ATRIO
Es suficientemente conocido que en la antigua Roma se empieza hablar de Imperio con la llegada al poder de Octavio Augusto. Este emperador no sólo trajo una reforma política, sino también religiosa. Ésta última, en parte, le servía para legitimar y dar mayor fuerza a la primera, y se orientó a desarrollar un culto hacia el emperador, presentándolo como descendiente de alguna divinidad. Ya Julio César –que se consideraba descendiente de Venus– consintió que se levantara una estatua en su honor en el año 44 a.C., y Octavio, sobrino y heredero de Cesar, le dedicó un templo en Roma calificándole de Divus Julius “Divino Julio”,
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