Antonio Gil de Zúñiga
Sin profetas no hay Iglesia. Pablo de Tarso lo tenía bien claro. La Iglesia, judíos y gentiles, tiene un fundamento, unos cimientos: los apóstoles y los profetas y como piedra angular el mismo Cristo (Ef 2,20). La teología magisterial ha eliminado a los profetas como cimiento eclesial y sólo aparecen como fundamento de la Iglesia los apóstoles y sus sucesores, los obispos.
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