Redes Cristianas
José María García Mauriño
Fin de año de 2017
Haber cumplido los 80 se puede decir que es una edad avanzada, pero cumplir los 89 es ya una edad superavanzada. A esta edad se piensan muchas cosas, por ejemplo, si desde que se nace, la autenticidad y profundidad de la persona radica en el ser, más que en el hacer, a cierta edad de la vida, la esencia de la persona está plenamente en el ser. Pero el Ser está configurado por el hacer: somos lo que hacemos es una sentencia de Ortega y Gasset. Somos ahora, a la edad avanzada, lo que hemos ido haciendo a lo largo de nuestra existencia.
El hacer se va dejando para las nuevas generaciones, que lo necesitan y lo pueden hacer mejor. Saber dar paso a la juventud desde esta conciencia y disposición interior, ¡es importante! Saber hacerse a un lado, y no pretender seguir con ciertas tareas que se las dejamos a los jóvenes, es un acierto de la edad de la sabiduría. Esta disposición me lleva a vivir en libertad y armonía con mi ser más profundo; a habitar mi tierra profunda, mi yo más intimo. Y, es desde esta conciencia como se vive con gozo la propia edad, con todo lo que ella conlleva de riqueza, pobreza y limitaciones.
En el transcurso de la vida hay un tiempo para todo, y cada etapa conlleva sus propias exigencias y responsabilidades.
Pero al llegar a la avanzada edad, si las etapas anteriores se han vivido desde la madurez, es decir, desde la entrega, el servicio, el don para el bien de los demás y la responsabilidad en su propia vocación y misión; todo será más fácil en el atardecer de la vida. Sobre todo la tímida experiencia de la opción por los empobrecidos que ha marcado mi vida. El “caudal” adquirido es tal, la sabiduría y la experiencia de vida tan enriquecedora, que en adelante puede decirse que se puede vivir de “rentas”. Ahora bien, esas rentas no son para guardarlas para mí, sino para seguir compartiéndolas con las nuevas generaciones, tejiendo unidos la historia de la Humanidad; pues el patrimonio más rico y bello que puede tener un pueblo son las personas.
En la avanzada edad las fuerzas físicas disminuyen, la energía y dinamismo no es el mismo de la juventud; todo se realiza a paso lento, con un ritmo más bien pausado, acompasado, armonioso, melodioso; se terminó el ritmo estridente, rápido y a veces discordante; para dar paso a otro, mucho más suave y armonioso. En la avanzada edad se da una belleza que ni la persona misma ha llegado a descubrir, y mucho menos los que la rodean. Aprender a vivir la belleza de las distintas etapas de la vida es señal de madurez, de un buen equilibrio mental, humano y espiritual.
Las notas de la avanza edad son más armoniosas, porque la vida ha ido modelando el ser más profundo de la persona, redondeando las esquinas y picos que hacían que la vida reprodujese muchas notas discordantes, rompiendo la armonía, el equilibrio y la belleza de la “pieza”. Pues la vida es como una partitura de música que aprendemos a reproducir las notas a lo largo y ancho de nuestra existencia. La nota esencial de la vida será la muerte, asumida desde la libertad de la vida. El sentimiento de que soy una creatura limitada, finita, es el acto de mayor libertad, la nota más armoniosa y justa que podemos cantar…
El mensaje de la avanzada edad debe de ser la armonía interior, de donde brota la paz, la serenidad, la comprensión, la tolerancia y el verdadero amor. La avanzada edad permite a la persona amar en verdad y actuar sin miedos, porque de alguna manera ha logrado la libertad de la infancia, el candor de la inocencia. Podemos decir, hablar, hacer, vestir, como queramos, sin miedos a las críticas. El mundo es nuestro. El mundo necesita de las personas mayores, las cuales son referencia, para las nuevas generaciones, igual que las personas mayores necesitamos de los niños y de los jóvenes para guardar la frescura de lo que ellos fuimos un día: también niños y jóvenes. El día que la sociedad comprenda que las distintas generaciones se necesitan y se complementan, aquel día será posible el comienzo de una nueva sociedad unificada, armoniosa, bella, alegre y fraterna.
La libertad es un don de la avanzada edad. Un fruto que va madurando en el transcurso de la vida y que se recoge con gozo y alegría al atardecer de la vida, como quien se encuentra con un gran tesoro. La libertad es el tesoro más extraordinario que la persona puede adquirir. La naturaleza nos ha proporcionado la libertad, esa libertad interior que siempre lleva a obrar el bien y a amar en plenitud, sin miedos. Y también a actuar con justicia y equidad, a ser lo que realmente soy sin caretas, sin armadura que me desfigure. La libertad va unida a la autenticidad, a la verdad.
La mentira es el peor enemigo de la libertad. No hay libertad fuera de la verdad. “La verdad os hará libres”. La mentira es la esclavizadora número uno de nuestro tiempo, la que realmente ata las manos y los pies y paraliza completamente a la persona, por mucho que ella se mueva… Optar, pues, por la verdad es lo mismo que vivir la libertad.
En la edad avanzada, hay capacidades, fuerzas y energías que van disminuyendo, esto es una ley biológica que hay que asumirla con naturalidad, mucha serenidad y realismo. Pero también es la edad de la fortaleza, de la serena rebeldía, de la audaz sensatez, de saber decir que NO a este sistema depredador y decir que SÍ a la solidaridad con los excluidos. Cuanto mayor voy siendo, más rebelde me siento, porque sin duda veo mejor la injusticia. Es la edad de la fe profunda, la que deja a un lado las “seguridades” intelectuales, para dar paso a la confianza plena en Jesús, fiarse de él, a pesar de la oscuridad y las dudas Esta es la edad del creyente de su fe en Jesús que se fía y confía más en él que en los propios razonamientos. Y en esta avanzada edad se posee un “patrimonio” unificador, el cual da seguridad, paz, confianza y gozo de la misión cumplida, del compromiso realizado. Con la edad madura todo se va unificando, para vivir en paz, la entrega, la libertad y el amor.
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