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sábado, 2 de junio de 2018

Nuestra España es una pena

Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Redes Cristianas
Hemos tenido el sobresalto de la sentencia del tema “Gurtel”. Para todos los diarios, hasta los más afines al Gobierno, una verdadera desgracia. He podido leer en algunos medios, cosas como “Rajoy, no prolongues tu agonía. Retírate cuanto antes, con dignidad”. El político Albert Rivera, impactado por la abrumadora sentencia, afirmaba, “Desde ahora todo será distinto”. Pero el Gobierno, en un ejercicio de inefable cinismo, o de defensa numantina, con una frialdad sobrecogedora, o una inconsciencia sobrenatural, repitiendo, “La Sentencia no ha involucrado a ninguno de los actuales miembros del Gobierno”,
Pero los periodistas, que en el retiro de sus despachos, acometen contra el Gobierno, y su presidente, Rajoy, en la rueda de prensa de hoy en la Zarzuela, ante la desfachatez de las explicaciones, y las ridículas disculpas, y su constante echar las culpas a los demás, como su olímpica afirmación sobre la inminente “moción de censura”, presentada por el primer partido de la oposición, como es lógico, de que “no es bueno ni para España, ni para los ciudadanos”, algo que sobra, porque Rajoy parece haber olvidado, como todo el PP que España no es otra cosa que sus ciudadanos, a esos periodistas, digo, no se les ha ocurrido, a ninguno, preguntar, “¿Y Vd, cree que es bueno para España., y sus ciudadanos, ser gobernados por un Gobierno declarado, en sentencia judicial, corrupto, y con una financiación de caja b”?.
¿Qué periodistas tenemos, tan pusilánimes, por no decir otra cosa, que se arrugan en una ocasión inmejorable, para poner contra las cuerdas, con motivo indiscutible, al presidente de un Gobierno puesto ya en evidencia por el poder judicial? ¿Cuál piensan los periodistas que es su principal tarea, además de informar? Pocas veces he pasado tanta vergüenza ajena como este medio día, presenciando la retirada innoble de una prensa acobardada ante un presidente, acorralado sin misericordia por las penurias, trampas y transgresiones de su partido. Así que me pongo a escribir, cuando he recibido la llamada para acudir a una familia que solicita mi presencia. Así que simplemente anotaré los puntos principales de mi tentativa de artículo critico. Y para que sea publicado con la fecha actual, lo publicaré hoy, y procuraré acabarlo mañana.
1º) La pena de nuestros políticos, (en especial los del Gobierno).
Decir que muchos de nuestros políticos son una fuente de contradicción des quedarse muy corto. Los políticos gobernantes del PP no deja de invocar la importancia de la Constitución, dando por supuesto que ellos la cumplen, mientras afean a otros partidos, u otros políticos, de su incumplimiento. Estos días, a raíz de la presentación de una Moción de Censura contra el Gobierno, después de la aterradora y desoladora sentencia del caso Gurtel, y mirando para otro lado ante la constatación inevitable de que muchos de los condenados en la mencionada sentencia, y principales cabecillas de la trama Gurtel, eran, además de políticos o adláteres del mismo partido, amigos personales, de esos que se invitan a la boda de la hija.
Así que a mí, y a la unanimidad de las personas a las que he preguntado sobre ellos, les parece inadmisible, y de un cinismo fuera de lugar, que algunos de los supervivientes de ese destrozo, o, mejor, medio supervivientes, repitan con cara de santos que el caso no va con ellos, que hace tiempo los condenados no pertenecen al partido, olvidando que algunas de las elecciones más estratégicas, ¡que las autonómicas también lo pueden ser!, en Valencia y Madrid, dos plazas esenciales, fueron ganadas con financiación ilegal de la caja B del PP, algo que ahora no se puede negar, porque está jurídicamente comprobado. Pero en su afán de apropiarse del Estado, o. por lo menos, confundirse con él, achacan a los que les quieren poner trabas, por otro lado totalmente pertinentes, porque se las han puesto previamente los jueces, irresponsabilidad, y deseo de provocar una inestabilidad política, que, teóricamente, los favorecerían en las urnas (¿?).
Y ponen un ejemplo clarísimo e indiscutible: que al conocerse la presentación de la “Moción de Censura” bajó la Bolsa mientras subía la prima de riesgo. Algo que retrata y evidencia dos cosas: 1ª), que para los banqueros y agentes de bolsa la corrupción de los gobernantes no es demasiado preocupante, y no pone en peligro la estabilidad del Estado, y, 2ª), que nuestros gobernantes gobiernan mirando más las reacciones de los agentes económicos, que serán de todo, menos representantes genuinos y creíbles del conjunto de los ciudadanos, y, menos a las pruebas y problemas de la gente verdaderamente necesitada. Y recuerdo al presidente Rajoy, y a su ministra de Defensa Mª Dolores de Cospedal, a quien he oído estos días la ya consabida y clásica acusación contra el PSOE, con el peregrino argumento de que no se preocupa con la Constitución y con la estabilidad del Estado, quiero recordarles, digo, en primer lugar, que la Moción de Censura es un instrumento total y perfectamente constitucional, es decir, sería la Constitución, que la contempla y promueve, la que se convertiría en anti constitucional, -y hasta no me choca que en su alocada huida para adelante el PP mantuviera esa aberrante contradicción, y, en segundo lugar, que lo que es flagrantemente anti constitucional, y además, delictiva, es la corrupción generalizada entre los miembros y funcionarios de un partido político.
2º) La pena de nuestros obispos.
Me consta que a muchos clérigos y laicos les da pena, como a mí, el atronador silencio de nuestros obispos, ante la ola de corrupción, refrendada sin la más mínima duda por los tribunales, del partido que sustenta al Gobierno. Y que la pena se está convirtiendo, en muchos casos, y cada vez más deprisa, en indignación.
No se puede tolerar, en los tiempos que corren, que los señores obispos hayan protestado contra el Gobierno , y hasta salido a la calle, cuando éste proponía leyes totalmente razonables para nuestra época, como el divorcio, o la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, o aborto, de la introducción de una asignatura presente en casi todos los países de la Unión europea, como la “Educación para la ciudadanía”, y no digamos nada de la ley del matrimonio entre homosexuales. Es decir, cuando la legislación toca, o se acerca, a temas de comportamientos sexuales, o de educación para la libertad de conciencia, temas que no tienen nada que ver con las enseñanzas evangélicas, a no ser para favorecer esas iniciativas, o como el tema de la libertad individual y de conciencia, entonces sí, los obispos invocan su pretendida autoridad, “iure divino”, para corregir las iniciativas legislativas gubernamentales.
Pero leyes decisivas para el bienestar de los ciudadanos, especialmente de los trabajadores y de los menos favorecidos por la fortuna, como la errática “Reforma laboral”, que dejó a los trabajadores a los pies de los empresarios, o la popularmente denominada “Ley mordaza”, que coarta las libertades ciudadanas, y que estaría más en consonancia con el espíritu de libertad del Evangelio, esas leyes no merecen la atención, ni el estudio profundo, ni la crítica de los prelados. Ni tampoco los comportamientos perniciosos, y nada ejemplarizantes de los gobernantes, en la administración honesta y honrada de los fondos públicos, sino dedicados inmoral, y delictivamente, en beneficio propio, o del partido, como han fallado los tribunales. ¿No encuentra los obispos nada que declarar ante esa deriva de inmoralidad, y por lo menos en defensa de los propios ciudadanos, que son también sus fieles, de acuerdo con la palabra de Jesús y del papa Francisco a favor de los más pobres
3º) La pena de nuestros periodistas.

No son todos, pero sí un buen número. Y no solo periodistas, sino las propias cabeceras de algunos medios de comunicación, que ostentan una indisimulada parcialidad. Un ejemplo paradigmático, que ya he citado al inicio de este artículo: la rueda de prensa del presidente del Gobierno el día siguiente a la publicación de la sentencia contra la trama Gurtel.
Como suele suceder, al estilo Mariano Rajoy, lanza afirmaciones totalmente falsas, y desviadas del tema, pero proclamadas con tal firmeza que, efectivamente, da el pego de la sinceridad. A pesar de que el día anterior el tribunal sentenció que el Presidente del Gobierno no mereció toda la credibilidad, sino más bien poca, o ninguna, en algunas de sus afirmaciones como testigo en el tema de la caja B del partido, ningún periodista tuvo la valentía, cuando afirmaba que una Moción de censura, en estos momentos, era, casi, una traición a España, y una tentativa de desestabilización del Estado, de hacerle, por ejemplo, esta pregunta: ¿No desestabilizará más el Estado un corrupción amplia, casi general, del partido que sustenta al Gobierno, y que no prevé la Constitución sino como un delito, que no una Moción de censura, perfectamente constitucional?

¡Qué pena!, esa falta de valor para el cumplimiento de una de las misiones del periodismo, como es la de denunciar ¡y afear!, los abusos de los que ostentan el poder. Nos quedamos, a veces, con la impresión, de que, para los agentes de Bolsa, grandes empresarios y banqueros, y algunos periodistas, es más peligrosa y más prejudicial, una sana y correcta labor de oposición al Gobierno, que los abusos de éste, sobre todo en el proceloso mundo del miasma de la corrupción.

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