Antonio Bentué, teólogo
La situación de malestar y decepción provocada por el nombramiento del obispo Juan Barros en Osorno, y su confirmación explícita por parte del Papa Francisco a pesar de todas las quejas en contra, constituye la punta del iceberg de un problema mucho más profundo tanto en la Iglesia de Chile como en toda la Iglesia universal. Lo acaecido en Osorno con grupos significativos de laicas y laicos protestando contra la presencia, a la cabeza de esa diócesis, de un obispo que les ha sido impuesto y al que consideran, no sin fundamento, con antecedentes que lo inhabilitan para ocupar ese cargo, obligan a una reflexión más acuciosa respecto a los criterios y mecanismos empleados para elegir y nombrar a los obispos en la Iglesia.
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