8 junio, 2018
Queridísima Mara: Recibí tu correo preguntándome cómo me había sentido con la nueva Instrucción -Cor Orans-, que nos ha mandado el Vaticano y qué me ha parecido. A decir verdad, cada uno reaccionamos según somos, y yo, ya sabes, pasión y fuego. Y ante este documento, lo que siento es sublevación, viendo que se nos trata como a menores de edad, quedando de manifiesto que las mujeres en la Iglesia seguimos siendo personas de segunda categoría.
La Instrucción es control subyugante a las monjas de vida monástica-contemplativa. Me subleva sobre todo la imposición de un asistente, ajeno a nuestra vida, que sea sacerdote, no puede ser mujer, para que tenga presencia en todas nuestras reuniones y encuentros federales, tome nota de todo y sea él quien informe al Vaticano de cuánto hacemos, decidimos y vivimos. Esto deja al margen a la presidenta, como si ella -por ser mujer-, no pueda dar razón ante el Vaticano y dondequiera que sea, de nuestra actividad y vida. Nos obligan a nosotras mujeres, no obligan a los varones monjes a tener un asistente. Una Constitución y una Instrucción para nosotras, no para ellos.
En fin, lo que me toca en este momento de convulsión interior, es entrar en mi cueva orante y serenarme a fuerza de oración y espera. Dejar que pase el huracán, el fuego, el terremoto, hasta el silbo suave y delicado del Amado, que me ayude a integrar esta injusticia hacia nosotras. Integrar sí, pero no silenciar esta injusticia, porque estas maneras impositivas no son evangélicas, el Evangelio defiende lo más libre y humano.
La verdad es que tengo pena por aquellos que lo han dispuesto y elaborado de esta manera, porque tenían la posibilidad de mostrar su adhesión al Papa, haciendo efectiva su fidelidad al pensamiento y magisterio que viene señalando sobre las mujeres, y han discrepado totalmente, prescindiendo de su posicionamiento hacia nosotras. Una Instrucción agarrada a la ley y poco evangélica, obsoleta para este momento de nuestra historia y su porvenir. Un documento obsesivo con la clausura, la nombra 77 veces, la oración solo 22. En fin, esto nos han impuesto sin poder hacer nada para quitarnos este yugo. Una Instrucción que podría haber sido elaborada desde presupuestos más evangélicos, con misericordia, bondad, belleza y con alegría como corresponde a todo lo evangélico, mostrando plena comunión y simpatía hacia nosotras. Lamentablemente el resultado final es imposición, control, avasallando la más elemental dignidad humana de la libertad. Porque lo que las mujeres hemos de vivir, las mujeres lo hemos de decidir, no los prelados eclesiásticos.
Solo añadir que, esta Instrucción viene de lejos, porque en el año 2012 ya nos mandaron un decreto en el que intentaron imponer la figura del asistente como obligatoria. Luego, al dimitir Benedicto XVI y con el nuevo Papa Francisco, con sus aires más renovadores, aquello quedó olvidado; pero está claro que ellos no lo olvidaron y finalmente se han salido con la suya, imponiendo la obligatoriedad del asistente para todas las federaciones del mundo. Uniformidad total, ninguna acogida a la pluralidad. Parece que, más que la misericordia, prevalece la ley.
Bien, Mara, no me alargo más, solo decirte que, en aquella ocasión del decreto del 2012, escribí al cardenal Joao Braz, prefecto de la Sagrada Congregación y le expresé el desagrado que sentía ante la falta de libertad para las mujeres monjas. No recibí ni acuse de recibo. La verdad, Mara, ¿a qué tanta Constitución, tanta Instrucción, tanta obligatoriedad para unas mujeres que lo único que pretendemos es vivir una sencilla vida para el Evangelio desde nuestros puestos orantes? Con el Evangelio y las Constituciones de la Orden vamos más que servidas. A qué añadir mil documentos más, ¡qué asfixia, qué impertinencia, qué desagradable!
Mi impulso, siempre primario, sería irme, dejarlo todo, alejarme para no pertenecer a una institución que así nos trata. Pero sé que estos impulsos los debo orar y frenar ante Dios, ser humilde y seguir junto a mis hermanas haciendo verdad una vida para el Evangelio, sirviendo, amando, orando. Pero con Teresa de Jesús expreso este lamento: “Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido para que piense yo daréis menos de lo que os suplican, sino mucho más; ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres/ que no hagamos cosa que valga nada por Vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíais de oír petición tan justa; no lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia que sois justo juez y no como los jueces del mundo, que como son hijos de Adán, y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa/ Veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres. Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, Señor mío, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no habéis de oír, Padre Eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos?” (CE 4,1). Y orar por los que ostentan cargos de autoridad, sean religiosos o políticos, para que el Espíritu Santo les conceda mentes airosas, sabiduría del Evangelio y corazones generosos, capaces de disfrutar regalando libertades y no recortándolas.
Te escribiré pronto para mandarte la carta que entonces escribí al cardenal Joao Braz, quiero que conozcas su contenido, que sería el mismo que utilizaría si le escribiera en este momento. Yo espero que las comunidades nos manifestemos de alguna manera ante esa realidad. Hay mucho descontento con la frustrante Instrucción. Lo que desearía y propondría es que fuésemos capaces de apelar al Papa y que nos libre él de esta imposición poco afín a sus criterios como Papa. De mí, también daría comienzo a una actitud de desobediencia responsable, ante lo que creo una auténtica injusticia. Jesús no trató así a las mujeres, las trató con mucho cariño y las favoreció siempre.
Mara, acoge este desahogo en tu oración y comprensión, lo necesito, porque mi momento es delicado por hartazgo y desencanto, espero superar la prueba con la gracia de Dios que nunca falta. Un abrazo y hasta pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario