… Clara, de nuevo, es la mujer capaz de dar forma a un estilo de vida que la sociedad y la iglesia de su momento histórico necesitaba.
Las coordenadas actuales son otras. Pero ambas son auténticas portadoras de la solución: pasión por el Crucificado en las personas y el planeta y una gran dosis de iglesia doméstica, hoy también online.
Y una capacidad arrolladora de acoger, perdonar, comprender, quitar hierro… ¿cómo se hace comunidad sino? Vivo estos días historias de “comunidades de vecinos” de lo más instructivas. El calor, el Covid, el bien nutrido ego… pueden crear situaciones nada agradables. También en casa, todos juntos, niños, espacios más pequeños tal vez en verano, la mascarilla… ¡uff! Y miedo al desempleo y a recortes en pensiones…
¿Real? ¡Como la vida misma! ¿Soluciones? Ni una. Sólo la urgencia interior de responder al Amor, de estar Despierta para desde ahí poder reinterpretar la realidad, con otros ojos, con otras manos.
Aprovecho por agradecer a las personas que hoy nos permiten saber y sentir que podemos y de hecho algo de todo eso ya hacemos. Nuestro ser ecuménico, nuestro carisma tan amplio hace que la acogida sea posible también en el seno de nuestra comunidad de 12 hoy en España. ¡Qué fuerte! Doce. Y os aseguro que tanto ellas como ellos, por su compromiso y pasión podrían ser obisp@s y reformadores de comunidades entumecidas. Como nuestro hermano Pere que estos días al fin pudo viajar a Casa. Crear comunidad en medio de la nada, de la dificultad.
“No tener nada, no callar nada… y de pasada, solo de pasada no robar nada…” y perdonar y acercarnos y abrazarnos como hacíamos el domingo con dos médicos amigos que muy taxativamente dijeron: mira para el otro lado y cuando me quise dar cuenta estábamos fundidos en un abrazo largo y empoderador, como la oración afectiva y efectiva.
Abrazos, en este caso, virtuales.
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