OBSERVACIONES PREVIAS
• Reconocer que Jesús vive en el cielo, pero se desvive en la tierra con nosotros, es un fruto que relacionamos con la Ascensión. Porque tal como recalcan los Hechos (Hch 2,2), el Espíritu de Jesús vive y actúa en todos los seres humanos y en toda la creación.
• La Ascensión del Señor, que acabamos de celebrar, es el triunfo soñado; la llamada a encontrarnos como pueblo del futuro. Pablo, en la primera carta a los Corintios, nos recuerda que somos miembros de un único Cuerpo y que todos estamos bautizados en un mismo Espíritu (1 Co 12,8).
• Con el corazón en el cielo, donde ha ascendido el Señor, hundamos nuestras manos en la tierra. Esta realidad señala que Pentecostés no es un recuerdo histórico, sino una realidad viva. Igual que hizo con los apóstoles, Jesús nos regala hoy su Espíritu para siempre (Jn 20,22).
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