Redes Cristianas
Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Un obispo y cuatro monjas
1º) Deberían terminar confesando ante un juez” Jesús Sanz pide luchar contra el “terrorismo callejero” en Cataluña. Tratan de destruir “la unidad de un pueblo que ha convivido durante cinco siglos” (Religión digital, Redacción, 12 de octubre de 2018 a las 17:36).
El señor arzobispo de Oviedo se ha despachado a gusto en la homilía del día de la Virgen del Pilar. Me ha sorprendido con poca satisfacción que desde el principado de Asturias el prelado se ocupara tanto de un tema eminentemente político, y que afecta a una comunidad autónoma tan distante como Cataluña.
Pero más me ha sorprendido el tono, éste sí callejero y popular, tal vez un poco populachero,-“hablar como habla la gente”, sin una posición crítica y reflexiva. Es muy osado, y arriesgado, afirmar que en Cataluña haya “terrorismo callejero”. No toda protesta en la calle es violenta, y los encontronazos entre grupos de diferentes mentalidades políticas, y de propuestas hasta contrapuestas, tengan que ser catalogadas como terrorismo, aunque haya una cierta tensión.
Ésta, la tensión social es inherente a la organización de la convivencia, sobre todo en el mundo urbano. Y luchar contra el “terrorismo callejero” es tarea específica de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado, algo que el propio Don Jesús Sanz afirma y agradece, en su homilía, que llevan a cabo esas fuerzas de seguridad. Lo que quiero decir es que no sé si invocar la acción de las fuerzas aún tratándose de las constitucionales y legales, es tarea muy concorde con la actitud pastoral de un pastor de la Iglesia. Así como expresar el deseo, o la convicción, de que los que tratan de destruir la unidad de un pueblo… “deberían terminar confesando ante un juez”. ¡Vamos!, no creo que el Señor, Jesús de Nazaret, se expresara nunca en términos parecidos.
2º) ¿Habían oído hablar de la aventura de las cuatro monjas astrónomas?
Se trata de cuatro religiosas que al principio del silo XX partici0paroen de una de las aventuras astronómicas más importantes, y, a la vez, más originales, entrañables, y, desde luego, desconocidas, de la historia. Las cuatro religiosas, Emilia Ponzoni, Regina Colombo, Concetta Finardi y Luigia Panceri, llegaron a catalogar para el observatorio “La Specola vaticana”, 236.000 estrellas. Este observatorio astronómico vaticano, fundado el año 1578, es uno de los más antiguos del mundo, y un jesuita que trabajaba en él encontró un día los nombres de estas religiosas avanzadas en el mundo de la observación de los astros, y aunque en los Bros de astronomía se hablaba de estas cuatro mujeres, nadie se había percatado de la enjundia original de su historia.
Las llamaban con cariño las chicas-calculadoras, porque destacaban enormemente por habilidad y precisión en la tarea de catalogar las estrellas. Y el jesuita Gabriele Gionti, cosmólogo vaticano, explica que las eligieron mujeres porque se pensaba que eran más pacientes, y mucho más precisas que los hombres. Formaron parte de un gran proyecto, Carte du Ciel, (Carta del cielo), aprovechando que todos los observatorios astronómicos del mundo, entre los que se encontraba la Specola vaticana, se pusieron de acuerdo para distribuirse diversas partes del cielo, para intentar elaborar, por vez primera, un mapa celeste.
Se necesitaban personas pacientes, para el trabajo minucioso de visualizar placas fotográficas, que no resultaban muy animadoras en aquellos tiempos, y después trasladarlas a papel, y anotarlas una por una. Un jesuita americano que llegó a Roma para colaborar en el proyecto, no solo propuso, sino que pidió específicamente que este trabajo exacto y minucioso lo realizaran mujeres. Se pensó en el “Instituto de Monjas de la María niña”, por su proximidad al lugar donde entonces se ubicaba el observatorio vaticano. No resultó nada fácil vencer la resistencia de las superioras, ante la propuesta tan heterodoxa para ellas de desviar a cuatro religiosas de sus tareas específicas de servicio caritativo en la comunidad social a un trabajo científico, fuera de su casa religiosa. Pero se consiguió el objetivo, y esas jóvenes religiosas lombardas fueron formadas como auténticas astrónomas, y hasta el año 1921 catalogaron exactamente 236.000 estrellas.
Ahora sus nombres, y una fotografía de las cuatro, se pueden ver en el museo de astronomía vaticano. Puede apreciarse también el uso del microscopio para observar con los puntos plasmados en las placas fotográficas y cómo una de las cuatro religiosas anota la posición de cada estrella en el archivo. La periodista estadounidense Carol Glatz reveló la noticia al Catholic News Service, y relató el agradecimiento que Papa Benedicto XV quiso demostrar por sus trabajos, recibiéndolas personalmente en el Vaticano en una audiencia privada en 1920. En 1928, el papa Pío XI les regaló una medalla de plata en reconocimiento a su labor. Y en documentos de los archivos de la Specola vaticana se exalta su “prontitud y diligencia” y su “celo superior a cualquier elogio para un trabajo tan extraño a su misión”
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