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martes, 25 de septiembre de 2018

La vuelta al cole...cardenalicio

PEPE MALLO
ENVIADO a la página  Web de Redes Cristianas
Regreso a sus tareas del Consejo de cardenales asesores del Papa (C9)
¿Quién no ha vivido en estos días pasados el “síndrome posvacacional o de la vuelta al cole”? Personalmente me agrada la palabra francesa “rentrée”. Viene a significar algo así como el “regreso” a una actividad que se ha dejado temporalmente, pero con el matiz de “algo nuevo añadido”. No se trata de volver a más de lo mismo, de montarse nuevamente en la rueda de la “rutina”, sino de teñir la tarea con un tinte de “novedad”. Por eso se revisan y se trazan proyectos, objetivos y metas para el “nuevo curso”: curso político, económico, social, judicial, académico… Y el eclesial, con el regreso a sus tareas del Consejo de cardenales asesores del Papa (C9). Esperamos que este regreso no se transforme en regresión.
El “torbellino clerical” ha resultado calentorro y tormentoso
En esta perspectiva, tenemos la sensación de que la Iglesia ha vivido unas “vacaciones” poco relajadas. El “torbellino clerical” se ha comportado como el tiempo; el verano eclesial más que caliente ha resultado calentorro y tormentoso. Más que una gota fría ha sido un jarro de agua helada. El ala ultra ha entrado a matar. Algunos cardenales, por hacer honor a su título, han provocado hematomas en el vaticano. Resulta llamativo que Francisco se vea rechazado, atacado y hasta odiado por los más acérrimos defensores de los papas, que, incluso, llegaron a rendir culto a la persona. Es en el propio Vaticano, en la propia Curia, en un sector de cardenales, obispos y clero, en los grupos más integristas y conservadores, en los más aferrados al clericalismo, donde menos se soporta al papa Francisco. Hasta han pedido su cabeza. Los “falsos profetas de desventuras”, como ya los definió Juan XXIII.
La verdadera primavera de la Iglesia
Se atribuye a Mark Twain el dicho: “La Historia no se repite; sucede que a veces rima”. ¿Qué significarían esas rimas en la historia de la Iglesia de hoy? Es ya casi un tópico decir que la Iglesia en la que perseveramos se parece cada vez más a la de hace cincuenta años, la verdadera primavera de la Iglesia, la de las ventanas abiertas de par en par. Hace poco más de cinco décadas se clausuró el Concilio Vaticano II. Su gestación como fenómeno eclesial fue una respuesta a su tiempo, aquel mundo del siglo XX en el que, aparentemente, la Iglesia empezaba a quedar rezagada. Nació con una actitud de apertura al mundo moderno, con el que estaba tan enfrentada. Y a pesar de las dificultades y de algunas mentes captivas, la Iglesia resolvió pasar “del anatema al diálogo con el mundo”. Sin embargo, a más de cincuenta años vista, vemos que aquel impulso se ha quedado ya corto, hemos rebasado las tímidas propuestas del Concilio Vaticano II.
Francisco, la reacción audaz y fulgurante
En estos últimos tiempos ¿será Francisco un verso libre o con él la rima histórica se ha hecho más consonante? Francisco ha sido la reacción audaz y fulgurante de la Iglesia al tremendo desprestigio que ha venido sufriendo. Francisco es consciente de que ha recogido el testigo de la apertura de la Iglesia impulsada por Juan XXIII. Ha dejado atrás la imagen de papa como figura hierática, fastuosa, mostrando un talante donde cada uno de sus gestos y palabras van dejando al descubierto los contrastes de la tentación del poder. Se ha mostrado “un hombre distinto, un trasgresor que desafía todos los convencionalismos”. Pero no todo es esplendor, aire sano. Serán necesarios esfuerzos tremendos para vencer las inercias de tanto clericalismo con poder.
¿Hacia dónde quiere llevar Francisco a la Iglesia?
No cabe duda que Bergoglio quiere cambiar muchas cosas. En la Iglesia hay conciencia de la necesidad de reformas profundas. Francisco nos recuerda de continuo que es mucho lo que hay cambiar, tanto en el interior como en la imagen externa de la Iglesia actual. Ante la aciaga crisis que actualmente atraviesa la Iglesia, no caben lamentaciones, paños calientes ni remedios paliativos. Hay problemas cuya solución reclaman más pragmatismo que idealismo. Reforma, no cosmética. Cuestiones como el ejercicio del papado y la colegialidad, la función de los cardenales, la administración de la Iglesia y la Curia, la pastoral de los laicos y su implicación en el gobierno de la Iglesia eliminando el clericalismo, la reforma del Derecho Canónico, la abolición del celibato obligatorio, el ministerio de las mujeres y su papel en órganos eclesiales, las relaciones con los poderes civiles, etc. Es completamente necesario crear un amplio debate sobre todos estos temas.
Mirar el pasado sí, pero a la luz de los problemas del presente. La reconstrucción lleva su tiempo, por eso el camino debe iniciarse con decisión. Sin embargo, más allá de toda euforia y entusiasmo, yo no creo que la recuperación de la credibilidad y autoridad moral de la Iglesia se vaya a producir tan fácilmente como parece a primera vista. Si el proceso de su deterioro fue largo y profundo, la rehabilitación de la credibilidad perdida tardará todavía algún tiempo. No bastan los gestos admirables del papa Francisco y alguna de sus manifestaciones. Los gestos son eso, gestos; y los gestos pueden transformarse en populismo y, a la inversa, en papolatría.
Francisco puede hacer algo más
¿Por qué no imitar a su antecesor Juan XXIII que en tiempos más duros sorprendió al mundo entero con la convocación de un Concilio? Roncalli fue elegido como “papa de transición”, sin embargo se opuso firmemente a la recalcitrante Curia conservadora. Intentaron manipular el Concilio, pero Juan XXIII con su libertad de espíritu acabó ganando la batalla. Francisco ha sido elegido para “restaurar la Iglesia”.
¿Asistiremos pronto a decisiones de gran calado?

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