Sergio Huerta Moyano SDB
En Dios he puesto mi confianza Con frecuencia desconfiamos de todo, especialmente de aquello que creemos conocer. Los paisanos de Jesús desconfían de su afirmación: «Yo soy el pan bajado del cielo». Pero si conocen a su padre y a su madre… ¡Cómo puede afirmar que procede del cielo! Pero si es un hombre de Galilea, de Nazaret, hijo de José… Jesús para responderles afirma que su origen y fundamento está en Dios Tantas veces amoldamos nuestros criterios, nuestras opciones al qué dirán, a lo que la sociedad demanda, a lo que mola, a lo que no distorsiona. ¡Qué lejos estamos de la Verdad del Evangelio! Para Jesús, el criterio fundamental de su identidad era su relación con el Padre. Es el único criterio desde el que quiere entenderse y guiarse en su relación con los demás. Por eso, Jesús no entra a las provocaciones de sus contemporáneos sobre su origen o su identidad. Sabe que hay batallas que no vale la penar luchar. Una llamada a cuestionar nuestras ganas de combatir en batallas baldías, en enfrentamientos sobre bandos y relaciones de poder. Sólo en Dios he puesto mi confianza. Ser Eucaristía para los demás Comer y beber en la eucaristía es hacerse uno con Jesús. Asumir su carne, su vida, y su sangre, su muerte, es asumir su historia de amor entregada por nosotros. Se trata de asumir la vida, vivirla con pasión, desde Jesús. Jesús es el rostro de Dios que se nos muestra como el pan vivo bajado del cielo y que nos invita a alimentarnos de Él. Estamos llamados a hacer de nuestra vida Eucaristía, a renovar nuestra mente y nuestro corazón como personas cuyo mayor deseo está puesto en Dios.
Redescubrir la Eucaristía Me da la impresión que nos sigue costando descubrir la Eucaristía como un don, como un regalo de Dios, como una oportunidad de encuentro con Jesús. Una y otra vez nos descubrimos insistiendo a los jóvenes –y no tan jóvenes– el valor de la Eucaristía, de vivir en actitud eucarística. Nos cuesta descubrir la estrecha vinculación entre nuestra vida cotidiana y la Eucaristía. Quizás este tiempo de verano sea una oportunidad de acercarnos a alguna iglesia y tener un rato tranquilo con Jesús. Un rato para vivir desde la Eucaristía para que todo nuestro corazón, todos nuestros pensamientos y emociones confluyan en el Señor Jesús, el Pan vivo bajado del cielo.
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