Fe Adulta
La parroquia, como “santuario” abierto a todos y llamada a llegar a todos sin excepción, recuerda que los pobres y los excluidos siempre deben tener un lugar privilegiado en el corazón de la Iglesia.
En el documento que ha salido de Roma sobre la parroquia se insiste en que haya una profunda relación entre la comunidad parroquial y los pobres.
Y aquí viene la pregunta y la búsqueda: ¿Cómo encontrar esa relación?
Algunos pobres están en las parroquias principalmente en las puertas pidiendo limosna.
Pero ¿cómo podemos trabajar para que su presencia no sea meramente de limosneo sino de auténtica inserción y sean uno más en la comunidad?
No cabe duda de que entre los fieles hay personas con muchas necesidades y rozando lo que llamamos pobreza económica y sobre todo, social, humana y personal.
Pienso que es fundamental que las personas que piden a la puerta, si lo quieren, entren a formar parte efectiva de la comunidad. Podemos invitarles y en lugar de que pidan, que haya un cepillo, como existe en muchos lugares, del “pan de los pobres”. Las personas que lo deseen, pueden echar ahí su colaboración y ese dinero, entregarlo luego a los pobres.
Mejor sería aún que nos anotásemos con una cuota mensual para ello.
Es preciso que, en la predicación, los pobres estén presentes: que algún día hablen ellos. Que Caritas sea prioritaria en la vida de la comunidad.
Y podemos salir de las paredes de nuestro templo para ver quiénes sufren necesidades en el barrio y con los servicios sociales existentes trabajar para que se puedan promocionar e ir encontrando alternativas.
Hay una posibilidad muy fácil: entre un grupo de personas, anotarnos con una cuota mensual y ver hasta dónde llegamos para pagar un alquiler…
Sin duda que este estilo cristiano puede llevarnos a una austeridad grave en la comunidad. Colaboración con Caritas y otras ONGS, pero lo importante es que la comunidad parroquial transmitamos amor y justicia con los pobres. Y que en la medida de lo posible haya una promoción de sus personas. Será más fácil si alguno de ellos está y participa en los organismos parroquiales.
Y no olvidemos que pobres y desvalidos son también los que viven alguna enfermedad, alguna discapacidad. Que nuestros edificios estén bien dispuestos para facilitar la entrada a las personas con sillas de ruedas, etc.
Será bueno si en ciertas ocasiones tenemos una comida con ellos y si hay personas de otros países, que degustemos también sus productos.
Como comunidad, participaremos en las manifestaciones o gestos que, de una u otra forma, haya en favor de los marginados. Que seamos una comunidad con los pobres y con sus intereses.
Y mucha austeridad a la hora de arreglos en el templo, comprar cálices, ropas, material… No ofendamos a Jesús pobre.
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