Este año, a causa de la pandemia del coronavirus, tampoco habrá processó de la huitava de Corpus en el Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia, en la que se desarrolla uno de los ritos tradicionales de adoración eucarística más singulares de nuestras tradiciones, a través de un recorrido por el claustro del histórico edificio, en el que es portado el Santísimo Sacramento en custodia sobre andas bajo palio con un cuidadoso y elegante protocolo encuadrado en la estética de la religión: cada seis pasos por parejas seminaristas colegiales, arrodillados y revestidos con dalmáticas, inciensan y lanzan pétalos de flores al Senyor Manifestat.
La fiesta en esta ocasión quedará plegada sola y exclusivamente a la Misa solemne y en gregoriano que será oficiada a las 10 de la mañana de este domingo 14 de junio, a la que seguirá la ceremonia de los ramos, que es uno de los ritos establecidos por san Juan de Ribera consistente en el ofrecimiento de 12 ramos de espigas al Santísimo, expuesto en el altar mayor de la capilla y la interpretación del “Canto de los Alabados”, otro rito del siglo XVI, que interpretan los superiores, capellanes y seminaristas mientras caminan en procesión hacia el altar mayor para adorar al Santísimo Sacramento.
De no ser por el coronavirus, por la tarde del jueves de la octava a las 18.30 horas se hubiera cantado vísperas y completas solemnes y polifónicas y a las 19 horas se hubiese desarrollado la procesión por el claustro renacentista del Colegio Seminario con la Custodia de 'El Patriarca', la que terminaba con el canto de las letanías del Santísimo compuestas por el ilustre músico valenciano Juan Bautista Comes. Al menos esto es lo que se ha hecho público de momento. Internamente, a puertas cerradas, no se sabe si habrá algún acto más de sus pomposas celebraciones eucarísticas.
Comes escribió las “Danzas al Santísimo o Eucarísticas”, por indicación del arzobispo Juan de Ribera, a ejemplo de las danzas de los Seises de Sevilla, “quien quiso tener unas composiciones cantadas y bailadas que acompañaran la procesión particular del Corpus”. Como manera de mejor solemnizar la fiesta de Corpus, las cuales eran bailadas por infantillos, a la manera de los Seises de Sevilla, cuya Diócesis rigió antes de la de Valencia.
Juan de Ribera, escribe Juan María Solá, “acrecentó la pompa del Corpus y su octava con nuevas y honestísimas danzas de hombres, con representaciones de autos, con mil variedades de cánticos, villancicos y motetes, que con la mayor elegancia solía componer su no menos sabia devoción, para así convidar a todos a que, con señales de la más sencilla gratitud, reconociesen tan incomprensible beneficio de la eterna Divina Majestad”.
Estas danzas fueron ejecutadas con desigual suerte dependiendo de los gustos de obispos y rectores, tuvieron sus altibajos. En estos momentos -nos ha correspondido este infortunio- no son bailadas, porque la rectoría colegial las ve poco apropiadas y distraen de la debida atención y devoción que se debe tener al Santísimo. El profesor de la Universidad Católica de Valencia, Rodrigo Madrid, que los dirige se ha llevado las danzas a la iglesia desacralizada del antiguo Monasterio de san Miguel y de los Reyes, construido por el Duque de Calabria, en cuya iglesia desacralizada ensayan y actúan los infantillos para actos culturales, no religiosos, como una manera de mantenerlas vivas, una vez logró recuperarlas.
Juan Bautista Comes
Juan Bautista Comes nació en Valencia en 1582 y fue bautizado en la desaparecida iglesia de la Santa Cruz, corazón del barrio del Carmen. Ingresó como infantillo en 1594 en la catedral de Valencia, donde aprendió música y canto en su escuela. Al cambiarle la voz, en 1602 dejó el grupo de infantillos y optó a organista de la parroquia de san Pedro, en Sueca. En 1603 es tenor de la catedral de Lérida, donde llegó a Maestro de Coro. En 1608, vuelve a Valencia, reclamado por el arzobispo Juan de Ribera, para encargarse de la capilla musical y coral del recién fundado Colegio de Corpus Christi –el monumento levantado en homenaje a la Eucaristía- permitiéndosele que también ejerciera en la catedral.
Al morir Juan de Ribera, siguió dos años más en la capilla del Patriarca y luego solo en la catedral. En 1619, el rey Felipe III le nombró segundo maestro de la Real Capilla y marchó a Madrid, ciudad que no le gustó y desde donde hizo varios intentos de regresar a Valencia. “En la correspondencia epistolar mantenida con los superiores del Patriarca – cuenta José Climent Barber- se plantea su deseo de volver a Valencia y las condiciones de ambas partes para que pueda hacer efectiva esta vuelta, así como los sentimientos del mismo Comes, ya que “deseando dar gusto a mis padres, que desean acabar sus cortos días cerca de mi persona, me he determinado a suplicar se sirvan admitirme otra [vez] sólo que Vs. Mds. me den cincuenta escudos más de los que tenía ms. Narcís [...] y me permitan no tener obligación de los niños que es lo mismo que mosén Narcís tenía, y me ofrezco a servir a Vds. Mds. con la puntualidad a que queda obligado un sacerdote que, desengañado de las confusiones de esta corte, desea recogerse en un Santuario tan aparejado a gozar la quietud que se requiere para tener dichoso fin”.
En 1628, Comes se hizo cargo de la maestría de El Patriarca, aunque su estancia fue corta, pues hubo disensiones entre las partes. En 1632 es nombrado maestro de capilla de la catedral donde Comes terminaría sus días lleno de problemas económicos, dado su carácter bohemio. A su muerte, legó sus composiciones a la catedral, diciendo lo hace “per la molta afició que hi tengut e tinch a dita Çeu, per haverme criat desde chic en aquella y ser també yo fill de Valencia” y con la finalidad de que con ellas también se pudiera pagar las deudas que dejaba.
Para Lope de Vega era “uno de los mejores compositores” de la Europa de entonces y “de los primeros que atendieron en sus obras a la filosofía y prosodia de las letras”. Para Ruiz de Lihory, Comes rompió moldes “en una época en la que se consideraba la música como un cálculo matemático”. En cualquiera de sus obras litúrgicas “pueden apreciarse los arranques espontáneos de su genio brotando del espíritu eminentemente religioso que las informa”. Liberó a la música de las trabas y rigor de la escolástica. Asenjo Barbieri encontró en sus composiciones “elementos de grandísima utilidad para el estudio de la música popular española en general y de la valenciana o lemosina en particular”.
Un anillo de piedras preciosas
Juan Bautista Guzmán cuenta que Juan de Ribera admiraba a Comes y un día en que el músico le preguntó si le gustaba sus composiciones, el prelado le dijo: “Sí, me satisface por completo, pero deseo os pese algo más la mano al llevar el compás”. Y diciendo esto se la cogió, colocándole en un dedo un magnífico anillo de brillantes.
Marco Antonio Ortí, en su crónica de los actos del IV Centenario de la Conquista de Valencia, dice: “La solemnidad con que se cantó el oficio fue tan extraordinaria, que no solo suspendió a los forasteros, pero aún a los naturales, que debieran tener menos ocasión de admirarse, así por estar acostumbrados a la música de la Capilla, como a la destreza, concierto, y dirección del Maestro Juan Bautista Comes, de cuya habilidad está por toda España extendida la noticia y experimentada en la Corte”.
José Climent Barber señala que “las composiciones musicales de Comes durante su estancia en El Patriarca fueron eminentemente eucarísticas. Las Letanías al Santísimo “pasaría a ser obra ritual de la nueva fundación, como composición obligada en la Reserva solemne del Santísimo. Es una obra que reúne la religiosidad musical del renacimiento con todo su misticismo y los planteamientos propios de la grandiosidad del siglo XVII incluyendo, además, innovaciones que la caracterizan. Está escrita a ocho voces, en dos coros, y lleva un acompañamiento continuo nada frecuente en aquellas calendas. Fue obra que tuvo tal aceptación en toda la iglesia diocesana de Valencia que, en arreglos a tres y cuatro voces, pasó a formar parte del ritual de la valenciana obra eucarística de las XL Horas hasta bien entrado el siglo XX, cuando se perdió toda solemnidad de las XL Horas, aunque perdure la devoción”.
Los valiosísimos Archivo de la Catedral de Valencia del Real Colegio Seminario del Patriarca de Corpus Christi conservan casi todas las composiciones musicales que hizo, se estima en unas 300, todas ellas estudiadas y catalogadas por el que fuera hasta hace poco en que falleció el Canónigo Prefecto de Música Sacra de la Catedral de Valencia, músico y compositor, José Climent Barber, quien, entre otros trabajos de investigación ordenó y catalogó todas las partituras musicales obrantes en los archivos de las catedrales existentes en territorio valenciano, un trabajo que patrocinó la Generalidad Valenciana.
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