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jueves, 28 de junio de 2018

Albert Rivera, ese chico aseado, simpático, y … ¡contradictorio!


Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Hoy, lunes 11 de Junio, Albert ha sido el invitado de Los desayunos de TVE. Como me parece que todos estamos de acuerdo en los dos primeros adjetivos que le he asignado en el título, me limitaré a explicar por qué lo trato de contradictorio. Reseñaré algunas de sus contradicciones, que él expresa en sus encuentros con la prensa, y que sus cachorros procuran llevar a la práctica en el ruedo político. Así que comenzaré por sus dichos, y veré si en algún momento puedo concluir con algunas de sus acciones contradictorias.
“Hay que acabar con el bipartidismo”. Se lo venimos oyendo desde hace muchísimo tiempo. Pero no tuvo ningún inconveniente en pactar en primer lugar con la secretario general del PSOE después de las elecciones de 2015, cuando en enero de 2016 Mariano Rajoy declinó la invitación del Rey para intentar formar Gobierno como la lista más votada. (Tengo la firma impresión de que la prensa, o, por lo menos, aquella a la que yo tuve acceso en el momento, es decir la mayoría, a través de Internet, no sacó alguna conclusiones de esa negativa del político gallego que me parecen pertinentes, y muy significativas.
EL entonces presidente del Gobierno en funciones alegó al rey, o eso comunico a la opinión pública, que en ese momento no tenía votos suficientes. Es decir, trasmitió la impresión de que tanto él, como su partido, solo se sienten cómodos con mayorías absolutas, y que les cuesta mucho, o no saben, o no quieren, exponerse al juego de las alianzas políticas entre partidos, Y hay que insistir, también en que este ejercicio de tejer alianzas parlamentarias es la quinta esencia de la vida política).
Pero volviendo a Rivera, recordemos cómo, en contra de su mantra anti bipartidismo, dos veces acudió en auxilio de los dos partidos que lo forman: la 1ª, del PSOE; con el pacto de Gobierno que formuló con Pedro Sánchez, y, después, con el que hizo con el PP de Mariano Rajoy, al que acabó aupando a la presidencia del Gobierno. No debe de ser tan malo el bipartidismo cuando el señor Rivera no tiene reparo en acudir a uno y otro de los partidos que lo forman cuando imagina que eso le vendrá bien a su partido Ciudadanos, por lo menos para estar en el candelero de la actualidad política. Claro que él lo achaca a su extremada sensibilidad para buscar el bien de España y de todos los españoles.
Al PSOE: “Hay que ser realista”. Esta frase sonó mucho antes de a moción de censura. Y se refería al presidente de Ciudadanos al hecho de que el secretario del PSOE tomase la iniciativa con solo 86 diputados. Olvidando, él, tan demócrata y constitucionalista, que en esos pozos en que puede caer un Gobierno, y en este caso cayó, no en la opinión de sesudos periodistas, intelectuales, o políticos en la reserva, sino ante la certeza de una sentencia judicial inequívoca.
En un fallo en que no solo el partido del Gobierno, y muchos de sus adláteres, han sido condenados a recios años de cárcel, sino que también ha atestiguado que jugó con ventaja en elecciones, que tuvo desde tiempo inmemorial una contabilidad paralela, y que hasta el presidente del Gobierno no gozó de la suficiente credibilidad ante los jueces, es decir, mintió en su testimonio,-¡y lo que es sorprendente es que no fuera censurado, o multado por ello!-. Ante este panorama nadie duda, menos tal vez el fundador y presidente el Ciudadanos, de que es el jefe de la oposición el que puede, y para muchos, debe, echar mano del instrumento que, para esos casos, prevé la Constitución: la moción de censura. Y de las diatribas que sobre el tema largó por su boca educada, comentaré en el apartado siguiente.
“Pedro Sánchez quiere ser presidente del Gobierno a toda costa, como sea y con quien sea”. Sospechamos que Mariano y Albert desean también con toda su alma mantenerse en el poder o alcanzarlo. No sabemos si con quien sea y como sea, pero barruntamos que, efectivamente, a toda costa. Mariano ha tenido compañeros de viaje que no pronosticaban nada bueno, y una sentencia judicial ha venido a poner en claro lo que muchos sospechaban hace tiempo. Pero de Albert no sabemos, ni podemos asegurar una voluntad férrea, e incondicional, de llegar al poder. Ahora bien, Pedro, sin embargo, ha demostrado, porque ha tenido la oportunidad de dejarlo claro, que no aceptó ser presidente de cualquier manera con el apoyo envenenado de Podemos, con el que hubiera podido, matemáticamente, ser investido presidente. Y en la moción de censura conminó a Rajoy a que dimitiera en ese mismo momento, y en ese instante moriría la moción de censura. Claro que la idea de marcar el momento político con el menor número de escaños entre los cuatro grandes partidos no se le hacía extraña a Rivera, porque lo hacía, ¡no faltaba más!, por el bien de España y de los españoles.
“Sánchez quiere ganar en los despachos lo que no ha conseguido en las urnas”. Esta es, también, una salida reiterativa del PP. Los que así se expresan, dudo mucho de que lo piensen, si es que han leído, aunque sea por encima, y tan solo una vez, nuestra Constitución. España es una democracia parlamentaria, y los ciudadanos no eligen directamente con su voto al presidente del Gobierno, ni siquiera a un candidato que haya logrado la mayoría absoluta. Eligen a los diputados, que los representan en el Parlamento, y éstos, con sus votos, eligen al presidente para la investidura. Además huele a poca, poquísima democracia, confundir el parlamento, y sus comisiones, y salas, con “los despachos”, así, despectivamente.
Tanto desapego, y casi rabia, que Ciudadanos regala a los populismos, y he aquí que, casi cae en el mismo por el otro lado, el de la aparente e insospechada legalidad. Pretender para todo, y a toda costa, el voto popular, he aquí un populismo buscado, solo cuando a uno le parece que le favorece. A unos y otros, a los miembros del PP, y de Ciudadanos, no se los cae de la boca la afirmación de que en las Cortes Generales radica la soberanía popular. Y más si la propia constitución prevé una solución parlamentaria, con en el caso de la Moción de Censura, a la que han llegado a denominar, de los dos lados, “camino y atajo torticero” para acceder al Gobierno. Menos mal que son constitucionalistas. ¡Ay de nosotros si no lo fueran!
“La moción de censura solo ha de servir para investir a un Presidente, a ser posible independiente, que no haga otra cosa que firmar el decreto de convocatoria de elecciones”. Y lo argumentaban porque, según la opinión de su líder Albert, eso era lo mejor para España y para los españoles. Al mismo tiempo, aseguraban también que nuestro país necesitaba estabilidad, para lo que el mejor remedio, y el más tranquilo ambiente, es, ¡evidentemente!, unas elecciones, después de todo lo que había caído. Y otro dato a tener en cuenta es que los diputados de Ciudadanos, que casi daban la impresión de querer repartir la pieza antes de cazarla, eran los únicos de la Cámara que deseaban elecciones, siendo menos del 10% de la misma. ¿O es que esos diputados apresados y novatos, son como los del 15M, que gritaban a los diputados, “¡no nos representan!”?
A modo de final, no merece demasiada credibilidad ese amor desinteresado a España y a los españoles, y ese reproche a quienes han accedido al Gobierno con los votos de nacionalistas, populistas, Bildu, etc., etc., dejando caer que hay votos parlamentarios de primera, de segunda, y de m….., con perdón. No, señores de Ciudadanos y PP, si esos partidos no son legales o constitucionales, luchen en el Parlamento para expulsarlos de la arena democrática, y no se aprovechen de ellos ni para la tarea tan patriótica de aprobar los presupuestos. (A propósito: yo charlaba animadamente con un miembro del PNV de mi pueblo, y en un momento dado le espeté. “En mi opinión, vuestro partido, a partir de vuestras siglas, debería ser retirado del concierto democrático. En países como Francia o Alemania no se permitiría un partido con las intenciones que muestra ese título. Pero entonces, procédase a la expulsión, y no aprovechemos su presencia como arma arrojadiza contra otros grupos políticos, según nuestra conveniencia. Y lo mismo podríamos afirmar del “Esquerra republicana”).

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