FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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jueves, 12 de marzo de 2020

ALGO EXTRAORDINARIO


col plaza cris
El domingo pasado tuvimos ocasión de ir a misa a la residencia de mayores. No es algo habitual así que antes de comenzar la Eucaristía ya teníamos mucha expectación.
Lo que nos encontramos no fue nada extraordinario: una Eucaristía celebrada en el salón comunitario convertido en capilla de una residencia a la que acuden los residentes y algunos familiares que los acompañan. Ese día se celebraba, además, la vida, la Pascua de Pilar, la última residente que había dejado este mundo días atrás. En esta sencilla comunidad, en familia, un jubilado sacerdote que ha pasado gran parte de su vida como misionero en distintos países de Hispanoamérica habló con pasión, con brío, con alegría y con entusiasmo de la Vida y de la vida. En sus palabras había actualidad política, social, económica, había esperanza, se dirigió a la comunidad allí formada, tuvo presente la vida de Pilar y a quienes allí se habían acercado a participar en esa celebración, entonó cantos, se movió entre los asistentes, hizo preguntas y obtuvo respuestas, habló para quienes allí estábamos de una manera comprensible, cercana y revolucionaria como hubiera hablado Jesús…
Sus palabras, su manera de celebrar y animar la celebración, su actitud tan de Iglesia cercana y atenta a los signos de los tiempos (en las palabras, en los gestos) me movió por dentro, me conmovió. Fue inevitable para mí pensar en cómo la persona que me llevó a misa por primera vez y acompañó mis primeros pasos como creyente, mi madre, estaba a mi lado, ajena a todo a causa de su enfermedad mientras yo recibía todo un aluvión de esperanza y de Eucaristía celebrada y sentida gracias a ella.
Terminó la celebración, quedó mucha emoción en el ambiente, mucha conmoción en mi interior… Muchas ganas de más. En una celebración ordinaria hubo algo extraordinario. El domingo vivimos una acción de gracias familiar con todas las letras. Gracias a Dios.

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