No tengas miedo; yo soy el primero y el último. Soy el que vive; pues morí, pero ahora estoy vivo para siempre. (Apocalipsis 1:17)
MT 13, 1-23
Les explicó muchas cosas con parábolas
A través de las parábolas, podemos aproximarnos a cuanto Jesús pensaba y decía sobre el otro el reino de los cielos que bastante lejos andaba.
La experiencia propia que tenía el Maestro de Nazaret, sobre el modo de actuar de Dios, era cosa bien distinta del resto de los judíos: para los fariseos -los limpios del corazón- no necesitaban a nadie que les perdonara de nada, pues no eran ni jamás serían pecadores, y se sentaban en los primeros bancos del Templo de Salomón, el Sabio, que como tal, no siguió los consejos de su padre David.
Los publicanos en cambio, que recaudaban monedas para el fisco de los romanos, se sentían muy culpables de hacerlo, y por eso, en lugar de sentarse en los bancos, se quedaban de pie en la entrada, dándose golpes de pecho, pues se creían pecadores.
Parábolas hay bastantes en todos los evangelios, menos en el de Juan, matizando las diversas actitudes frente a la vida, que Jesús les presentaba.
Unas eran para enseñar lo bueno, otras para evitar lo malo: de las primeras, el Sembrador y el óbolo de la Viuda, de las segundas, el hijo Pródigo y la Cizaña.
En el Antiguo Testamento se narran bastantes. En Jueces 9, 8 se dice:
Una vez fueron los árboles a elegirse rey, dijeron al olivo: Sé nuestro rey, mas el olivo dijo: ¿Y voy dejar mi aceite con el que se honra a los dioses y a los hombres para ir a mecerme sobre los árboles?
Y en Samuel 12, 1:
Ya veis que os he hecho caso en cuanto me habéis pedido, os he dado un nuevo rey, y ya le tenéis aquí, yo estoy ya viejo y canoso, mientas que a mis hijos los tenéis entre vosotros.
En Isaías 5, 1, Canto a la viña.
Voy a cantar en nombre de mi amigo, un canto de amor a su viña en fértil collado. La entrecavó, descantó y buenas cepa plantó; construyó en medio una atalaya, y cavó un lagar, esperando que uvas diera, pero agrazones dio, Y ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, sed jueces entre mi viña y yo.
Y en ese mismo Libro de los Jueces, se da cuenta de que otro tanto hicieron con la higuera de dulce fruto, la vid que da suave mosto, la zara de moras negras y los cedros del Líbano.
¡No tengáis miedo! dijo Jesús, cuando en aquellos tiempos, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Les explicó muchas cosas con parábolas, dice Mateo 1, 3.
Y si Dios estaba en él, también estaba con todos, pues el Padre está en mí y yo estoy en el Padre, como un día dijo Jesús a sus discípulos y a todos nosotros con ellos, porque mucho nos interesa.
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